La semana pasada daba una charla en Carleton College,
Minnesota, sobre la presencia de Cuba en el imaginario norteamericano en los
últimos años, su inexplicable prestigio. Hablé, entre otros temas, sobre cómo
se estableció la homofobia de Estado a inicios de los años sesenta y cómo a
partir de los noventa ese mismo estado se ha apropiado del discurso
antihomofóbico. Entre las preguntas que me hicieron los estudiantes la más
profunda era al mismo tiempo la más elemental. ¿Por qué los homosexuales? La
pregunta, imagino, presuponía otras. ¿Acaso la Revolución Cubana no se suponía
progresista? ¿Acaso no había surgido para emancipar a los débiles frente a los
poderosos? ¿Por qué en lugar de defender los derechos de los homosexuales como
mismo se había propuesto con las mujeres o los negros había elegido a los homosexuales
como enemigos? ¿No es el comunismo un movimiento de izquierda y los derechos de
los homosexuales no son hoy parte de las agendas de los movimientos de
izquierda en todo el mundo? Creí entender que le era difícil asumir que "gente de izquierda" pensara, "al menos de cintura para abajo, exactamente igual que la gente de derecha" al decir del novelista chileno Roberto Bolaño. Quizás sobreentendí demasiado. Pero sobreentender
no es pecado si exige de uno respuestas más completas.
Es cierto que el castrismo no inventó la homofobia
cubana pero también es cierto que el comunismo institucionalizó la homofobia
nacional hasta un punto desconocido hasta entonces. Y así ocurrió no solo en
Cuba sino donde quiera que se asentara un gobierno comunista, al margen de las
diferencias culturales locales. Son varios (entre ellos el poeta HebertoPadilla) los que recuerdan la preocupación de los principales dirigentes de la
revolución (Fidel Castro, Raúl Castro, Ramiro Valdés) al viajar a otros países
del bloque comunista. Allí donde fueran se asombraban de no encontrar
homosexuales y de inmediato preguntaban cómo habían podido “resolver” el “problema”.
Entonces los anfitriones chinos, búlgaros o rusos enumeraban sus soluciones
locales: desde el asesinato en masa al encierro preventivo o la creación de rechazo
condicionado electricidad mediante.
Que la homofobia de Estado no fue una particularidad
del comunismo cubano lo confirma el artículo 121 del código penal soviético mediante
el cual la homosexualidad se castigaba con cinco años de prisión o la famosa
declaración de Máximo Gorky de que “Destrúyase la homosexualidad y el fascismo
desaparecerá”. La utilidad de la homofobia como instrumento de coacción hacia
toda la sociedad debió ser un elemento principal a la hora de escoger a los
homosexuales como enemigos. Bajo la acusación de homosexualidad se pretendía
arrinconar no solo a ciertas preferencias sexuales sino a todo tipo de
conductas que se consideraban inconvenientes a la hora “crear” la “nueva
sociedad”. En un editorial de la revista de los jóvenes comunistas cubanos en junio
de 1965 al explicar una campaña para la expulsión masiva de “contrarrevolucionarios
y homosexuales” de todos los centros de enseñanza media del país se advertía: “Algunos
pretenden, en su afán de frenar el proceso de Depuración por lo que les toca de
cerca, el dividirlo en dos procesos distintos: el de los contrarrevolucionarios
y el de los homosexuales. Nosotros decimos que la Depuración es una sola, que
tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de los otros en la
formación del profesional revolucionario del futuro. Es una actitud […] lo que
estamos analizando”. El esfuerzo por asociar conducta política y social, buscaba
excluir a todos “los que continúen por el camino de anteponer sus placeres, sus
desviaciones, sus intereses a los intereses de la Revolución”. Se parte del
principio de que todo el que no priorizara los intereses de la Revolución era un
contrarrevolucionario en potencia para excluirlo de la vida social primero e
internarlo más tarde bajo la acusación genérica de vagancia, de actitud
antisocial.
“Claro que no chocan contra la Revolución como
sistema,―decía Fidel Castro en un conocido discurso de 1963― pero chocan contra
la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios. Porque en la Revolución ven la ley, y ven el
orden, son contrarrevolucionarios, y lo que son unos... Bueno, lo que son todos los
contrarrevolucionarios. Porque son unos descarados, tan descarados como todos
los contrarrevolucionarios [porque] la contrarrevolución aglutina a lo peor,
desde el burgués hasta el mariguanero, desde el esbirro hasta el ratero, desde
el dueño de central hasta el vago profesional, el vicioso; y todo ese elemento
se junta para dar batalla a la ley, y a la Revolución, a la sociedad, para
vivir de vagos, para estorbar”.
El juicio en 1964 contra un supuesto delator de
estudiantes asesinados durante la dictadura de Batista se convirtió en un auto
de fe homofóbica. En dicho juicio la descripción de la manera de vestir el acusado
se usó como prueba de convicción dejándose entrever que la propia delación fue
la manera en que el acusado intentó vengarse de supuestas burlas sobre su
condición homosexual por parte de las víctimas. Un año más tarde uno de los
dirigentes de la Revolución se preguntaba en un discurso: “¿Cómo vamos a
tolerar nosotros a gente extraña, a tipos de actitud rara, que igual lo vimos un
día en la Plaza Cadenas para un día conocerlo como traidores?” Para de
inmediato asociar apariencia “homosexual” con traición: “ Porque esta gente
responde al mismo aspecto que el de Marcos Rodríguez”. Y a continuación
amenazaba: “O cambian y actúan como hombres y como mujeres, o no pueden ser
nuestros compañeros ni tampoco tienen derecho a estudiar con el sudor de los
trabajadores”.
