Un monólogo del humorista cubano Nelson Gudín, "El Bacán de la Vida", en el veinte aniversario del Festival Aquelarre. Lo bueno es que -como dice- no hace chistes.
Blog personal y casi tan íntimo como una enfermedad venérea pensado también para liberar al pueblo cubano, aunque sea del aburrimiento. Contribuyentes: Enrisco (autor de “Obras encogidas” y “El Comandante ya tiene quien le escriba”), su alter ego, la joven promesa de más de cincuenta años, Enrique Del Risco. Espacio para compartir cosas, mías y ajenas, aunque prefiero que sean ajenas. Quedan invitados a hacer sus contribuciones, y si son en efectivo, pues mejor.
sábado, 31 de mayo de 2014
viernes, 30 de mayo de 2014
La idea vulgar del dinero...
No hay dudas que Fidel Castro era un iluminado, como lo muestra este discurso de 1967:
"Se erradicó el deporte profesional y, sobre todo, se erradicó en aquel deporte, que era uno de los más populares, la pelota. Y jamás se soñó que una masa tan enorme de ciudadanos practicara ese deporte, que se pudiera alcanzar en tan breve tiempo tan extraordinaria calidad. Pero lo más interesante es que jamás ningún deportista profesional, cuyo negocio era el deporte, jugó con tanto entusiasmo, con tanta entereza, con tanto coraje, como el que llevan a cabo nuestros deportistas, que no son profesionales.
Y esto es una lección, una lección no solo deportiva; es también una lección política que demuestra cómo se puede desarrollar un hombre mejor sin que necesariamente tengamos que meter en la cabeza de cada hombre o mujer del pueblo la idea vulgar del dinero"Y esto es una lección, una lección no solo deportiva; es también una lección política que demuestra cómo se puede desarrollar un hombre mejor sin que necesariamente tengamos que meter en la cabeza de cada hombre o mujer del pueblo la idea vulgar del dinero"
jueves, 29 de mayo de 2014
Portadas
Hasta ahora -que yo sepa- nadie lo ha hecho notar pero la foto elegida para la cubierta del libro de Guillermo Cabrera Infante "Mapa dibujado por un espía" y en el que el autor narra su estancia en La Habana durante varios meses de 1965 no recoge una escena habanera sino de la ciudad de Camaguey a 500 km de distancia. Y me confirmaron un par de camagueyanos (mi padre entre ellos) que se trata de la calle Ignacio Agramonte (Estrada Palma en aquellos días) mirando desde la esquina que esta hace con República.
Una foto de una calle comercial de La Habana por aquellos días como era el caso de Neptuno:
Kid Guevara (continuación del anterior)
Abel Sierra Madero cita en facebook un fragmento inédito de su entrevista a Alfredo Guevara altamente revelador:
"La censura de PM fue también una vendeta personal de Guevara contra Guillermo Cabrera Infante, quien había realizado algunas críticas al ICAIC y a su insipiente producción filmográfica. Relata Guevara que los problemas entre ellos se agudizaron una vez que censurado PM, Guillermo y Sabá Cabrera Infante le hicieran una visita al ICAIC: ' “Ellos se aparecieron en mi despacho y me gritaron fascista. Yo era un jovencito salido de la clandestinidad. En aquel momento, el que me importunara tenía que fajarse conmigo a piñazos y eso fue lo que hice con ellos, fajarme a los piñazos. Guillermito no cogió ninguno, pero Sabá sí. Ellos no eran debiluchos ni mucho menos, eran hombres igual que yo”Ya tenemos acá la solución del enigma que ha atormentado a legiones de investigadores de la cultura cubana durante años: ¿por qué Alfredo Guevara nunca llegó a introducir sus brazos en las mangas de su saco? Pues la respuesta es que era la manera en que Kid Guevara se encontraba mejor preparado para entrarle a trompadas al primero que se apareciera.
martes, 27 de mayo de 2014
Guevara, místico
En entrevista que le hicieran Abel Sierra Madero y Nora Gámez Torres a Alfredo Guevara y que resumen en artículo en Letras Libres se pueden encontrar citas que retratan muy bien esa mezcla de pretensiones con frivolidad y arrogancia absolutas que caracteriza al pensamiento "revolucionario" cubano, una suerte de versión monga de "Memorias del subdesarrollo" valga la redundancia:
Como si esas fórmulas se hubieran podido aplicar en cualquier otro sitio. O como si cada vez que se aplicaran no trajeran desastres incalculables. En fin, esa insistencia tan marxista en culpar a la realidad de que sus teorías no funcionen.
