Durante mi remota infancia allá por los años setenta, cuando los juegos olímpicos los ganaban países que hace rato no los encuentras en los atlas, la sección de humor de la revista Bohemia daba más pena que risa. Aparte de la página de “Humor internacional” -con sus caricaturas de náufragos y mujeres celosas que esperaban al marido detrás de la puerta con un rodillo- era difícil incluso intuir que se trataba de una sección de humor. Estaban las caricaturas de Ñico de un viejo con su perro y los insuperables artículos de un tal Mongo P.: no recuerdo haber superado nunca el primer párrafo. ¡Y miren que es fácil entretener a un niño con ganas de reírse! Esas crónicas supuestamente costumbristas de Mongo P. se bastaban para cuestionar el sentido de la campaña de alfabetización. ¿Para qué aprender a leer si en lugar de un Eladio Secades tenías que espantarte al tal Mongo P.? Así y todo uno, como mismo hay nostálgicos de los muñequitos rusos, uno se aficionaba a aquellos bodrios al punto de tener la costumbre de empezar a leer la Bohemia por las últimas páginas. Si no te reías con los pocos chistes al menos podías descubrir alguna curiosidad ortográfica o un chisme de Hollywood. Cualquier cosa era mejor que el resto de una revista dedicada a comentar la maldad imperialista y a entrevistar a obreros ejemplares y directores de la pujante industria especializada en producir artículos que nunca verías en las tiendas.
Aunque pareciera imposible llegó el momento en que la sección de humor de Bohemia empeoró. Ni siquiera Ñico ni Mongo P. Así hasta el 24 de octubre de 1986. En el número correspondiente a esa fecha apareció una nueva sección “¿La Bobería?” -usando como logo una imagen de El Bobo de Abela- a cargo del más atrevido y talentoso escritor humorístico de entonces, el siempre recordado Héctor Zumbado. Allí estaba con su columna “Una de cal y una de sal”, la entrega semanal de “La Bobocracia” del caricaturista Arístide, la sección de caricaturas internacionales renovada con dibujantes argentinos y el añadido de escritos satíricos sobre la cotidianidad socialista que era la misma que en Cuba solo que los nombres rusos tienen el inconveniente de que se te olvidan de un párrafo al siguiente. También había textos de humoristas cubanos, entre ellos los de Nos-Y-Otros, que eran de lo mejor del humor escrito del momento, pero que hasta entonces no habían aparecido en las páginas de la venerable revista dedicada a combatir la codicia yanki y exaltar los logros de una economía concentrada en reproducción de artículos invibles a los ojos pero no al corazón.
La renovación de la sección humorística de Bohemia era parte de la pequeña y breve revolución en los medios que se vinieron dando en aquellos tiempos en que los aires de reformas soplaban nada menos que desde Moscú. Cuatro páginas de cien: ese era el alcance de la revolución encabezada por Zumbado: como si en la toma del Palacio de Invierno los bolcheviques apenas hubieran podido conquistar la garita del portero. (Esa revolución discreta también ocurrió en otros medios -la sección “El látigo con cascabeles” de la revista Alma Mater, El Programa de Ramón, en Radio Ciudad de La Habana- pero nunca en el Granma o en la televisión que a la que lo único que la distinguía del Granma era la telenovela brasileña). Ahora podías atreverte a lanzar críticas indirectas al sistema, siempre tímidas y ensañadas con la proverbial cadena, en lugar de con el mono: los burócratas de baja estofa en lugar de los que decidían su contenido de trabajo o las croquetas en lugar del Ministerio de la Industria Alimenticia. Pero incluso esas minucias se veían como un gran atrevimiento y hasta tenías que invocar los cambios que estaban ocurriendo en la Madre Patria del comunismo para asegurarte, si no inmunidad, al menos no conocer de primera mano el decorado interior de Villa Marista.
Pero Zumbado sabía que para llevar adelante una sección como la que tenía en mente no podía contar con los Mongo P. del momento, firmes aliados del analfabetismo. Ni bastaba con publicar cuentos soviéticos con aquellos nombres que se te olvidaban tres líneas después. De ahí que en el propio número de octubre del 86 en “¿La Bobería?” apareciera una convocatoria para que los humoristas “profesionales o aficionados, viejos o jóvenes, literarios o gráficos, solteros o infelices” mandaran sus colaboraciones a la sección. Y en efecto, en los siguientes meses y años desfiló por las últimas páginas de Bohemia lo mejorcito que iba surgiendo de las nuevas generaciones de humoristas: Nos-Y-Otros, los miembros de la Leña del Humor (Carlos Fundora, Pible, Eduardo Triana y Bao), Jorge Fernández Era, Camilo Hernández, Pablo H., Garrincha y Alexis Núñez Oliva, que escribía y publicaba más que todos los demás juntos. En “¿La Bobería?” también aparecía lo mejor del humor en español del momento como el colombiano Daniel Samper y hasta clásicos europeos como Alphonse Allois. Como para que la gente se enterara de qué hablábamos cuando hablábamos de humor.
