Mucho antes de ser Community College en Nueva York, Hostos fue un patriota, escritor y educador. Eugenio María nació en 1839 en Mayagüez, Puerto Rico. Su padre, escribano y secretario de la reina Isabel II de España por control remoto, mandó a su hijo de 13 años a hacer el bachillerato en Bilbao, España. El muchacho volvió a Puerto Rico en 1855 pero no por mucho tiempo: en 1858 viajó a Madrid a estudiar Derecho y Filosofía y Letras siendo discípulo de los más importantes educadores de la época.
Allí con 24 años publicó su obra más famosa, La peregrinación de Bayoán, novela en forma de diario que denunciaba el régimen colonial. La novela, como era de esperar, fue ignorada en España y prohibida en Puerto Rico. En 1868 tras el alzamiento de Lares y la batalla del Pepino (ver “La guerra antes de Netflix”) Hostos abogó ante las autoridades españolas por la liberación de los patriotas en prisión. Lo consiguió pero al reclamar derechos para su patria le contestaron que de eso nada, monada.
Así que en 1869 se fue a Nueva York donde los exiliados cubanos intentaban impulsar la independencia de su país que era como decir Puerto Rico pero con más parqueos. Se integró a la Junta Revolucionaria Cubana y dirigió su órgano La Revolución, aunque muy pronto se dio cuenta de que aquello tenía menos posibilidades que yo con Scarlett Johansson.
En 1870 emprende un viaje por Sudamérica prometiendo buscar apoyos para la causa de la independencia cubana. Tarea ardua porque cada país tenía sus propios problemas para andar ocupándose de la independencia de Cuba. Sin embargo, Hostos consiguió dejar huella por donde pasó: en Colombia creó la Sociedad de Inmigración Antillana y propuso crear un canal en Panamá en manos latinoamericanas; en Perú fundó el periódico La Patria y la Sociedad de Auxilios para Cuba; en Chile abogó por la educación científica e igualdad de derechos para las mujeres; en Argentina proyectó la creación de un mercado común sudamericano y de un ferrocarril que atravesara los Andes.
Un visionario: o sea, alguien a quien siempre demoran demasiado en darle la razón.
Tras pasar por Brasil regresa en 1874 a Nueva York donde escribe para la revista La América Ilustrada y continua su campaña a favor de la independencia antillana. Al año siguiente se une a una expedición independentista que sale del puerto de Boston sin conseguir llegar a Cuba. Decide entonces asentarse en República Dominicana primero y luego en Venezuela, dejando a su paso el habitual reguero de periódicos, sociedades y escuelas.
A Hostos lo llamaban “Ciudadano de América” por su entrega a la independencia de Cuba y Puerto Rico, a la unidad de las Antillas y a la de América Latina. Para dar el ejemplo se casó en Venezuela con la quinceañera cubana Belinda de Ayala (él tenía 38) adelantándose de nuevo a su tiempo: de hacerlo ahora iría preso. La poeta boricua Lola (“Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas”) Rodríguez de Tió fue madrina de la boda. Del matrimonio nacerán cinco hijos.
En 1879 regresa a República Dominicana donde reforma el sistema educativo, fundando escuelas normalistas en la capital y en Santiago de los Caballeros. En 1888 el gobierno chileno le propone hacer lo mismo en Chile y para durante una década Hostos permaneció allá, fundando.
En 1898, tras la intervención que puso fin al dominio español en su patria, regresó para reclamarle al gobierno norteamericano que le concediera la independencia. Luego de varias gestiones infructuosas se asentó nuevamente en República Dominicana donde murió en 1903.
Su último deseo fue ser llevado a Puerto Rico cuando fuese independiente. Mientras tanto, sigue enterrado en el Panteón de los Héroes Nacionales de Santo Domingo, esperando que le llegue su momento.
*Aparecido originalmente en Nuestra Voz
1 comentario:
¡Excelente! pocos conocen a Hostos y su extensa e intensa labor educativa. Saludos.
Publicar un comentario