"De toda maneras, y me lo creo, soy portador de una visión casi mística de mi país y de mi pueblo, pueblo en el que no creo. No creo que mi pueblo valga la pena: creo en sus potencialidades pero no en su calidad. A nosotros siempre se nos ha querido meter en el molde de la Unión Soviética. Conversando con un intelectual francés sobre las particularidades de Cuba en una ocasión, yo lo quería convencer de que éramos muy diferentes y ese día lo convencí, porque le dije: “Sal a la calle. ¿Tú crees que con esos culos y con esas licras se puede entender Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana?’ Acto seguido se rió y me entendió. Hay que tomar en cuenta el trópico, dios mío. En el trópico no se pueden aplicar ni siquiera las fórmulas más puras de Carlos Marx"
Como si esas fórmulas se hubieran podido aplicar en cualquier otro sitio. O como si cada vez que se aplicaran no trajeran desastres incalculables. En fin, esa insistencia tan marxista en culpar a la realidad de que sus teorías no funcionen.
viernes, 23 de mayo de 2014
Persistencia
Pedro Ortiz Cabrera |
Ya sé que no es noticia pero a las (reformistas y tolerantes ya sé) autoridades cubanas hay que darle un premio a la persistencia. Pese a que quedó establecido desde un primer momento que: 1) la muerte del custodio de la Embajada del Perú en La Habana Pedro Ortiz Cabrera el 1ro de abril de 1980 fue producida por el disparo (accidental) de otro de los custodios mientras ametrallaban el autobús que se había impactado contra la embajada; 2) que los que iban a bordo del autobús NO iban armados; ahí está el artículo de Ecured que dice:
"El 1 de abril de 1980 un grupo de antisociales penetran por la fuerza en la Embajada del Perú con el propósito de abandonar el país. Los asaltantes proyectaron violentamente un ómnibus contra la cerca de la sede diplomática y dispararon contra el custodio Pedro Ortiz Cabrera, causándole la muerte. Las autoridades de la misión peruana recibieron como héroes a los connotados asesinos"
miércoles, 21 de mayo de 2014
Tú, Publio
“Yo,
Publio”, las memorias del artista cubano Raúl Martínez –que alguna vez me
propuse comentar y ya no haré porque ha pasado demasiado tiempo desde que las
leí- padecen de una rara franqueza. Rara no solo por poco
frecuente sino porque al parecer su autor más que proponerse decir la verdad a
ratos esta se le escapara como por un salidero sin que pareciera darse cuenta
de lo mal parada que saldría su imagen con esas confesiones. Como cuando relata
su visita al hospital para ver al pintor Raúl Milián, pareja del también pintor
René Portocarrero:
Me senté en la silla y al preguntarle cómo se sentía, se incorporó en la cama y, con una furia que no le conocía, comenzó a injuriarme en alta voz. Me acusaba de ser el responsable de la mediocridad de la pintura que había en este país; de la falta de perspectiva que tenían los jóvenes por culpa de mi talento malogrado desde el momento en que dejé la abstracción y me puse a pintar a Martí y aquellos otros mamarrachos. Siguió acusándome de oportunista con epítetos cada vez más hirientes, a la vez que aumentaba su cólera.
No salía de mi asombro, René trató de controlar a Milián:
-¿Cómo puedes tratar a Raulito, a quien quieres tanto, de esa manera?
-Es un traidor, un jodido traidor ¿no te das cuenta?
