Texto leído ayer en la conmemoración del 20 aniversario del hundimiento del remolcador "13 de Marzo" en el Donnelly Park de West New York, NJ:
Hoy es la víspera del 20 aniversario del
que posiblemente sea el crimen más horrendo y alevoso de la historia cubana.
Setenta personas que intentaban escapar de la isla en el remolcador 13 de Marzo
fueron emboscadas a la salida de la bahía de La Habana por tres embarcaciones,
bombardeadas con cañones de agua y luego hundidas tras varias embestidas. Y
todo esto a pesar de que a los atacantes se les hizo saber que en el remolcador
viajaban decenas de mujeres y niños. Según testimonios de los sobrevivientes, a
los atacantes no les bastó con hundir el remolcador sino que después, en lugar
de ofrecer asistencia a los que aún flotaban en el mar aferrados a los restos
del naufragio, navegaron en círculos a su alrededor tratando que el torbellino
creado terminara por ahogar a los que todavía pugnaban por salvarse. Si algo
impidió que consumaran la masacre, fue la cercanía de un barco de bandera
griega, ante la cual hicieron entrar en escena una nave del servicio de
guardacostas cubano que rescató a los sobrevivientes. Treinta y siete fueron
las víctimas de este crimen, entre ellas diez niños y trece mujeres, sin que
desde entonces nadie haya sido enjuiciado por ello. Extrañamente, ni uno sólo
de aquellos cadáveres fue rescatado, y ya ese simple hecho bastaría para
suponer un plan decidido de antemano en sus más pequeños detalles.
En lugar de la justicia más elemental,
este crimen vino acompañado por insistentes esfuerzos de la maquinaria de
propaganda del régimen cubano por demostrar que no había más responsables de la
muerte de tantas personas que las propias víctimas. Fidel Castro en persona justificó
el asesinato de esas 37 personas al afirmar que
“El comportamiento de los obreros –se refería a los asesinos– fue ejemplar porque trataron de que no les robaran su barco. ¿Qué les vamos a decir ahora –se preguntaba retóricamente– que dejen que les roben los barcos, sus medios de trabajo? ¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no querían que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico, pudiéramos decir, para que no les robaran el barco? ¿Qué les vamos a decir?”.
El régimen cubano –que,
sin dudas, había planificado minuciosamente el asesinato en lugar de atajar los
planes de fuga que seguramente conocía en detalle– insistió en que la causa del
hundimiento fue accidental mientras los obreros intentaban recuperar sus medios
de trabajo. Desconoció todas las evidencias acumuladas en contra de su versión.
Desconoció, como suele hacerlo, la lógica, y quiso demostrar que, incluso sin
el choque supuestamente accidental de las naves que perseguían al remolcador,
este se hubiera hundido sin remedio unas millas más allá de donde lo hizo. Con
lo único que no contó el régimen fue con el valor de varios de los
sobrevivientes que hicieron esfuerzos increíbles para que llegara hasta
nosotros su versión de los hechos.
Uno de los rituales más
antiguos del calendario cívico cubano es que cada 27 de noviembre se recuerde
que ocho estudiantes de medicina fueron fusilados en 1871, en los días de la
primera guerra de independencia, tras un juicio amañado, en el que habían sido
acusados de un crimen que no cometieron. La conmemoración de dicha fecha fue un
símbolo de resistencia en tiempos en que Cuba seguía sometida al yugo español,
o de resistencia a la injusticia durante la etapa republicana. Sin intentar
ponerle gradaciones a la infamia, podemos decir que la masacre del remolcador
13 de Marzo es un crimen todavía más repugnante, y no sólo porque allí
perecieron casi cinco veces más personas que en el caso de los estudiantes. Si
el crimen de los autores del plan de fuga del remolcador fue intentar escapar
de una miseria espantosa y buscar para ellos y para sus familias una vida mejor
y con más sentido que la que le ofrecía la dictadura cubana, ¿cuál fue el
crimen de los niños que apenas sí entendían lo que estaba sucediendo a su
alrededor? Los estudiantes de 1871 fueron juzgados y condenados por un crimen
que no cometieron, pero las víctimas del remolcador fueron juzgadas y condenadas
a muerte antes incluso de que abordaran la embarcación en el puerto de La
Habana.
Impecable el texto. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar"el justo reconocimiento de la inculpabilidad de los inocentes es probable que contribuya más al bien general que el mismo castigo de los culpables". Este fragmento -con el que Martí concluye su artículo sobre los estudiantes de medicina- me ha hecho meditar mucho. Quizá nunca sepamos los nombres de todos los culpables, pero lo importante (como bien dices) es que no olvidemos. Gracias Enrique.
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