Aquí les van unos fragmentos de monólogos de Woody Allen cuando era stand up comedian. Abajo un video del propio Woody Allen haciendo el monólogo del alce.
• Una vez, va y me secuestran. Estaba parado delante de la escuela cuando de pronto llega un coche negro, bajan dos tipos y me preguntan si quiero ir con ellos a un país donde todo son hadas y duendes y podré tener todos los tebeos que quiera, y bombones de chocolate, y golosinas, ya saben. Y yo les dije que sí. Entonces subí al coche con ellos, porque pensé, qué diablos, este fin de semana tampoco tengo nada que hacer.
Así que se me llevan y envían a mis padres una nota de rescate. Pero resulta que mi padre tiene malos hábitos de lectura, y aquella noche se acostó con la nota de rescate y se quedó dormido antes de terminarla. Entretanto, me llevan a Nueva Jersey maniatado y amordazado. Cuando mis padres comprenden por fin que estoy secuestrado, pasan a la acción de inmediato: alquilan mi habitación.
La nota de rescate dice que mi padre debe dejar mil dólares dentro de un árbol hueco en Nueva Jersey. Reunir los mil dólares no le costó nada, pero al cargar el árbol hueco hasta Nueva Jersey se hernió.
(…) El FBI rodea la casa. "Soltad al chico -exigen-, dadnos las pistolas y salid con las manos en alto." Los secuestradores contestan: "Soltaremos al chico, pero dejad que nos quedemos las pistolas y que subamos al coche." El FBI dice: "Soltad al chico y subid al coche, pero dadnos las pistolas." Los secuestradores insisten: "Soltaremos al chico, pero dejadnos quedar con las pistolas, no necesitamos el coche." El FBI contesta: "Quedaos con el chico.. ." Esperen un momento, creo que aquí he metido la pata. El FBI decide utilizar gases lacrimógenos. Pero no tienen gases lacrimógenos, de manera que varios de los agentes empiezan a interpretar la escena de la muerte de Camille. Con los ojos arrasados de lágrimas, mis secuestradores se rinden. Los condenan a quince años de trabajos forzados, pero doce de ellos se fugan, unidos por una larga cadena sujeta a los tobillos, haciéndose pasar por una gigantesca pulsera de amuletos.
• Disculpen un momento, pero es que debo comprobar la hora. Aquí son muy puntillosos respecto a la hora, y, por lo que oigo ahí detrás, parece que el conjunto ya ha comenzado a preparar sus instrumentos. » (Contempla el reloj y lo levanta en alto, como para que lo vieran los 1.200 espectadores). «No sé si ustedes lo verán, pero es un reloj muy elegante.» Se lo acerca a la cara y lo examina con atención. «Tiene incrustaciones de mármol. Creo que me da un aire italiano.» Una pausa. «Me lo dio mi abuelo en su lecho de muerte. Y muy bien de precio.»
• Y ahora viene una historia que les parecerá increíble. Una vez cacé un alce. Me fui de cacería a los bosques del estado de Nueva York y cacé un alce. Así que lo aseguré sobre el parachoques de mi automóvil y emprendí el regreso a casa por la carretera de West Side. Pero lo que yo no sabía es que la bala no le había penetrado en la cabeza; sólo le había rozado el cráneo y lo había dejado inconsciente. Y justo cuando estaba cruzando el túnel de Holland, el alce se despertó. Así que estaba conduciendo con un alce vivo en el parachoques, y el alce hizo señal de girar. Y en el estado de Nueva York hay una ley que prohíbe llevar un alce vivo en el parachoques los martes, los jueves y los sábados. Me entró un miedo tremendo. Y de pronto lo recordé: unos amigos míos celebraban una fiesta de disfraces. Iré allí, me dije. Llevaré el alce. Me desprenderé de él en la fiesta. Ya no será responsabilidad mía. Así que me dirigí a la casa de la fiesta y llamé a la puerta. El alce estaba a mi lado. Cuando el anfitrión abrió, lo saludé: "Hola, ya conoces a los Solomon. " Entramos. El alce se incorporó a la fiesta. Le fue muy bien. Ligó y todo. Un tipo se pasó una hora y media tratando de venderle un seguro. Dieron las doce de la noche, y empezaron a repartir los premios a los mejores disfraces. El primer premio fue para los Berkowitz, un matrimonio disfrazado de alce. El alce quedó segundo. ¡Eso le sentó fatal! El alce y los Berkowitz cruzaron sus astas en la sala de estar, y quedaron todos inconscientes. »Yo me dije: Ésta es la mía. Me llevé el alce, lo até sobre el parachoques y salí pitando hacia el bosque. Pero me había llevado a los Berkowitz. Así que estaba conduciendo con una pareja de judíos en el parachoques. Y en el estado de Nueva York hay una ley que, los martes, los jueves y muy especialmente los sábados... A la mañana siguiente, los Berkowitz despertaron en pleno bosque disfrazados de alce. Al señor Berkowitz le dieron caza, lo disecaron y lo colocaron como trofeo en el Club Atlético de Nueva York. Pero les salió el tiro por la culata, porque es un club donde no se admiten judíos.
Jua, ja, jaa..!
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