Hoy no hay nada más urgente que expresar mi deseo de que pasen una feliz Navidad. Más allá de toda la mojiganga navideña esta noche vale por el placer reunirse y pasarla bien. Los dejo con lo que ya es un clásico del humor cubano: el recuento de Fermín Gabor de una antigua Nochebuena en casa de los Vitier.
Fina y Cintio contra el Lechón Jiribilla
¿Cuándo volverá? La Nochebuena, ¿cuándo volverá?
Fermin Gabor
Hace poco se jirinavideñizó La Jiribilla y entregó a sus lectores una postal, un cromito, una vitola, donde Cintio Vitier y Fina García Marruz se agencian un lechón de fin de año. Félix Contreras narra el episodio sin saber en cuál fecha datarlo: ¿fue en el 67 o en el 68 o en el 69? La cuestión, sin importancia al parecer, pesa lo suyo. Porque en 1968 Cintio Vitier dio un giro al timón del pisicorre familiar, tocó el violín y se hizo ñángara. Ubicar, pues, ese lechón en la biografía del matrimonio Vitier-García Marruz es trabajo pendiente para biógrafos.
¿Fintio y Cina abrieron como un zipper el pellejo tostado del lechón antes o después de que se produjera la conversión política de ambos? ¿Comían de ese lechón dentro del desacuerdo con el gobierno? ¿El asado aquel era fiesta en las catacumbas cristianas o jolgorio cederista? ¿Celebraban, junto al nacimiento del Niño Rey, otro aniversario de la Revolu Cubana? No es bobo Félix Contreras cuando dice no acordarse de la fecha en que buscó un puerquito para el diputado Vitier y señora. Pero ya hubiesen andado éstos o no el camino de Damasco, lo verdaderamente arduo de recorrer (más, con un puerco encima) era la carretera entre Pinar del Río y La Habana.
Parte Contreras en busca del lechón obtuso y clásico (de estos adjetivos culpen a Madame García Marruz) y, en plena Operación Barrio Adentro, celebra cónclave con la tía Amada, con Mayita y Macuca, con Joseíto y Asunción, con los primos Lazarita, Riguito, Adita, Ramonita y El Niño. Hasta con Mercy, tú. Y así les habla Contreras: “Caballeros, en La Habana hay un par de origenistas sin lechón que están hechos dos perros de Pávlov. Gente culta que ve la luz del imposible. Visitaciones van, visitaciones vienen, y ni un chicharrón crispa el fogón fragoroso. No transfiguran, llevan las miradas perdidas. Y a ver qué puede hacerse, gente mía, para que puedan encontrar el verdadero rostro de la Patria”.
A lo que el coro de parientes le riposta: “Ah pobreza irradiante, sol del mundo moral”.
Y la tía Amada, que se las sabe todas, echa a ver lo difícil de cursar que son las carreteras, erizadas como están de policías que examinan maleteros y jabucos. Así que es necesario encontrar la manera de pasar ese lechón por todas las aduanas que se extienden entre Pinar del Río y La Habana. Y lo compran y lo matan, lo limpian bien, lo afeitan. Y muy bien que lo envuelven, la cabeza asomante, y en cada uno de los detenimientos policiales el mandadero anuncia que lo que lleva ahí es una estatua del Apóstol destinada a Cintio y Fina, connotados estudiosos de su obra.
¡En un carro de hojas verdes a morir lo han de llevar! Félix Contreras narra el desenlace de esta aventura suya como contrabandista: “Y el dichoso lechón arribó, al filo del mediodía, todo un ‘héroe’ tras incontables avatares y montones de dinero en su inversión… Cuando lo deposité en el amplio salón, por supuesto seguido de ventanas cerradas (…), Fina, expectante, azorada, bañada en lágrimas, abrazada a Cintio, miraba al animal rendido a sus pies.”
Expectante la Fina, pues calculaba si el bicho aquel daría más carne que manteca (o viceversa). Azorada, por hallarse metida en vero contrabando. Bañada en lágrimas, porque el dolor resultaba tan cuantioso como esa magdalena proustiana que le traía en oleadas su pasado. Y abracada a Vitier porque, hasta tanto no pasara por un baño de naranja agria y unas horas de fuego, no podría ella pegarse al puerco.
Lo había anunciado ya, desde su primera frase, la más grande prosa escrita nunca por un cubano. Tan previsoramente como todo lo suyo, José Martí dejó anotado en su Diario de campaña: “Fina, mondongo, llorando ante el lechón”. Y ahora Félix Contreras avisa que no tiene reparo alguno en contar lo que le tocó hacer cuando (¿fue en el 72 o en el 99?) Cintio Vitier le comentó que Fina añoraba un bistec de res con papas fritas. Un bistec de res con papas fritas como aquellos de antes.
ENRISCO, LO MISMO. JAPI JOLIDEIS
ResponderEliminarFeliz Navidad y próspero año nuevo Enrisco.
ResponderEliminarUna joyita d Gabor,como todo lo q deja caer,como al descuido,en La Lengua Suelta..
Ahora mismo mis viejos deben estar mordiendo unas masitas d puerco,gracias a los quilos q pude mandarles,mientas en los corredores monárquicos d La Habana,debe estar corriendo la Champaña y el Habana Club más añejo..pero todo el amor d este mundo,no cabe ahora mismo en mi pecho,y todo es para mis padres..para los monarcas en guayabera y uniforme verde olivo,todo mi odio y desprecio.
Enrisco,vi q entraste a mi blog,y m dejaste un comentario.T agradezco.Aqui estoy.
Aunq no nos conocemos,tenemos un amigo común:Francisco Garcia Gonzales.
Sus libros y los tuyos (el último cuento d aquel d Pinos NUevos,una joyita )m han ayudado a sonreir en Tierra baldia.
Michell, franki es mi hermano lo que nos convierte mas o menos en primos. las gracias y un abrazo.
ResponderEliminarEnrisco:
ResponderEliminarFranki y yo nos encontrabamos frecuentemente en esos seudo-encuentros d ¿escritores?(bueno..él sí,yo un hijo del intento desde la poesía),en los q entre tragos d ron barato y conspiración a media voz,dejábamos correr las horas.Allí hablábamos d todo menos d libros,Franki m comentó alguna vez del encuentro q tuvieron en Monterrey,d la amistad q compartian desde la U.H,junto a Mabel Suarez,Ricardo Quiza..estos 2 también buenos amigos,y d los q no he sabido nada desde mi salida d Cuba..en fin..
Otro abrazo