martes, 14 de mayo de 2024

Un cineasta en libertad


Hace apenas unos días, cuando me enteré que el cineasta iraní Muhammad Rasoulof había sido condenado a ocho años de prisión más una salvajada de latigazos, me puse a buscar sus películas. Algo más que agradecerle a la infatigable revolución iraní. Tuve suerte, en Kanopy, el servicio de streaming de las universidades está la mayoría de su filmografía.

He visto un par de películas de Rasoulof. “Isla de hierro” y “Los manuscritos no arden”. La primera es sobre una comunidad de gente pobrísima del sur de Irán que sobrevive en un enorme barco abandonado. Nada de realidades paralelas ni distopías simbólicas. Gente pobre que malvive en condiciones infrahumanas comandadas por un tipo que coordina la miseria e imparte la idea de justicia que tiene que no es tal sino lo que cree para contener la amenaza del caos. Algo ridículo y risible si no se contara con la honestidad y la tensión con que lo hace Rasoulof.

“Los manuscritos no arden”, en cambio, cuenta las peripecias de un padre con un hijo enfermo que se gana la vida persiguiendo a disidentes del régimen, torturándolos, o asesinándolos cuando es necesario. No se puede humanizar más a un verdugo que verlo preocupado por la salud de un hijo y aún así no le resta un ápice al horror de las atrocidades que comete. En este caso se trata de la persecución de un grupo de escritores “desafectos” mientras la mujer se pregunta si la enfermedad del hijo no se debe a las maldades que comete el padre para sobrevivir, auna suerte de castigo divino. Por lo demás nada que no conozca quien haya vivido bajo una tiranía: las burdas justificaciones del poder para justificar su represión -en este caso se trata de serle agradable a Alá- y el empeño que ponen los perseguidores en demostrar que sus perseguidos son gente inmoral.


De un tiempo a esta parte he visto bastante cine iraní -anterior y posterior a la revolución de 1979- y encuentro una cualidad notable en él: su libertad conectada a una seria y profunda comprensión del mundo que describe. No es un cine que parezca preocupado por las mismas cosas que desvelan a buena parte del cine mundial: entretener y asombrar. Las tomas pueden llegar a ser dolorosamente lentas, casi pornográficas, pero no se les puede acusar ni de frivolidad ni de esnobismo. También llama la atención otro detalle: la insalvable distancia que guardan los cineastas con el poder. No hay ningún guiño a viejos sueños compartidos. Ni siquiera nostalgia por una vieja luna de miel entre intelectuales y poder, si alguna vez la hubo. Puede que se deba a que el cine es la más moderna de las artes mientras que la revolución que condujo el ayatollah defendió desde un principio valores eminentemente reaccionarios frente a la modernidad que proponía el gobierno del sha, que incluso opresiva no dejaba de ser moderna.

Hoy me entero que el cineasta Muhammad Rasoulof ha respondido al inminente cumplimiento de su condena exilándose. Se rumora incluso que puede que aparezca en el festival de Cannes -estremecido ahora mismo por las denuncias del Metoo- para presentar “The Seed of the Sacred Fig” (La semilla del higo sagrado) cuyo estreno en el festival quería impedir el gobierno islámico de Irán a cambio de anularle la condena al cineasta. Una decisión tremenda para cualquier cineasta en cualquier parte del mundo por lo complejo que resulta reanudar una carrera técnica y financieramente tan exigente. Pero la tiranía iraní se la ha puesto demasiado fácil. La cárcel y los latigazos no son necesariamente la última parada del horror iraní. Hace apenas unos meses el legendario cineasta Dariush Mehrjui fue asesinado a sus 83 años junto a su esposa durante un supuesto robo en su casa con un modus operandi similar al que retrata Rasoulof en “Los manuscritos no arden”. Esperar que la realidad no retrate a la ficción que a su vez se inspira en la realidad es ser demasiado ingenuo incluso para un artista.

1 comentario:

  1. Miguel Iturralde15 de mayo de 2024, 9:51

    Es interesante este tema. He visto unos cuantos filmes iraníes, como "A Separation" y "Children of Heaven", en los cuales tratan dilemas familiares de forma muy realista. Incluso, ponen de relieve cándidamente la miseria en la que viven algunos sectores. Lo cual contrasta con lo que he escuchado de personas de la fe musulmana, quienes profesan que la caridad es parte integral de su doctrina. Y en la práctica, cada uno acoge su condición en total obediencia a Dios. El pobre en su miseria, y el poderoso en lo suyo. Quizás por eso no hay conflicto entre el proceder de un verdugo cruel que también es un padre de familia ejemplar, porque en ambos casos obra según su destino. Saludos.

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