No por esperada
la destitución de Abel Prieto al frente del
ministerio de cultura sorprende menos. Sorprende porque no solo escapa a nuestra
lógica sino a la que le atribuimos a los que tomaron la decisión. Porque digámoslo
claro, Abel Prieto -junto al del
interior- era el mejor ministro posible para el mantenimiento del
castrismo. No en balde eran hasta ayer los más veteranos entre sus colegas. En
la misma medida que Colomé Ibarra fungía como
policía malo Prieto fue inmejorable en el papel de policía bueno del Estado cubano,
al menos en relación a los artistas. Si el primero se encargaba de amenazarlos
con lo que les iba a suceder si se pasaban de la raya Prieto creó condiciones para que las amenazas no se viesen reducidas a la cárcel y al
destierro. Para ello lo primero que hizo con los
hambreados artistas de los 90 fue permitirles que tuviesen algo que perder.
Desde sus días al
frente de la UNEAC Prieto legalizó la fuga masiva de artistas para a
continuación darle un sentido favorable a los intereses del poder del que
dependía. Su consigna un tanto ridícula -por su aparente obviedad- de que “la
cultura cubana es una sola” no fue más que una actualización de la frase “Dentro
de la Revolución todo. Contra la Revolución nada”. Ya que no podía retener
dentro de las fronteras nacionales a los artistas habría que persuadirlos de
las inconveniencias –una vez fuera- de criticar el poder que directa o
indirectamente los había expulsado de su país. O sea, brindarles la posibilidad de que quedaran dentro de la Revolución incluso viviendo fuera de la isla mientras a los díscolos se les seguiría reservando un espacio en la Nada. Fue su política la de las
puertas abiertas del país en ambas direcciones mientras se cumpliera con los
rituales de la docilidad, el silencio o, en caso extremo, la crítica
controlada e inconsecuente. A los que permanecían les otorgó una serie de
privilegios –libre venta de su obra, contratos en el extranjero, viajes,
subvenciones puntuales a ciertas figuras ya en declive, adquisición de casas o
vehículos, inversión en ciertos sectores, intercambio con instituciones
foráneas- con los que el resto de la población cubana solo podría soñar. Fue en ese
sentido un adelantado de las actuales reformas raulistas y su mayor mérito fue
convencer al poder de la conveniencia de cambios en un sector altamente volátil
y amenazado por la destrucción o la fuga. Entender y hacer comprender a viejos
empecinados en obsoletos modelos de control que una mínima
flexibilidad económica y de movimiento iba a traer dividendos impensables por
el antiguo sistema de extorsión.
El éxito de su
política está a la vista. Nunca como ahora la clase intelectual y artística ha
gozado de mayores privilegios en la historia del país hasta el punto que la
fuga ha dejado de ser una prioridad y muchos de los que escaparon años atrás se
plantean la conveniencia de asentarse en Cuba o al menos invertir en bienes
raíces mientras mantienen abiertas las puertas del mercado internacional. Mérito
suyo es que muchos artistas e intelectuales que en otras circunstancias
hubiesen sido mucho más críticos hoy sean extraoficiales embajadores de buena
voluntad del régimen minimizando la represión a que sigue sometida la
sociedad cubana y proclamando la buena nueva del apoliticismo dócil. Convertirlos en una suerte de castristas por cuenta propia.
El resultado
global es una cultura que se vuelve cada vez más pobre mientras sus
representantes consiguen enriquecerse o algo parecido. Pero
lo cierto es que todos los cambios en la esfera cultural se han
producido sin que el poder tuviese que esforzarse en respetar la libertad de
expresión. No es menos evidente que las reformas introducidas por Prieto
habrían sido imposibles sin la conservación y reajuste de un aparato represivo
que distribuye privilegios o castigos en correspondencia con la conducta política
–u ocasionalmente apolítica- de sus súbditos. Que solo en contraste con la saturación ideológica que imperó en la era del castrismo clásico se le viera a la neutralidad promovida desde las oficinas del ministerio de cultura un cariz liberador. Se trata de una situación penosa
si se mide desde la perspectiva de la cultura o los derechos individuales pero
inmejorable para el mantenimiento de un sistema opresivo que no se encuentra en su
mejor momento. Es ese legado entre astuto y atroz de Abel Prieto lo que hace sorpresiva una
destitución que se venía anunciando desde hace más de una década.
Magistral articulo. Habria que pensar, sin embargo, en la funcion que cumplen de estas figuras que apreden a navegar en los espacios totalitarios y crean ciertos espacios de apertura. Pienso en gente como Gorbachov y Boris Yeltsin que pasaron de ser cuadros del partido a figuras que dirigieron uno de los cambios de mas repercusion historica en el siglo XX. No insinuo que Abel Prieto tenga esa dimension ni mucho menos pero de todas maneras creo que hay que entender la importancia de esas figuras que aprenden a navegar en los estados totalitarios, y abrir ciertas zonas de tolerancia en los mismos, con miras a una posible transicion en la isla.
ResponderEliminarestoy de acuerdo contigo solo que si esos espacios de apertura no se traducen en aperturas reales terminan reforzando el poder que se pretendia cambiar. no pretendo adivinar las intenciones de Prieto, solo evaluar los resultados de sus acciones. no me extrañaria que en privado manejara un doble discurso: al poder le dijera que eso era lo que convenia hacer para sostenerse en el poder y a los que buscaban un cambio les explicase que esa era la unica manera de conseguir ciertos cambios desde adentro. es la situacion clasica de quien se ve entre un poder cerril y las necesidades de reformas. la diferencia con Gorbachov y Yeltsin es que estos si tenian un poder efectivo y una mayor voluntad para llevar a cabo estos cambios mientras que el ministro pelú era apenas una marioneta en manos de los Castro y nunca, dicho sea de paso, se le vio demasiado incomodo por serlo.
ResponderEliminarTienes mucha razon Enrisco , pero si aceptamos como buenas tus apreciaciones , llegamos a la conclusion que el pelu pinareño no solo practica la doble moral , sino que es todo un inmoral .
ResponderEliminarEn fin , creo que de esa laya habra muy poco que rescatar en un futuro , porque aunque Gorbachov y Yeltsin fueron algo parecido , al menos sirvieron para algo .
Los de afuera no tenemos manera de saber cuales son los hilos que se mueven. Quiza lo estan sacando del medio previendo circunstancias que se avecinan; quiza le piensan dar parte del pastel que ya se reparte en Cuba y para lo cual no debe fungir como Ministro de Cultura. Imposible saber las manipulaciones, trampas y rejuegos de una dictadura de mas de 50 annos en total impunidad. Solo deseo que algun dia salgan a la luz. Personalmente no deseo ver a ninguna de estas gentes formando parte del futuro de Cuba. Quiza esto es mucho pedir, pero toda persona adulta y racional que se ha prestado para formar parte de este gobierno deberia ser expresamente excluida y sus actos y contribuciones juzgados.
ResponderEliminar