martes, 16 de febrero de 2021

La pasión de Archer Huntington


En la entrega anterior, dejamos a Archer Milton Huntington, hijastro biológico del magnate Collis Potter Huntington (si no entiende lo de “hijastro biológico” recomiendo que lea el capítulo anterior: la historia del magnate ferrocarrilero y de la madre de Archer es demasiado complicada para resumirla en un par de líneas) estaba decidido a fundar un museo dedicado a la cultura española.

Para ello contaba, además de su entusiasmo, con el dinero de su padrastro biológico y una idea de España tan precisa como la que se puede tener de la comida mexicana comiendo en Taco Bell.

Archer era voluntarioso y para 1890, con solo veinte años, había acumulado 2000 libros sobre España. Solo faltaba leérselos. Y viajar a la España real para poder compararla con la de los libros.

Archer dedicó todo el 1891 a preparar el viaje: aunque la ocupación musulmana de la península había concluido cuatro siglos antes se dedicó a aprender árabe por si acaso. También estudió cirugía por si sufría un accidente en aquella España que imaginaba románticamente salvaje poderse curar él mismo y no tener que ir a Francia para atenderse.

Para culminar sus preparativos para su aventura española Archer visitó Cuba. Allí habrá aprendido a espantar los ataques de la temible fauna ibérica con solos de tumbadoras.

Y tradujo el famoso “Cantar del Mío Cid”, por si se encontraba caballeros medievales por el camino tener tema de conversación. La pasión española de Archer era tal que ni siquiera se enfrió tras visitar la España real.

Al contrario. Le sirvió para ampliar su colección de artefactos españoles e impulsar la fundación de un museo donde exponerlos. Su padrastro Collis, convencido de que nada podría sacarle a aquel romántico en términos comerciales, escogió su sobrino, Henry Huntington, como heredero de su imperio ferrocarrilero.

Arabella, esposa de Collis y madre de Archer, tomó debida nota del asunto.

En 1895 Archer se casó con una sobrina de su padrastro, o sea, su prima biológica Helen, quien compartía, además de ADN, la pasión de Archer por España.

Cuando Collis murió en 1900 no le dejó nada a Archer pero en cambio testó dos tercios de su fortuna a Arabella, y el tercio restante a su sobrino Henry. En 1913 Arabella se casaría con Henry convirtiendo al primo de su hijo en su padrastro. Así todo quedaba en familia y de paso le daba material de estudio a Freud.

De modo que el espiritual Archer no tendría que preocuparse por el dinero y podría continuar su proyecto de museo sin tener que empeñar los trajes. Finalmente en 1904 Archer Huntington fundó la Hispanic Society of America, combinación de museo y biblioteca ubicados en Broadway entre las calles 155 y 156. En 1909 inauguró una exposición del pintor valenciano Joaquín Sorolla que en un mes recibió 160 mil visitantes.

Todo un récord para una época en que la todavía no se habían inventado los turistas chinos ni hacerse selfies en los museos. Años después Archer reafirmó su condición de benefactor cediendo terrenos aledaños a la Hispanic Society para la construcción de varias instituciones, incluida la iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza (1912). Pero no todo era color de rosas para Archer.

Tras veinte años de matrimonio su esposa-prima biológica Helen lo abandonaría por alguien que, increíblemente, no era parte de la familia: el teatrista inglés Harley Granville-Barker. Archer sobrellevó la depresión coleccionando tarequería española y cortando cintas de las nuevas exposiciones e instituciones que inauguraba.

Así hasta encontrarse con la escultora Anna Vaughn Hyatt quien compartiría con él su pasión por España y temas adyacentes. Anna fue autora de una famosa escultura del Cid Campeador y de la del cubano José Martí que se encuentra a la entrada del Central Park, inaugurada en 1965. (El Martí de bronce sobre caballo encabritado lo dejaremos para otra ocasión. Es tan complicado como lo del padrastro biológico).

Al parecer tuvieron un matrimonio feliz. Archer moriría en 1955, a los 85 años. Anna lo acompañaría 21 años más tarde. No debió estar apurada.

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