sábado, 9 de noviembre de 2019

Discurso de la víspera



Texto leído anoche ante el pueblo de West New York reunido para la ocasión:

Quiero darles la bienvenida a todos los convocados aquí a celebrar un día como mañana. Porque no sé si recuerdan que hace 29 años y 364 días a un grupo de alemanes posmodernos les dio por deconstruir el muro de Berlín. Un muro erigido décadas antes para proteger al Berlín comunista de la envidia capitalista. Estamos reunidos por eso y porque hace 51 años y 364 días la señora Magda Arrocha tuvo a bien dar a la luz pública al autor de estas palabras y de buena parte de los platos que se están comiendo hoy.
La idea de esta celebración no es el culto de mi más bien penosa personalidad. Ni mucho menos mi intención es restregarles a los pobres autores de mis días uno de sus mayores errores en sus vidas mayormente decentes, casi ejemplares. Cualquiera comete un error y rectificar es de sabios. Y doy fe que mi a padre no le faltó sabiduría e hizo todo lo que pudo para rectificar su error, chancleta en mano. Sin embargo hay cosas irremediables a menos que tenga el temple de ese gran inspirador de padres arrepentidos que fue Herodes. Y el viejo tiene bastante de Cocodrilo Dundee, si Cocodrilo supiera usar la chancleta tan bien como lo hacía él, pero en cambio no tiene suficiente de Herodes.
Amante de la historia desde pequeño siempre me preguntaba por qué mi madre no había tenido a bien desovarme un día con mayores resonancias históricas. Tenía amigos que habían nacido el primero de enero, el 13 de marzo, el 26 de julio, el 10 de octubre mientras que yo debía conformarme con la insignificante fecha del 9 de noviembre. Hasta que justo en la noche del 9 de noviembre de 1989, la misma en la que yo me disponía a celebrar el 22 aniversario de mi natalicio, a un grupo de alemanes les dio por ejecutar el performance más importante de la historia posmoderna desmontando simbólica y literalmente el muro más famoso del último siglo.

Treinta años después el muro de bagazo reforzado con soya que rodea mi isla natal sigue en pie pero en cambio tengo mucho que celebrar. La primera de ellas es estar del lado de acá del muro. Y sobre todo hacerlo con todos ustedes y entre ellos, especialmente, mis padres que, arrepentidos y todo del mayor error de sus vidas, han terminado por encariñarse con él. A ellos y a todos los demás les agradezco que estén aquí hoy ayudándome a despachar toda esta comida. Esperemos que haya cocinero para rato. Muchas gracias y que siga la fiesta.

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