Sea
cual fuere su lógica es de agradecer ambas franquezas. La de Milián al decirle
a Martínez algo que no estaba preparado para oír y la de este último al
reproducir sus palabras. Todo esto me viene a la mente cuando veo que la
ilustración que escoge Cuba Art News para acompañar el anuncio del jurado de
los Premios Arte Cubano, 2015 es precisamente la pieza de Raúl Martínez “Rosas
y estrellas”.
martes, 20 de mayo de 2014
Gente complicada
Los ************** eran gente complicada: primero trataron de controlar toda muestra de alegría de la que no fueran el centro y el motivo principal así que declararon que cualquier manifestación espontánea de júbilo sería considerada subversiva y por tanto fuera de la ley. Luego, al darse cuenta de que no era para tanto, se dedicaron a controlar asuntos potencialmente más inquietantes como el reclamo de ciertos derechos, objeciones a quienes ocupaban el poder y cosas por el estilo. Sin embargo al cabo del rato se aburrían o se sentían faltos de atención y empezaban a acusar cualquier exhibición de alegría que no hubiera sido coreografiada previamente por ellos como vulgar e indecente. Así que en lo adelante se dedicaban a exterminarlas pero esta vez en nombre del buen gusto y de la conservación de los valores culturales y éticos auténticos del pueblo que era al final quien le daba sentido a todos sus desvelos.
sábado, 17 de mayo de 2014
Reconstructing Martí
Excelente conferencia de Tersites Domilo hoy en el 349W de la 46, justo el sitio donde Martí vivió sus últimos días neoyorkinos, ahora reconvertido en club de jazz. Lo de menos -y no fue poco- fueron sus exhaustivas precisiones sobre la geografía martiana (anunciadas ya en este artículo y luego cuestionadas en este otro). Lo más fascinante al menos para mí fue su detallada reconstrucción de un tiempo menos lejano de lo que parece a primera vista. Quiero dejar constancia del agradecimiento de los que asistimos a su conferencia de hoy y de lo fructífero y convincente de su esfuerzo. Aquí pueden ver un breve video que resume el espíritu en que fue pronunciada la conferencia: el de un acercamiento riguroso y sensible a la historia sin perder de vista la exacta humanidad de sus actores.
viernes, 16 de mayo de 2014
Un proyecto frustrado
A finales del 2004 me invitaron a participar en un
proyecto que habría parecido experimental de no haberse ensayado tanto antes: en una novela colectiva en la que cada escritor escribiría un
capítulo a partir del que le había dejado el anterior. La novela, cuyo título
era “La lección de Ingrid” la promocionaba el sitio –ahora inexistente- www.relatocorto.com y la comenzaría Luis Silva quien no hacía mucho había ganado el premio Nadal y que hace un par de años
recibiera el premio Planeta. A este le seguirían José Vicente Pascual, Manuel Talens, Julia Otxoa, Clara Obligado, Harkaitz Cano y un servidor,
aunque no en ese orden. No recuerdo mucho
de la experiencia. Todo lo que me queda –o más bien al disco duro de mi
computadora- es el capítulo que publico a continuación. Y es que cada vez que mando a google a averiguar algo al respecto
regresa sin respuesta. El proyecto que se anunciaba como una “ambiciosa
iniciativa” que llevaba por lema “El otro es como yo y tiene derecho a decir yo”
terminó negándose a sí mismo y a la invitación al diálogo (literario) que proponía.
