miércoles, 19 de enero de 2011

Correo martiano

Como a cualquier hijo de vecino me llegan a cada rato mensajes ya sea demostrando la infinita grandeza e inteligencia del pueblo cubano a lo largo de su historia o la infinita abyección que vive en el presente. Un subgénero de estos mensajes son los correos martianos. Hoy le tocó a un párrafo de un discurso de Martí (el del 10 de octubre de 1887 en el Masonic Temple, Nueva York) y su posición sobre las visitas a Cuba, tema en el que era más drástico que Vigilia Mambisa:


Así vivimos: ¿quién de nosotros no sabe cómo vivimos?: ¡allá, no queremos ir!: cruel como es esta vida, aquella es más cruel. ¡Nos trajo aquí la guerra, y aquí nos mantiene el aborrecimiento a la tiranía, tan arraigado en nosotros, tan esencial a nuestra naturaleza, que no podríamos arrancárnos sino con la carne viva! ¿A que hemos de ir allá, cuando no es posible vivir con decoro, ni parece aún llegada la hora de volver a morir? ¿Pues no acabáis de oír esta noche una voz elocuente que nos sacaba, recordando aquella vergüenza, las llamas a la cara? ¿A qué iríamos a Cuba? ¿A oír chasquear el látigo en espaldas de hombre, en espaldas cubanas, y no volar, aunque no haya más armas que ramas de árboles, a clavar en un tronco, por ejemplo, la mano que nos castiga? ¿Ver el consorcio repugnante de los hijos de los héroes, de los héroes mismos, empequeñecidos en la pereza, y los viciosos importados que ostentan, ante los que debieran vivir de espaldas a ellos, su prosperidad inmunda? ¿Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver, a la caterva que florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver un burócrata insolente que pasea su lujo, su carruaje, su dama, ante el pensador augusto que va a pie a su lado, sin tener de seguro donde buscar en su propia tierra el pan para su casa? ¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en complicidades vergonzosas al talento, en compañía impura a las mujeres, sin los frutos de su suelo al campesino, que tiene que ceder al soldado que mañana lo ha de perseguir, hasta el cultivo de sus propias cañas? ¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo, en quien el juicio llega hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¡Ir, a tanta vergüenza! Otros pueden: ¡nosotros no podemos!
En fin, un Martí demasiado cómodo para los que no tenemos una madre o una abuela a la que visitar y demasiado incómodo para los que pretenden reconciliarse con una situación que coincide punto por punto en ese discurso pero que no obsta para que todos coincidan en seguirse llamando martianos. Porque como los dulces de Grau, hay Martí para todos.

3 comentarios:

  1. Excelente. Nuestro Marti, hombre digno y pensador ilustre para siempre.

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  2. Nada nuevo bajo el sol, ¿no? Saludos. MI

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