De manera que puede verse la homofobia de Estado en
los regímenes comunistas como una manera de poner a la defensiva a toda la
sociedad y en especial a la intelectualidad. De disciplinarla en la obediencia
ciega a sus directrices. Eso en el sentido negativo, instrumental de la
homofobia. Pero también había un sentido “positivo”, ese que tenía que ver con
la concepción de la nueva sociedad y del “hombre nuevo”. Como dije en Carleton
College el marxismo surgió en un ambiente positivista y darwiniano, “en medio
del más árido y presuntuoso dominio del intelecto, de un sabihondo imperio de
profesores, carente de fantasía y amor” al decir del escritor Hermann Hesse. Tanto
en los regímenes comunistas en general como en la Revolución cubana en
específico se veía la homosexualidad como “subproducto del capitalismo”,
consecuencia de la degeneración de la sociedad burguesa, sobre todo de la vida
en las ciudades. Diría Fidel Castro en el discurso ya citado:
Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no
soy un técnico en esa materia, pero sí observé siempre una cosa: que el campo
no daba ese subproducto. Siempre observé
eso, y siempre lo tengo muy presente. Estoy seguro de que independientemente de
cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay
mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema.
Ante la concepción plana y unidireccional del “hombre
nuevo” se veía a la homosexualidad y a la exuberancia asociada con ella como un
desafío. La defensa de la diversidad asociada hoy con las agendas de izquierda fue
ajena a los regímenes comunistas. Su idea de defensa de las minorías pasaba por
la uniformización de estas. Como cualquier cartel de la Tercera Internacional su
aparente defensa de la diversidad humana pasaba por la uniformidad del gesto.
No es extraño que el movimiento de emancipación gay en los países capitalistas
fuera reflejado en la prensa comunista como una muestra más de la corrupción
del mundo burgués.
Por mucho que se insista en la homofobia de Estado
en el comunismo como resultado de la homofobia tradicional debe tenerse en
cuenta la persistente aspiración a la pureza de la ideología comunista. Una
pureza que pretendía supeditar todo interés humano a la construcción de una
sociedad que lo redimiría de una vez y por todas. Y ante tan alta
aspiración cualquier otra parecería despreciable, criminal. No es extraño que estos implacables aplicadores de las
leyes de la Historia vieran en la homosexualidad algo más que una opción
sexual. En la árida concepción comunista de la pureza -como para cualquier otra variante de utopía puritana- el homosexual era un
símbolo de su batalla espiritual y física contra enemigos más peligrosos: la frivolidad,
la belleza, la poesía. Hesse, escritor y homosexual, parecería estar refiriéndose a sus inclinaciones sexuales cuando se refirió a las relaciones entre
comunismo y poesía:
El comunismo tiene muy poco de poético; ya era así
en tiempos de Marx y ahora lo es todavía más. El comunismo, como toda gran ola
de poder material, llegará a constituir un serio peligro para la poesía; tendrá
poco sentido de la calidad y, con paso tranquilo, aplastará gran número de
cosas hermosas sin lamentarlo siquiera. Traerá consigo grandes cambios y un
nuevo orden, hasta que esté edificada la nueva casa para esa nueva sociedad,
por doquier abundarán los escombros, y nosotros, los artistas, nos veremos
desplazados si tenemos que hacer de peones. La gente aún se reirá más de
nosotros y de nuestras rebuscadas preocupaciones, tomándonos todavía menos en
serio que en tiempos de la burguesía.
Nota: Debo agradecer el haber contado para este post con el formidable Archivo de Connie.
Nota: Debo agradecer el haber contado para este post con el formidable Archivo de Connie.
Excelente trabajo. (Yo estuve en el círculo dantesco correspondiente a las UMAP desde 1965 a 1968). Pero viniendo a los tiempos actuales, noto muchos puntos de afinidad entre el comunismo como ideología y el Islam como ideología y no me refiero al Daesh, sino al Islam “normal”, el de todos los días.
ResponderEliminarExcelente artículo, Enrique, con tu acostumbrado ojo clínico para estos temas. Explica muy claramente el papel de la homofobia en el proceso revolucionario de depuración para producir un "hombre nuevo", cosa que los simpatizantes del régimen siempre han ignorado o negado.
ResponderEliminarBTW, me alegro que menciones el archivo de Connie porque ella ha colgado muchísimas muestras de publicaciones oficiales de la década del 60, en las cuales se ataca o denigra a los que eran diferentes, a los que no encajaban con el ideario revolucionario. Yo he bajado algunas porque es la única manera de mostrarle a los incrédulos lo que realmente pasó, son la prueba del gran paripé que fue, y es, la Revolución cubana.
Saludos
Por cada Hesse hay por lo menos diez intelectuales, o intelectualoides, que no ven o se hacen. Solamente con pensar en Sartre y su babeo por el "Che," por no hablar de su maoismo, me basta y me sobra para desconfiar de todo "intelectual."
ResponderEliminarExcelente como siempre. Quizás algún día nos daremos cuenta que el comunismo es una nueva forma de religión, donde el dios es el caudillo de turno que intercambia a los santos por los héroes, la promesa de un paraíso pero aquí en la tierra y sobre todo mucha fe para esperar que esa promesa llegue algún día.
ResponderEliminarNadie sabe que es peor, si a antigua homofobia communista o la moderna y rampante homofilia capitalista de la que ya participa el Raulismo en la persona de Mariela Castro, convertida en estrella del movimiento homosexual internacional
ResponderEliminar