Al
principio fueron sucediéndose los capítulos con más o menos gracia o sentido pero a la aparición
del mío Manuel Talens, escritor español y defensor a ultranza del castrismo respondió con
una furibunda diatriba que descarriló el proyecto. Insisto, no recuerdo los detalles, sólo la sensación de que el tal Talens no había sabido seguir las reglas del juego respondiendo con ingenio literario a mi supuesta provocación al dejar bien claro lo que pensaba del lema que encabezaba el proyecto: ni aceptaba que el otro fuera como él y mucho menos que tuviera tanto derecho a decir como él. Dejo pues la huella de mi
incursión en el complicado terreno de la escritura colectiva y me pregunto si
alguno de ustedes tiene alguna idea de lo que estoy hablando:
Manuel Gómez-Dehmer no llegó a encontrar el diario. Ni falta que hizo. Su recorrido por la cabaña, al principio indolente y poco a poco cada vez más frenético e inquisitivo lo llevó del primero al segundo y tercer descubrimientos. El primero podría incluirse con entera justicia en la desprestigiada categoría de “sorprendente”. El segundo era engañoso y el tercero no habría más remedio de calificarlo de descojonante, (dicho sea esto en el más consternador de los sentidos). Al principio, mientras recorría con la vista y luego con todo el cuerpo la que fuera la cabaña del doctor Néstor Brunetti, tuvo la corazonada de que este doctor y alguien a quien había conocido bajo ese mismo nombre hacía ya mucho tiempo eran la misma persona. Bueno, serían la misma persona al menos si se obviaban las complicaciones que Heráclito le había adosado al tema de la identidad. Descontando tres o cuatro constantes anatómicas y el nombre que figuraba en sus pasaportes, ni Manuel Gómez-Dehmer ni Néstor Brunetti serían los mismos que se habían conocido hacía treinta años. Pero a los efectos de ese fragmento del pasado y las circunstancias del presente, Manuel estaba dispuesto a conformarse con una versión más o menos legítima de su antiguo amigo.
Un sobre. Un sobre usado, abierto y vacío que tiempo atrás había encerrado una carta dirigida al doctor Néstor Brunetti con el nombre de la aldea y del país por toda indicación. Otro sobre. Éste, de manila, dirigido a N. Brunetti desde la revista Erotropics, radicada en Londres. También vacío. La combinación de nombre, apellido y título médico, no necesariamente abundante, disparó sus sospechas. El diario lo vio pero no alcanzó a abrirlo. Lo protegía, como en el cuento de Poe, su excesiva visibilidad pero también, y esto fue lo determinante, el hecho de que el primer hallazgo lo impulsaba a la búsqueda de un objeto de otra naturaleza. Rebuscó en toda la cabaña hasta encontrar la maleta del que había sido su ocupante. Fue en ella que encontró lo que buscaba. Una foto. La foto mostraba a un hombre y a una mujer con ropas veraniegas parados junto a un muro, detrás un paisaje panorámico de un pueblecito elementalmente europeo, quizás italiano. El hombre y la mujer de la foto no estaban abrazados, ni siquiera juntos. La distancia entre ellos, la postura de ambos, con los brazos cruzados pretendía negar una intimidad que hubiera proclamado a gritos la expresión de los rostros en el caso de que a una foto le fuera permitida tal modo de expresarse. Era evidente que la foto había congelado un engañoso instante, engañoso para quien no la observara con algún detenimiento, de un romance intenso y furtivo. El hecho de que la fotografía todavía estuviera en aquella maleta en una cabaña abandonada por su dueño en medio de África significaba inequívocamente dos cosas. La primera: que la mujer, o al menos el recuerdo de aquel romance, interesaba todavía a su dueño. La segunda: que éste se había marchado con la intención de regresar. El rostro de la mujer era desconocido para Manuel Gómez-Dehmer. El del hombre, en cambio, pese a distorsiones introducidas por el tiempo pertenecía al de su viejo amigo y cómplice, en más de un sentido, Néstor Brunetti.