Tiempo nos ha dado a Luis Manuel para que averigüemos su color, para enterarnos de la violencia de Estado desatada contra él. No han sido los ocho interminables minutos con que George Floyd tuvo el cuello aplastado por la rodilla de la policía de Minneapolis, cierto. Son años de ser sometido a todo tipo de maltratos y persecuciones. Años de aparecer en videos y fotografías mientras es detenido, golpeado, encerrado, y vuelto a liberar para reiniciar el ciclo de persecuciones. Años con su rostro empapelando las redes sociales, suplicando la solidaridad que con tanta presteza reciben las víctimas afroamericanas.
En todo caso, Luis Manuel Otero Alcántara es del mismo color de Juan Carlos González (“Pánfilo”), condenado a dos años de prisión por decir en un video casero que tenía hambre. Del color de Orlando Zapata Tamayo, prisionero político muerto tras ochenta días en huelga de hambre, defendiendo su dignidad humana. Del color de la activista Berta Soler, de Jorge Luis García Pérez (“Antúnez”), de Guillermo Fariñas y de tantos otros afrocubanos que luchan porque sus derechos sean respetados.
Basta el simple desplazamiento desde Estados Unidos hasta Cuba para hacer irrelevante la cuestión del color.
Cabe pensar que incluso para el movimiento antirracista no todos los negros son iguales. Que el sufrimiento de un artista o activista afrodescendiente del Tercer Mundo carece de la trascendencia que le atribuimos a un negro maltratado en Estados Unidos o en Europa. O cabe suponer que los afrocubanos reprimidos a diario han sido blanqueados, invisibilizados por el miedo. El miedo a perder el trato que la dictadura cubana le dispensa a quienes le sean favorables, o a los que simplemente eviten reparar en su naturaleza represiva y se concentren en el esplendor de los paisajes de la Isla. O en su música o sus atracciones culinarias.
O puede que los que niegan su solidaridad a los disidentes afrocubanos se sientan inmovilizados por el miedo, algo más discreto, a verse en el lado incorrecto de la Historia, el miedo supersticioso a que denunciar a un gobierno que se llame de izquierda y antimperialista los convierta automáticamente en representantes de la reacción o del racismo que, de alguna incomprensible manera, encarna Luis Manuel frente a sus represores blancos, Raúl Castro o Miguel Díaz-Canel.
Si el miedo es ideológico, la justificación de su silencio también lo será. “Luis Manuel Otero Alcántara no es reprimido por el color de su piel”, dirán. Y tienen razón. Como mismo Rosa Parks o Martin Luther King tampoco eran encarcelados o golpeados por el color de su piel. Eran reprimidos y perseguidos por defender derechos que el país del que eran ciudadanos no les reconocía. Por esa misma razón es calumniado, vejado, maltratado a diario Luis Manuel Otero Alcántara, junto a cientos de conciudadanos de todos los colores y razas: por reclamar los derechos que les niegan en su país a todos los cubanos.
Pero ante una color blindness tan arraigada, no sé si tenga sentido preguntarse de qué color es Luis Manuel. O cualquier otro ser humano.
*Publicado en Hypermedia Magazine
Todo muy elegante, pero los ciegos por voluntad, que ciegos no son, no responden ni a pruebas irrefutables, mucho menos a elegancia retórica. El asunto es bastante sencillo--se trata de hipocresía, ya sea por conveniencia o por afinidad, y en caso que no lo sepas, las fundadoras de BLM han hablado en términos muy favorables del difunto Mayoral Castro, igual que muchos americanos prominentes de color han mostrado simpatía abierta por la "revolución" cubana una y otra vez.
ResponderEliminarEl problema no es la raza de Luis Manuel, sino que lo que importa es otra cosa, o mejor dicho, ser negro solamente importa cuando eso resulta útil para ciertos fines.
No me refería en específico a BLM. De hecho ni siquiera los menciono directa o indirectamente. Hablo de la opinión pública norteamericana en general, ahora mismo tan insistente con el tema de la raza que sin embargo es incapaz de interesarse por el caso de Luis Manuel. O de aquellos que interesados no se atreven a levantar la voz porque ello iría contra sus hábitos más arraigados. Si este artículo no consigue convencer a ninguno de los aludidos al menos que sirva para denunciar su hipocresía.
ResponderEliminarSi lo mismo estuviera pasando en una dictadura derechista y por ello oficialmente mala (en contraste con la castrista), este muchacho tan atractivo en varios aspectos ya fuera una gran celebridad a nivel mundial, y toda la gente "correcta" lo tuviera en boca y lo estuviera apoyando a gritos. No lo hacen porque en definitiva es cuestión de política y de agenda, no de justicia ni de derechos ni de humanidad, y por mucho que pretendan lo contrario, no tienen credibilidad ni son respetables. Me pasa con tal gente lo que me pasa con "Su Santidad" Don Bergoglio: después de ver su conducta hacia Cuba y su trato a los hermanos Castro, no tiene nada que decirme sobre absolutamente nada.
