Entró a mi oficina en el cementerio de La Habana no como si ya me conociera de antes sino como si fuera mi jefe de toda la vida y, no sabiendo cómo encargarme una misión desagradable y difícil, estuviera engrasándome el camino hacia ella con una verborrea apabullante. Era Carlos Ruiz de la Tejera el actor al que había visto tantísimas veces en la televisión declamando sus monólogos a quien veía por primera vez en persona y había algo de sobrecogedor en ese espectáculo. Ya me habían dicho que un monólogo que yo había escrito para un homenaje al escritor Héctor Zumbado e interpretado magistralmente por Osvaldo Doimeadios lo estaba representando Carlos en su peña en el Museo Napoleónico y en cuanto sitio apareciera. No era el único. Por esos días me llegaban noticias de que actores como Luis Alberto García y Tony Cortés y otros actores menos conocidos también habían incluido la “Plegaria a San Zumbado” en sus respectivos repertorios pero Carlos fue el único que se había asomado a conversar con el autor para pedir algo así como un permiso póstumo. Aunque eso es mucho decir porque Carlos no dejaba hablar a nadie. Recuerdo que ese día en la oficina del cementerio me sentí como Mafalda cuando su amiga Susanita rompía a hablar y el globo que contenía sus palabras la aplastaba contra los bordes del cuadro de la tira cómica. Recuerdo también lo que pensé en ese momento: encerrarlo a él y a Fidel Castro en una habitación armados únicamente sus verborragias a ver quién se imponía a quién, quién salía vivo de un encuentro que se prometía épico.
De aquella visita saqué en claro
únicamente un par de cosas: a) que el actor me estaba muy agradecido por el
monólogo que yo no había tenido oportunidad de cederle; b) que le gustaría interpretar
otros textos míos. A ello añadió una amable invitación a su peña donde
representaría mi monólogo. La colaboración entre nosotros no llegó muy lejos. Yo
estaba en mi fase “métase el gato por el culo” donde cualquier colaboración con
un artista oficialmente reconocido me parecía sospechosa así que le mandé textos
menos disimulados todavía que el de “San Zumbado”, más irrepresentables,
sospechando que Carlos no se iba a atrever con ellos. Y en efecto, cuando tuvo
que darme su opinión sobre esos textos fue la única vez que vi contenerse su
torrente verbal, cuando incluso creo recordar que llegó al tartamudeo y
explicarme que ese no era el tipo de textos que estaba acostumbrado a representar.
Meses más tarde me llamó para darme una
buena noticia: acababa de grabar “San Zumbado” en un programa especial dedicado
a él en la tele y me dijo la fecha en que salía. Por supuesto que yo, llegada
la fecha del programa, tenía en alerta roja a toda la familia para que vieran
al gran Carlos Ruiz de la Tejera representando un texto mío. Esa noche sin
embargo tuve que asistir al espectáculo de ver al actor representar uno tras
otros monólogos nuevos y viejos sin que apareciera por ningún sitio el que yo
había escrito.
Esa misma noche, entre las llamadas de
mis tías abuelas o mis padres preguntando qué había pasado recibí la del propio
actor pidiéndome disculpas porque luego de haber grabado el programa alguien
había decidido que mi monólogo no debía salir al aire y confirmándome de paso
algo que debía saber desde hacía rato: que mis textos no tenían espacio en la
televisión cubana. Tampoco es que fuera muy traumático porque ya hacía algunos
meses que había decidido irme del país e incidentes así no servían más que para
confirmar mi decisión. Esa fue la última vez que tuve noticias directas de
Carlos Ruiz de la Tejera. Llevaba tres años viviendo fuera de Cuba cuando
recibí, dedicado de su puño y letra (“Para Enrique con agradecimiento”) un CD con sus monólogos
que incluía –esta vez sí- su interpretación de mi texto. (Si me preguntan mi
opinión respondería sin dudas que de las representaciones de “San Zumbado” prefiero
la de Doimeadios, más sobria y punzante. Esa colaboración con Carlos Ruiz de la
Tejera que cuando lo veía de niño interpretar los famosos monólogos de Héctor Zumbado
me hubiera parecido impensable ahora no hacía más que subrayar la distancia que
separaba a nuestras generaciones en cuanto a la manera de concebir el humor).
Ahora que ha muerto me toca devolverle el
gesto. Menos por nuestra accidentada colaboración que por lo que, como parte de
generaciones de cubanos que disfrutaron sus radiantes apariciones en todos los
medios posibles le debemos: en la
televisión, en el teatro con el Conjunto Nacional de Espectáculos o en
solitario, en su primera y breve colaboración cinematográfica como joven
soldado en “Las doce sillas” o en aquella de mucho más peso como cronista de la
familia Orozco en “Los sobrevivientes” con su memorable “La historia de los
Orozco la escriben los Orozco”. Eso y muchísimo más debemos agradecerle porque
aquellos años oscurísimos para el humor y la sátira en los que criticar la
calidad de las croquetas proporcionadas por las cafeterías estatales era el
atrevimiento más inaudito alguien se atreviera a prestarle su panorámica boca
para reproducir los filosos(ficos) monólogos de Zumbado.
Gracias Carlos.
Muy bueno tu homenaje a Carlos Ruiz de la Tejera. Demuestra que eres,en esencia, un individuo inteligente. Me agradó esa anécdota y por supuesto el monólogo magistralmente interpretado por esa gloria nuestra que recién nos abandonó.
ResponderEliminarHace años no te visitaba y algo me disgustó allá por las páginas del 2012.
Bueno,vaya sereno.
Margarita.
enrisco bonito homenaje.que paso con el libro de lauzan, no le estarán pasando gato por liebre con el cuento de que le van a publicar para que eliminara el blog. será alguna editorial filial de cubadebate ?
ResponderEliminarlauzan cerro lo de guama y no se ha visto mas nada de el, creo que se le puede seguir un poco en "calderon de la canoa"
ResponderEliminarLlama la atención como los medios cubanos tildaron de "comico" o "comediante" a carlos ruiz de la tejera,un intento de minimizarlo en la memoria colectiva. parece que le dolía un poco los últimos chistes o la actitud anticastrista de sus últimos años. pero se fue un grande.un HUMORISTA con mayúsculas.
ResponderEliminarBien por Tejara, pero, Enrique, ya que te desterraron al cementerio quizá sepas algo sobre el caso de la tumba del fundador del banco Pedroso (qué hacía José Valdés Fauli visitando la tumba es otra pregunta). ¿Por qué no escribes algo sobre las profanaciones o apropiaciones que tal parece sucedieron allí?
ResponderEliminarExcelente homenaje. Excelente monólogo.Felicitaciones a Enrisco por su gran talento.
ResponderEliminarEn paz descanse Carlos Ruiz de la Tejera, sería muy grande (gran comediante) como dicen muchos, pero a mi en realidad nunca me gustó, por bocón (boca grande).
Saludos
Espe