En el repertorio
de los marxistas más o menos pragmáticos, más o menos atraídos por temas literarios
hay una frase que usan para advertir de los peligros del arte panfletario.
Alguna muestra de equilibrio tendrán que dar, digo yo, luego de ser los mayores
productores de panfletos literales y figurados de la Historia de la humanidad.
La frase es de Stendhal pero viene sancionada por Engels, el Robin del Batman
del marxismo quien alguna vez la citó sesgadamente, como veremos. “La política,
en una obra literaria, es como un pistoletazo en medio de un concierto” dicen
que dijo Stendhal y lo repiten no sólo los marxistas sino incluso sus súbditos
cuando no quieren meterse en política que en ciertas circunstancias equivale a
meterse en problemas.
El asunto es que
la dichosa frase no termina ahí sino unas cuantas palabras más tarde, trece
para ser exactos. La política –termina de decir Stendhal- “es una grosería a la
que, sin embargo, no se puede negar atención” para a continuación meterse de
lleno en uno de los temas principales del libro en cuestión –“La cartuja de
Parma”- que es el de la política menuda de un pequeño reino italiano en la
primera mitad del siglo XIX. Lo que nos dice la frase completa es que la
política con sus nombres propios, sus conflictos malamente entendibles una
década después, su fecha de caducidad en suma suele ser un tema desagradable o
confuso en cualquier conversación que se quiera establecer con un par de
generaciones más tarde que es más o menos el plazo elemental de eso que le
llaman trascendencia pero a pesar de todo ello la política es inevitable y
hasta atractiva.
Lo que debe
evitarse según esta frase puesta en su contexto (que es ni más ni menos que el
de toda la novela) no es la política en sí sino la parcialidad. Quiero decir
con esto que el criterio que decida cada elemento que constituye la obra no deberá
ser político sino literario que es más o menos lo mismo que decir lo más
desinteresado posible. O sea que una obra literaria destinada a demostrar la
necesidad del triunfo de una idea política determinada sin importar lo buena y
justa que sea está faltando a su compromiso con la verdad literaria que
consiste en evitarle giros demasiado ridículos a la trama, presentar personajes
lo más atractivos y creíbles que se pueda y otros detalles por el estilo. Es
por eso que las simpatías políticas de Henri Beyle o el destino del principado
de Parma importan en “La cartuja de Parma” bastante menos que los amores de Fabricio
del Dongo y Clelia Conti y sólo en la medida en que los afectan.
Oye compadre, parece que la celebración del Día de los Padres -BTW, felicidades- te dejó algo alterado. Saludos.
ResponderEliminartrabalenguas
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