ResponderEliminarY dicho sea de paso, el término más aplicable aquí es willful blindness, o ceguera auto-impuesta, pues de color blindness no hay nada. Por lo menos en los EEUU, hasta un mulato casi blanco se le considera negro.
ResponderEliminarHoy en día las “huestes antifascistas” tienen muy definidos los objetos de sus “iras justicieras”. Luis Manuel Otero Alcántara parece ser del mismo color que Tony Timpa quien a pesar de morir de la misma forma, no tuvo ni funeral de estado ni ataúd dorado ni piras y saqueos urbanos en su honor. Tampoco era un criminal convicto pero sobre todo, no tenía el color de piel adecuado.
ResponderEliminarDe acuerdo con Jack. El color de Luis Manuel queda relegado a segundo plano cuando la mayoría de los esbirros en Cuba son del mismo color, pero el mensaje o las ideas que él plantea no encuentran terreno fértil en su país, cualesquiera sean las razones.
ResponderEliminarPregunto, ¿podemos condenar a Nelson Mandela por simpatizar con Fidel Castro, echando a un lado su lucha contra el apartheid? BLM era algo que eventualmente tenía que suceder. Ahora, por qué los principales medios noticiosos de EEUU no confrontan de forma abierta el que muchos de los abusos contra los asiáticos son perpretados por afroamericanos, según evidencian videos y fotos. Y aquí vemos la hipocresía y falta de parcialidad en la cobertura de hechos.
El discrimen es parte del tejido social en muchos partes de esta nación; un engendro de la ignorancia y el miedo. Cuando cursaba estudios universitarios en el sur de los EEUU a mediados de la década del 70, afronté una situación que nunca pensé sucedería en una universidad. Tomaba un curso de zootecnia con un profesor que dirgía ese departamento dentro del colegio de agricultura y artes mecánicas. Los "lectures" y los laboratorios los hacíamos en grupos pequeños, pero los exámenes eran en un auditorio con todos los alumnos. Para el primer exámen nos llamaron a todos los estudiantes con nombre hispanos (a otros extranjeros los dejaron quietos) y nos ubicaron en una esquina al fondo. Nos ordenaron sentarnos con dos asientos vacíos entre unos y otros, y un fila libre de por medio. El profesor nos dijo que era un "well known fact" que los latinos éramos "a cheat", y además nos plantó a un estudiante de posgrado para velarnos. Lo curioso fue que a la mayoría de los afectados nos dio por reirnos ante la ridiculez de la situación. Esta experiencia, fuera de humillante, fue una lección que allí, en Luisiana, había que ser muy cuidadoso. Un estado donde los mismos "coonasses", norteamaricanos de etnia Cajun, del tercio sur del estado, eran vistos por muchos de sus compatriotas como eso mismo, el trasero de una mofeta.
Saludos.
…sabes que te tengo cariño, aunque no sé por qué, pero esto es excelente y te felicito, es lo mejor que he leído de ti.
ResponderEliminar…sabes que te tengo cariño, aunque no sé por qué, pero esto es excelente y te felicito, es lo mejor que he leído de ti.
ResponderEliminarDigo y repito: esto no se trata de una mujer blanca de cierta edad como Laura Pollán ni de un hombre blanco de medio tiempo como Payá, por los cuales se sabía de antemano que los "correctos" no iban a coger lucha de ninguna manera. Se trata de un muchacho joven, fresco, fotogénico, "bohemio" y por supuesto de color, muy apto para adopción, promoción y protección por parte del mundo activista y comprometido (ya sea por convicción u otros motivos) con los derechos humanos, sobre todo los de personas de color. Es para qué, por ejemplo, Oprah Winfrey estuviera tan (o casi tan) interesada en él como en la Meghan Markle. Imaginen si exactamente el mismo caso se hubiera dado en Sudáfrica bajo el apartheid--absolutamente todo el mundo estuviera alzado en armas exigiendo a grito pelado que, como mínimo, soltaran y dejaran en paz a Luis Manuel. Pero. Evidentemente, no todas las vidas de color importan, porque lo que verdaderamente importa es que se presten para ciertos propósitos y no para otros.
ResponderEliminarYo salgo a mi madre, que nunca creyó mucho en la gente, sobre todo después de lo sucedido en Cuba, y que tenía muy buen olfato para detectar falsedad, teatro, oportunismo e hipocresía (lo que los americanos suelen llamar bullshit. Desgraciadamente, hay mucha, MUCHA bullshit.