……………………………….A Brunetti lo había conocido en un campo de entrenamiento guerrillero en la provincia argentina de Jujuy, cerca de la frontera boliviana. Durante los entrenamientos Manuel Gómez-Dehmer había aprendido dos cosas: 1) que la vida en el monte no estaba hecha para él. 2) que era mejor que no se lo comentara a nadie. No obstante, en medio los arduos ejercicios había sentido una especie de complicidad con el futuro médico de la potencial columna guerrillera. En ése al que conocería como Néstor Brunetti, cualquiera que fuera el nombre que le hubieran puesto sus padres, sintió Manuel una especie de hermano gemelo en la relativa desdicha de desfallecer en los ejercicios que el resto de sus compañeros vencían con entusiasmo. Había complicidad en el hastío ante el verde incansable del monte y ante aquella calistenia furiosa que no parecía, al menos en el caso de ellos dos, tener fin ni sentido. Cuando una patrulla fronteriza piadosamente desbandó a tiros a los aprendices de guerrilleros, Manuel y Néstor escaparon juntos. Juntos también recibieron órdenes de marchar a Europa a la espera de nuevas órdenes. Juntos también se instalaron en la misma ciudad, pero cuando Manuel comenzó a recibir encomiendas que si bien no parecían peligrosas al menos tenían el aliciente de su importancia estratégica, el médico fue lenta pero inexorablemente excluido de los planes de la comandancia. La comandancia, lejana y difusa, mientras le ordenaba al otrora estudiante de antropología infiltrarse en las arterias finacieras de Europa, a Néstor apenas le encargaba sin demasiada frecuencia el cuidado de algún luchador convaleciente que terminaba engrosando las huestes de eternos exiliados. Las revoluciones, parecían convencidos desde la comandancia, compartían con las guerras de Napoleón las mismas tres necesidades básicas: dinero, dinero y más dinero, convencimiento que compartiría progresivamente Manuel. De esta manera Néstor devino en una especie de consejero y ayudante del empresario-guerrillero. En ello intervenía menos el origen y fidelidad comunes que el deseo de Manuel de darle algún sentido a la lealtad que el médico mostraba por la causa y por su ahora benefactor. Con los años Manuel había ido ascendiendo en el escalafón guerrillero hasta adquirir el estatus vago pero insuperable de leyenda. La comandancia había cambiado con el tiempo de jefes, de formas de lucha, de ideología y hasta de país pero el comandante Miguel, el Gran Proveedor, (poco importaba de qué, armas, dinero, alta tecnología, contactos eficaces) o como preferían llamarle sus beneficiados, El Santa Klaus de la Guerrilla, seguía cumpliendo con puntualidad. Su capacidad para conseguir dinero y convertirlo luego en lo que hiciera falta era insuperable, casi mágica.
El dinero le servía de coartada infalible, disfraz perfecto pero a la vez era su más constante fuente de disgustos. El dinero había mantenido a raya la suspicacia de la CIA o la Interpol, pero también el cariño que habrían podido profesarle las dos familias que había fundado en Europa (la otra, la de allá, hacía tanto tiempo que lo había dado por muerto que tampoco recordaba esa vieja suposición: a veces confundían su recuerdo con el de algún primo emigrado del que tampoco habían vuelto a saber). Era él en apariencia y estilo de vida el arquetipo del capitalista calculador, de ambición inescrupulosa y frívola, sin que en el fondo nada de esto mellara sus más radicales compromisos. Con el tiempo se había acostumbrado al odio público y la admiración anónima de sus compañeros de lucha. Escuchar secretamente discos del catalán Serrat o del cubano Silvio Rodríguez y la lectura de versos de Benedetti eran las únicas indulgencias que se permitía en medio de la aridez de sus transacciones.
A su llegada a Europa y mientras esperaba instrucciones se había casado con otra exiliada que le había dado tres hijos y muy pocos disgustos. Pero atrapado por la vida familiar y acosado por las deudas era muy poco lo que podía hacer por la causa. De ahí que por orientación de la comandancia se dedicara a seducir a la hija díscola de un banquero hasta casarse con ella. En unos meses se había hastiado del entusiasmo de manual de su nueva esposa, de su estentóreo progresismo y de las sucesivas modas con las que ella intentaba distanciarse de las de sus compañeras de clase (social) y de cocteles. Supo muy pronto que su esposa lo engañaba con un cantautor y que por distracción o alevosía había quedado embarazada. La comandancia le había advertido que bajo ninguna circunstancia debía apelar al divorcio y obedeció. Como el cumplimiento de la orden no incluía la aceptación de un hijo que no fuera el suyo ideó un plan de emergencia. Fecundó de inmediato a una prostituta y con la complicidad de Brunetti primero sincronizó los partos y luego suplantó la descendiente del cantautor y su esposa por la hija que engendrara paralelamente. Manuel sólo podía imaginar un placer mayor que ver aquella sonrisa burlona en los labios de su esposa cuando lo veía besar a su hija: saber que algún día la sacaría de su error.