También había mucha morralla en “¿La Bobería?”, todo hay que decirlo. Porque aquel llamado democrático atrajo a cuanto carcamal pujón o nuevo aspirante a viejo carcamal pujón había en la isla. Me imagino las acrobacias que tuvo que hacer Zumbado para disimular que su apuesta era por el humor más atrevido y punzante porque entonces no lo salvaría ni el mismísimo Gorbachov. Y publicó a todo el que pudo. Por publicar me publicaron hasta a mí, orondo de ver mis textos en la más antigua y venerable de las revistas cubanas, reino de administradores socialistas y obreros vanguardias en cuyas páginas habían aparecido alguna vez los artículos de Jorge Mañach y Mongo P.. A los 20 años te perdonan muchas cosas, gracias a que la gente todavía espera que estés a tiempo de no echarte a perder del todo.
El asalto al cielo de las últimas cuatro páginas de Bohemia no duró mucho. El del 3 de marzo de 1989 apareció por última vez “¿La Bobería?” bajo el cuidado de Zumbado (Ecured se equivoca al decir que Zumbado trabajó en Bohemia del 86 al 88). A partir de entonces “¿La Bobería?” apareció bajo la supervisión del caricaturista Cecilio Avilés a quien al parecer el sentido del humor se lo cercenaron en la infancia y nunca consiguieron reimplantárselo, uno de los fracasos más vergonzosos de la medicina revolucionaria. Se siguieron publicando textos y caricaturas de humoristas jóvenes y talentosos pero, sin la aguda inteligencia de Zumbado para elegir cierto humor y defenderlo ante sus superiores a “¿La Bobería?” le iba quedando cada vez menos. Al mes siguiente pasó Gorbachov por La Habana, nuestro particular Mr. Marshall, y no pareció tener mucha química con el cacique local. Unos cuantos generales y coroneles fusilados después quedó claro que la cosa iba en serio. Y cuando la cosa va en serio no hay oficio más peligroso que el de hacer reír: allí donde fusilan Héroes de la República a los Bufones de la República los desaparecen sin que nadie pregunte por ellos.
Columna de Zumbado publicada el 16 de febrero de 1990 tres días después de la golpiza que lo dejara incapacitado para escribir de por vida |
Luego de dejar la dirección de “¿La Bobería?” Zumbado siguió publicando allí su columna “Una de cal y una de sal” casi por un año. El 13 de febrero de 1990 una misteriosa golpiza -que Ecured no menciona en su ficha biográfica- lo dejó incapacitado para escribir o hablar con propiedad por los próximos 26 años, hasta su muerte en 2016. Como sus columnas siguieron siendo publicadas tiempo después de la golpiza, asumo que las tenía escritas de antemano. La noticia de lo ocurrido con el fundador de “¿La Bobería?” no se dio sino hasta el 9 de marzo para anunciar el motivo por el que se interrumpía la publicación de sus columnas. Decirle noticia es decir mucho. Apenas se anuncia que "en días pasados el compañero Héctor Zumbado sufrió un accidente que provocó que le intervinieran quirúrgicamente" y se desea que pronto "pueda deleitarnos con su buen humor".
Extraña manera de comportarse con quien años después lo abrumaran con homenajes y hasta el "Departamento de Personalidades Afectadas" del Mincult se dignara a asignarle pensión de 40 CUC mensuales. Porque, eso sí, la generosidad de la Revolución es infinita.
2 comentarios:
Zumbado fue mi socio dilecto, vecino, y un referente de la inteligencia subrepticia y soterrada del momento. Ahora emularia con F. Era.
Hasta C.R de la Tejera usó profusamente sus textos más anodinos -sin darle crédito- que calaron en la "cultura popular-oficial". Supongo que suponia que se sabía que los textos eran de él.
Increíble. Aunque honestamente, todo lo relacionado con el engendro revolucionario es creíble. Saludos.
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