“No se puede confundir a un rebelde con un criminal aunque la sociedad tache con frecuencia de criminal al rebelde, aunque a veces el criminal, para ennoblecer sus actos, se manifieste como un rebelde. El rebelde actúa solo: es el hijo más fiel de su comunidad, que, a su vez, es para él la meta de su oposición y de su rebeldía; el mundo que combate representa para él una plenitud de relaciones vivas cuyos hilos han sido simplemente sumergidos en la confusión de la maldad demoníaca; y su misión consiste en esclarecerlos y ordenarlos de acuerdo a un plan mejor.”
Hermann Broch
No han sido rebeldes los que han abundado en la historia cubana en el último medio siglo. Al contacto con la descripción anterior la aureola de los dos rebeldes más célebres que la isla ha legado al mundo se desvanece. Al Che Guevara sería imposible confundirlo con el hijo más fiel de una comunidad que sólo conocía de oídas cuando decidió liberarla. En dos años por los montes se hizo del país la imagen que quiso y que luego intentó recomponer con fusilamientos y con discursos llenos de una decepción franca y reclamos de un hombre nuevo porque los existentes obviamente no encajaban en sus planes. Fruto de ese autoengaño fue su manual -La guerra de guerrillas- que demostró su inutilidad en la primera ocasión que tuvo de ponerlo en práctica.
Sólo en apariencia parece cumplir esos requisitos del rebelde Fidel Castro. Lo que al principio pareció claridad no fue más que el enturbiamiento definitivo de viejas maldades. Echando mano a historias enterradas y a unas cuantas frases y provocaciones fingió reeditar la batalla entre David y Goliat para concentrarse en aplastar a todo el que se le opusiera en la isla. “Si los Estados Unidos no existieran habría que inventarlos” dijo Sastre intuyendo el elemento principal de la fábula castrista, un personaje monstruoso, y a la larga inofensivo, que permitiera encubrir la trama real que no era de rebeldía sino de opresiones.
No es excesiva la atención prestada a Yoani y a otros que encarnan hoy la verdadera rebeldía sin apenas pretenderlo. A ellos les basta señalar esas relaciones vivas que sostienen con su comunidad para, sin romper nada, empezar a cambiarlo todo: difícil ver una víctima en un régimen que persigue a unas cuantas mujeres escrupulosamente desarmadas de todo lo que no sean sus respectivas verdades. De ahí el intento de situar tras ellas la sombra de algún imperio, de agrandar su imagen para luego atacarlas como si del propio Goliat se tratara. Es un truco demasiado viejo pero se encomiendan a él no sólo por su probada efectividad sino porque no conocen otro. Suena increíble pero a estas alturas todavía se pretenden víctimas de una simple mujer y de toda la luz que ha conseguido reunir.
Que bien dicho Enrisco: la rebeldía de una mujer sola, armada de verdades, y poco a poco acompañada por otros tan aparentemente inofensivos como ella está haciendo mucho daño a los falsos rebeldes, reales criminales. Un saludo.
ResponderEliminarCoup de Chapeau, Enrique, no hay otra manera más brillante de decirlo que como tú lo haz expresado. Gracias
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