Hacía cinco años que Brunetti, cómplice en su venganza poética había desaparecido sin avisar ni dejar rastro, igual que ahora.………………El segundo descubrimiento que hizo Manuel en la cabaña de Brunetti, en su maleta para ser más exactos, fue real, pero falsa la conclusión. Junto a la foto de Brunetti y la desconocida encontró una de su hija, sólo que en el dorso se afirmaba que se trataba de Ingrid Labella. Atribuyó el cambio de apellido a una boda secreta pero antes de que prosiguiera especulando en un rumbo erróneo hizo el tercer descubrimiento. Se trataba de una revista pornográfica, Erotropics: en su portada anunciaba las espectaculares fotos de Ingrid Labella en las cataratas del lago Victoria. Su crispación sólo le permitió ver la primera de la serie: la de su hija desnuda rodeada de supuestos nativos con atuendos de guerra y las vergas dispuestas en ademán igualmente bélico. No pudo ver más y dejó la revista donde la encontró. Si su curiosidad hubiera podido superar su desazón, en el perfil de Ingrid Labella que cerraba la serie fotográfica hubiera podido averiguar para su consuelo (además de su color favorito –lila- y su película preferida -Viridiana-) que con el dinero que le pagaba la revista pensaba iniciar un proyecto de desarrollo en una perdida aldea en el corazón de África.
Enrique Del Risco, Febrero 2005
miércoles, 14 de mayo de 2014
Mensaje
Al2 de Los Aldeanos le mandó este "mensaje" a Venezuela. "Dedicado a Venezuela... y a Cuba" dice. Fue en febrero pero no lo había visto en ningún sitio hasta ahora que me lo encontré en youtube. Muy diáfano todo.
Test
¿Cómo terminaba la frase de Lezama Lima?:
"Un país frustrado en lo esencial político puede alcanzar virtudes en....
a) las Grandes Ligas"
b) el consumo de alcohol"
c) otros cotos de mayor realeza"
d) la jardinería"
e) el extranjero"
"Un país frustrado en lo esencial político puede alcanzar virtudes en....
a) las Grandes Ligas"
b) el consumo de alcohol"
c) otros cotos de mayor realeza"
d) la jardinería"
e) el extranjero"
Demoliendo hoteles
Querido compatriota: ¿Se siente furioso sin razón? ¿Es presa de ataques de
furia repentinos e inexplicables? Pues pase y sicoanalícese con el doctor Charly
García. La ideología es lo de menos: usted padece de impotencia, como se explica a continuación.
“Demoliendo hoteles”
Yo que crecí con Videla
Yo que nací sin poder
Yo que luché por la libertad
Y nunca la pude tener,
Yo que viví entre fascistas
Yo que morí en el altar
Yo que crecí con los que estaban bien
Pero a la noche estaba todo mal.
Hoy paso el tiempo,
Demoliendo hoteles
Mientras los plomos juntan los cables
Cazan rehenes.
Hoy paso el tiempo
Demoliendo hoteles
Mientras los chicos allá en la esquina
Pegan carteles.
Yo fui educado con odio
Y odiaba la humanidad
Un día me fui con los hippies y tuve un amor y mucho más.
Ahora no estoy más tranquilo,
Y por qué tendría que estar
Todos crecimos sin entender
Y todavía me siento un anormal
Hoy paso el tiempo,
Demoliendo hoteles
Mientras los plomos juntan los cables
Cazan rehenes.
