viernes, 13 de julio de 2007

LETRAS EN LAS PAREDES

Aquí les pongo otro adelanto de Leve Historia de Cuba que le había prometido a una amiga. Es un cuento que escribí en 1993 en La Habana y ha circulado bastante desde entonces. Lo leía donde quiera que podía y un día unos decimistas villareños me hicieron esta décima a propósito del cuento:
Enrisco, si no te bañas/ va y tu mismo te sepultas/ porque tienes algo ocultas/ disidentes alimañas/ serán mil manos extrañas/ las que te echen las redes/ escápate si es que puedes/ porque sé que te vigilan/ y seguro te fusilan/ por letras en las paredes.


LETRAS EN LAS PAREDES
Una considerable minoría ha renunciado a él.
Federico Engels, 13 de septiembre de 1851.

Desde hacía ya varios meses el ascensor no funcionaba y todo el que quisiera subir al edificio debía hacerlo por las escaleras. El tránsito por ellas era bastante monótono hasta que una madrugada, en la pared de uno de sus rellanos, apareció un letrero que gritaba con fuertes trazos negros “¡Abajo el presidente!”.
Durante cuatro días no sucedió nada (en la pared) pero al quinto, tacharon con creyón rojo la palabra “Abajo” y la sustituyeron por “Viva”. Más tarde apareció escrito con pequeñas letras de lápiz “¿Cuál presidente? ¿El del consejo de vecinos?”. La respuesta fue redactada con gruesas letras negras “No, el otro, el hijo de puta”.
Al día siguiente el creyón rojo había tachado las palabras “hijo de puta”, sustituyéndolas por “nuestro gran líder” y las letras negras añadieron “es un cabrón”. Después con letras rojas apareció en tono desafiante: “Cobarde, ¿por qué no te atreves a decirlo de frente?”, a lo que el creyón negro respondió, “De frente se la metí a tu madre”.
Un poco después las letras rojas contraatacaron. “Desgraciado, con mi madre no te metas que está muerta” y, a seguidas, comentaban a lápiz “¿A metérsela a una muerta no le dicen necrofilia?”.
La respuesta escrita con letras rojas no pudo entenderse debido a la promiscuidad de inscripciones, hasta que al cabo de una semana de ofensas ilegibles fue pintada la pared con lechada blanca.
Al siguiente amanecer, escrito con trazos negros, se podía leer “¡Abajo quien ustedes se imaginan!” y, poco después, escrito a lápiz, “¿Quién es el que se supone que debamos imaginarnos?”. Al siguiente día fue transformado el primer cartel por obra del creyón rojo en la frase “¡Arriba quien ustedes se imaginan!”, la que fue alterada más tarde con trazos verdes hasta quedar así “Al lado quien ustedes se imaginan”, firmado. “Tercera opción”. Y, a seguidas, el del lápiz dejó escrito “¿Para qué lado?”.
Casi de inmediato, luego de tachar todo lo anterior, aparecía con creyón rojo el siguiente rótulo: “Presidente, contigo hasta la muerte”. Horas después se añadió con creyón negro, “Sí, parece que no hay otra opción” y, más tarde, se agregaba con letras verdes “Claro que hay otra opción, la nuestra”. Firmado: “Tercera opción”. Abajo preguntaron a lápiz “¿Y cuál es esa opción ?” pero nadie respondió.
La pared, después de esto, se mantuvo varias semanas en silencio hasta que apareció un letrero que declaró con fuertes trazos negros “Tengo hambre”. Casi enseguida, un letrerito a lápiz lo apoyó “Yo también” y, más tarde, con letras verdes “Y yo”. Firmado: “Tercera opción”.
El creyón rojo resucitó al proclamar “Todos tenemos hambre pero hay que aguan­tar”. Las letras negras respondieron “Los que aguantan son los tarrús y los maricones”. Debido a la alta densidad de trazos por centímetro cuadrado ya fue imposible distinguir el ataque en rojo, la riposta en negro, los matices en verde y las inquietudes a lápiz. Así estuvieron hasta que alguien raspó la pintura de la pared de la escalera.
Días más tarde un letrero azul quebraba el diálogo habitual. Decía solamente: “Dianulys y Yusidis”. Pronto el creyón negro convirtió la consigna intrusa en “¡Abajo Dianulys y arriba Yusidis!”. Al rojo le bastó con remplazar el “abajo” con el “arriba” y el “arriba” con el “abajo”. Poco después, las letras verdes decidían darle todo su apoyo a la conjunción “y” en detrimento de los nombres propios, en tanto el del lápiz preguntaba cuál de los dos nombres era el del varón. Sin embargo, al fin todo se ha resuelto del modo más conveniente. Para ello bastó que sobre la pared apareciera clavado un letrero que informa en gruesos trazos rojos: “En lo adelante queda destinado este espacio para expresar con toda libertad su opinión sobre nuestro presidente. Marque con una cruz en caso de que esté de acuerdo con Él por siempre jamás”. Y, hasta ahora, la única réplica ha sido la del lápiz que preguntó “¿Cuál presidente?”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene lo que le hace falta. Mi enhorabuena. Si lo permites, lo saco por "Letra con Filo"...

Enrisco dijo...

NO problemo

Garrincha dijo...

¡Viva Enrisco!

La cuarta opción

Anónimo dijo...

Está EXCELENTE Enrisco, mi enhorabuena para ti, nunca había leido tu blogs pero sí tu columna en la Revista Encuentro, ya cada vez mas esporádica, la extraño muchísimo.
¿Y donde está el presidente?
....con lápiz

Anónimo dijo...

El presidente es Enrisco
...con azul