domingo, 19 de julio de 2015

La poesía y la razón

Rafael Rojas en “La Razón” de México escribe un artículo de opinión, de la opinión apresurada y con pocos matices común a la mayor parte de la prensa, para hacer notar cómo, siguiendo un viejo modus operandi, el régimen cubano hace de la violencia contra los propios cubanos parte del mecanismo (de freno) en la negociación con los norteamericanos.
Así como la oposición subordina su activismo al boicot de la normalización diplomática, el gobierno cubano reprime para afirmar su soberanía en medio de las negociaciones con su enemigo histórico. La represión no es sólo una rama de la política doméstica cubana, amparada por la ley, sino un instrumento de política exterior, que permite al régimen poner frenos al acercamiento a Estados Unidos y a la exposición de la isla a los organismos internacionales de derechos humanos.
O sea, la política exterior cubana contada a los niños o a ese niño que es cualquiera respecto a los asuntos que no le incumben directamente en seis breves párrafos. Peligroso que alguien como Rojas considere “boicot de la normalización diplomática” y subordinación a “la línea política de los congresistas cubano-americanos y de una parte de la derecha republicana” el mero ejercicio de sus derechos como oposición y como simples ciudadanos. Porque –podría argumentarse sin dificultad- tal parecería que algo tan elemental como los derechos humanos y civiles quedara reducido en el caso cubano a ser parte de la agenda más conservadora de la política norteamericana. Los derechos -cubanos- como pura cuestión reaccionaria.

Sin embargo Néstor Díaz de Villegas le responde en un artículo (Rafael Rojas contra la oposición) el doble de extenso no al argumento principal de Rojas sino a lo que parecería en el artículo del académico simple reconocimiento de verdades universalmente aceptadas. El artículo de NDDV es tramposo -como todo lo de él- en el mejor sentido. Rojas no "esgrime" el argumento de que " que algunos de sus líderes dependen financiera y políticamente de organizaciones del exilio". Simplemente acepta ese caballo de batalla de la propaganda castrista (que a veces coincide con la realidad) ya sea por la pereza que nos ataca a todos a cada rato cuando se trata de discutir las complejidades de la política cubana ante un público desinteresado o vagamente hostil o para apuntalar su posición de juez imparcial. NDDV se agarra de esto para lanzar una de sus afirmaciones más contundentes. La de que "la oposición es la mayoría absoluta en Cuba. Minoritario es, y ha sido siempre, el número de personas dispuesto a enfrentar la violencia y tomar acción".

Hay que reconocer que la afirmación de NDDV tiene mucho de poética, de hiperbólica puesto que si bien uno puede imaginarse que es mayoritaria la idea de que aquel sistema "no sirve", "no funciona", (tanto que hasta así lo han reconocido en su momento los hermanos Castro) los resortes totalitarios que han existido en Cuba durante más de medio siglo impiden a esa mayoría cubana tener conciencia de sí misma y con ello a generar algo a lo que se le pueda llamar una opinión más o menos consciente de rechazo mayoritario al estado de cosas reinante. Lo más cerca que se acerca entre los cubanos a un rechazo mayoritario del castrismo son sus planes migratorios. Pero si la mayoría cubana vota con los pies en sus planes de darse a la fuga al mismo tiempo está dispuesta a renunciar a casi cualquier derecho con tal de poder volver de visita a la isla al año y un día. O para conseguir alguna ventaja en esta feria de venta de esperanzas al por mayor en que se ha convertido la llamada "normalización". La oposición en su conjunto, (en su sentido más amplio, desde Tania Bruguera, Yoani Sánchez y Estado de Sats hasta las Damas de Blanco y la UNPACU), con independencia de quien los financie, está tratando de hacer valer esos derechos postergados por las negociaciones y no este o aquel interés de los congresistas cubano- americanos en particular o republicanos en general. Solo en ese sentido -que no es poco- en estos días pueden considerarse representantes de la mayoría.

Hay un punto en el que la visión de Díaz de Villegas sobre las relaciones bilaterales y sobre el funcionamiento de ambos gobiernos a estas alturas del partido adquiere una perspectiva mucho más vasta que la que ofrece Rojas, más concentrado en explicar la vieja dinámica con que el régimen cubano sule enfrentar este tipo de negociaciones. Es cuando NDDV afirma que
“Lo que se combina, más bien, en el actual “cruce de posicionamientos públicos sobre democracia y derechos humanos” (sic), es la tendencia cada vez más pronunciada de la administración Obama a legislar por decreto, a dirigir la política exterior desde la prensa, en conversaciones secretas y pactos unilaterales, sin consultar al Congreso, unida a la experiencia de un régimen unipartidista con potestad de decidir por la totalidad de sus ciudadanos. Ahí está el cruce.Es en esa coyuntura donde empalman la fantasía de la administración demócrata y la disponibilidad raulista. Se esperó 56 años por la aparición de un Presidente que hubiera leído a Frantz Fanon y “nos entendiera”, y los Castros tenían todo el tiempo del mundo. Finalmente, la Providencia los premió. Ahora sabemos que el castrismo fue una ruleta, de ahí la sensación de haber ganado en grande, de que se trata de la “obstrucción” convertida en victoria”

Más que este encuentro y alianza circunstancial entre la ingenuidad liberal norteamericana y la escamada astucia de una dictadura tercermundista con retórica de izquierdas lo que nos deja ver este breve cruce de opiniones entre Rojas y Díaz de Villegas es la indefensión de un académico con vocación pública frente a los argumentos irresponsables y brillantes del poeta con vocación no menos política. Mientras uno avanza paso a paso evitando la hipérbole –aunque no la imprecisión a que lo obliga, supongo, el formato apurado y ligero de la prensa- el poeta se puede dar el lujo de exagerar, de no responder por afirmaciones indemostrables, todo con tal de ofrecernos ráfagas de lucidez donde la laboriosa timidez académica casi nunca llega. Si no pelea limpio el académico con la escueta y maltrecha oposición política cubana bastante más sucio juega el poeta con el académico. Por afilada que esté poco podrá la razón contra esa cuchilla suiza que apunta a todas partes que es la poesía. 

3 comentarios:

  1. Ah, Rojas, tan sofisticado él, tan lejos de "esa gente," otra vez. Bueno, hay compradores para todo, y si nadie comprara lo que vende no estuviera en el mercado. Yo, que no me las doy de sofisticado, no compro a nadie con sus antecedentes familiares, o sea, su ADN y lo que supongo fue su formación. En el mejor de los casos, lo paso por un filtro MUY fino, si es que me siento tolerante ese día--y si no, sencillamente lo ignoro, por decirlo de forma elegante.

    ResponderEliminar
  2. Ciertas personas, por pudor, deben evitar ciertos temas, o por lo menos tocarlos con sumo cuidado, discreción y delicadeza. Aparentemente, Rafael Rojas no conoce o no entiende ese concepto (o no le importa, lo cual parece más probable).

    ResponderEliminar
  3. Lo más extraño del texto es que menciona la heterogeneidad de la oposición para luego pintarla de manera homogénea. Es un error que podríamos atribuir a uno de los tantos despistes de Rojas--las erratas históricas son numerosas en sus libros, que se destacan por ideas y argumentos finos y ejecución chapucera. Yo lo atribuyo a un síndrome particular del intelectual cubano que se remonta a Martí: la publicación excesiva de escritos. No todo lo que se escribe debe ser publicado...

    ResponderEliminar