Esta más o menos mi versión de las UMAP.
Cuando el régimen cubano creó el Servicio Militar Obligatorio en 1963 (el primer llamado al reclutamiento fue en abril de 1964) quedaba el problema de qué hacer con aquella parte de los jóvenes considerados indeseables. Aquellos que por cualquier razón se consideraba peligroso darles acceso al uso de las armas. ¿Eximirlos del Servicio Militar? ¿Premiar a aquellos que considerados indignos incluso de servir de carne de cañón? Eso nunca. Eso equivaldría a situar en posición de privilegio a todos aquellos que fueran Testigos de Jehová, católicos, homosexuales o cualquiera otra variante de desviación de la norma comunista. Y de hecho invitar a buena parte de la juventud a sumarse a las filas de tales indeseables con tal de esquivar el reclutamiento.
Ahí entra la idea de las UMAP como unidades de castigo para el elemento antisocial que era más o menos lo mismo que decir “educativas” en la mentalidad represivo-patriarcal de los paladines revolucionarios de la isla. Serían sometidos a la disciplina militar sin permitirles entrar nunca en contacto con las armas. Ya en otros países del llamado “campo socialista” se había ensayado esa fórmula como explica Milan Kundera en su novela La broma. Por otro lado ¿la Reforma agraria no había dejado decenas de miles de caballerías en manos del Estado sin que este tuviera capacidad de hacerlas producir? Pues para eso mismo servirían aquellos indeseables. ¿Qué aquellos calambucos y maricones serían previsiblemente improductivos? Tampoco los esclavos africanos estaban mayormente interesados en hacer ricos a sus dueños pero con la apropiada dosis de coerción se les forzaba a trabajar todo lo que fuera necesario.
El caso de los homosexuales era el más grave porque muchos de ellos estaban estudiando en los niveles medios y superiores de enseñanza y exentos, según la ley de noviembre de 1963, de ser reclutados. ¿La juventud no era “la arcilla fundamental de nuestra obra” escribió en aquellos días el Che Guevara? Pues la arcilla, material dúctil donde los haya, debía librarse de impurezas antes de emprender la tarea de moldearla. Pero estaban allí junto al resto de la juventud, intentando corromperla. Para resolver el asunto se lanzó una intensa y minuciosa campaña de depuración en las universidades e institutos de enseñanza media encaminada a expulsar a “contrarrevolucionarios y homosexuales”. Una campaña que incluyó humillantes asambleas depuradoras donde se decidía el destino de todos los sospechosos de incurrir en los nuevos pecados socialistas.
Y a partir de entonces todo funcionó con fluidez. Se depuraban los centros educativos para a continuación organizar recogidas las famosas “recogidas” de jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban ni podía confiarse en ellos, listos para enviarlos a las UMAP. El objetivo no era, como ya se dijo, el exterminio sino la reeducación para lo cual se les diría a los jefes de los campos que podían usar la fuerza a discreción. Nada de fusilamientos en masa pero tampoco demasiados remilgos. Después de todo ya se sabía que ese elemento no le servía de mucho a la Revolución. Y así funcionaron las UMAP durante sus tres buenos años. Hasta que el escándalo interno y externo obligó a cerrarlas primero y convertirlas después en Columna Juvenil del Centenario y más tarde en EJT.
Y ahora se aparece Mariela Castro diciendo que la “idea de las Fuerzas Armadas [con las UMAP] era crear un Servicio Militar sobre todo con campesinos para apoyar la producción de alimentos”.
El problema es que no importa como se explique el asunto, ni este ni otros por el estilo, porque en resumen de cuentas eso no cambia nada, no justifica nada y no alivia nada, por ingeniosa que sea la explicación. Ya estoy cansado, por no decir harto, de intentos de explicar nuestro desastre, por lúcidos y bienintencionados que sean. Lo que quiero es justicia, pero la justicia era verde y se la comió un chivo (o un chivato, que da lo mismo).
ResponderEliminarUna de las especialidades del régimen es borrar o re-escribir la historia a conveniencia. Saludos.
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