Hoy paso el tiempo
Demoliendo hoteles
Mientras los chicos allá en la esquina
Pegan carteles.
Yo que nací sin poder
Yo que luché por la libertad
Y nunca la pude tener,
Yo que viví entre fascistas
Yo que morí en el altar
Yo que crecí con los que estaban bien
Pero a la noche estaba todo mal.
Hoy paso el tiempo,
Demoliendo hoteles
Mientras los plomos juntan los cables
Cazan rehenes.
Hoy paso el tiempo
Demoliendo hoteles
Mientras los chicos allá en la esquina
Pegan carteles.
Yo fui educado con odio
Y odiaba la humanidad
Un día me fui con los hippies y tuve un amor y mucho más.
Ahora no estoy más tranquilo,
Y por qué tendría que estar
Todos crecimos sin entender
Y todavía me siento un anormal
Hoy paso el tiempo,
Demoliendo hoteles
Mientras los plomos juntan los cables
Cazan rehenes.
Hoy paso el tiempo
Demoliendo hoteles
Mientras los chicos allá en la esquina
Pegan carteles.
miércoles, 7 de mayo de 2014
Entrevista con Pelayo
Una entrevista que me hizo Pepe Pelayo (de la Seña del Humor de Matanzas) en el 2009 y de la que ya ni me acordaba que existía. Un adelanto:
PP: ¿Alguna anécdota relacionada con su profesión?
ENRISCO: Acababa de llegar a España y había solicitado asilo político así que entre los lugares a los que tuve que acudir al CESID (algo así como la CIA española) a explicar "mi caso". Básicamente te citaban para analizar la credibilidad de tu historia. Me rodeaban tres o cuatro agentes, tipos que no contratan para parecer simpáticos y aquello más que una entrevista parecía un interrogatorio. Esataba contándole mi historia pero luego cambié de idea y comencé a leerles un cuento que había publicado en una revista. Podría parecer una locura ir al búnker de la policía secreta a leer un cuento pero ya al final del primer párrafo estallaron en carcajadas. Enseguida me dijeron que entendían y no me quedó claro si entendían que era humorista o que alguien que escribía cosas así merecía ser perseguido por un régimen con poco sentido del humor. Y lo curioso era que esos tipos eran muy parecidos a los tipos que vigilaban y amenazaban a uno en Cuba por leer en público esos mismos cuentos.
Seguir aquí
P.D.: Si quieren leer otras respuestas al cuestionario, mucho más divertidas que las mías, por supuesto, les recomiendo buscar aquí.
Programación cubana
Ayer tuve el
placer de reencontrarme con la obra del artista cubano Lázaro Saavedra. Podría
hablar sin descanso de los efectos que me produce entrar en contacto con la
inteligencia insobornable de sus obras, sobre el espectáculo casi surrealista -por lo raro- del apareamiento de la penetración y la honradez intelectuales. Prefiero, en cambio, compartir una de las tantas obras
que mostró: ese “Software cubano” donde, en la programación de cada una de las
disyuntivas que empiezan por la que plantea la posibilidad (o no) de “Separarse
de la común doctrina, creencia o conducta”, caben todas las existencias cubanas
de las seis últimas décadas.
viernes, 2 de mayo de 2014
Formell
Se ha ido alguien cuya música es parte de nuestro idioma
esencial y a la que sospecho que volveremos una y otra vez. Hablar a la
hora de su muerte de sus declaraciones políticas no es sólo hacerle un favor a
la dictadura que primero lo despreció y luego lo usó sino también incurrir en
su pésimo gusto de despreciar lo mejor que ha producido ese país. Si el
ciudadano Juan Formell dejó de cumplir con su deber es algo que a partir de
ahora no volverá a hacer. Todo lo que nos queda es el músico Juan Formell que
no exculpa las faltas del primero pero que hizo con todo lo que sabía lo mejor que
pudo.
Acá una canción con la que usualmente no se asocia el
nombre de Juan Formell pero que compuso con una gracia que raramente lo abandonaba
cuando escribía canciones.