jueves, 28 de enero de 2010

J. D. Salinger (1919- 2010)

Jerome David Salinger el escritor que ha acompañado la adolescencia de mucha gente en el último medio siglo –la mía incluida- murió ayer en Cornish, New Hampshire a los 91 años. Fue el autor de El guardián en el trigal, Nueve cuentos, Levantad carpinteros las vigas del techo (cito los títulos según las traducciones cubanas) Franny y Zooey y Seymour; una introducción. Ahora parece que lo único que hizo fue esconderse para no dar entrevistas. Prefiero recordarlo por los libros que escribió, sobre todo los primeros y hasta agradecerle el silencio: él habrá tenido sus razones. En agradecimiento a aquella compañía y la complicidad que nos íbamos creando sus lectores (con todo lo farandulera que solía ser, pero ya eso es harina de otro costal) los dejo con una de las historias que componen Nueve cuentos:

JUSTO ANTES DE LA GUERRA CON LOS ESQUIMALES


DURANTE CINCO SÁBADOS seguidos, por las mañanas, Ginnie Maddox había jugado al tenis en las pistas del East Side con Selena Graff, compañera suya en la clase de la señorita Basehaar. Ginnie pensaba francamente que Selena era la más boba de toda la clase—en la que abundaban ostensiblemente las bobas de marca mayor—, pero al mismo tiempo no había nadie como Selena para traer continuamente nuevas cajas de pelotas de tenis. Su padre las fabricaba, o algo por el estilo. (Una noche durante la cena, para ilustración de toda la familia Maddox, Ginnie había evocado la visión de una comida en casa de los Graff; la escena suponía un criado perfecto que servía a todos por la izquierda, aunque en lugar de un vaso de jugo de tomate dejaba una lata de pelotas de tenis.) Pero esta historia de dejar a Selena en su casa con un taxi después del tenis y luego cargar—en cada ocasión—con el pago de todo el importe del viaje, era algo que a Ginnie le estaba alterando los nervios. Después de todo, la idea de coger un taxi en lugar del autobús había sido de la propia Selena. Y ese quinto sábado, mientras el taxi arrancaba dirigiéndose hacia el norte por la avenida York, Ginnie dijo de pronto:
—Oye, Selena...
—¿Qué?—dijo Selena, ocupada en tantear con una mano el suelo del taxi—. ¡No encuentro la funda de mi raqueta!—se lamentó.
Pese a la templada temperatura de ese mes de mayo, las dos chicas llevaban abrigos sobre sus shorts.
—La guardaste en el bolsillo—dijo Ginnie—. Escúchame ahora...
—¡Oh, menos mal! ¡Me has salvado la vida!
—Oye—dijo Ginnie, a quien no le interesaba la gratitud de Selena.
—¿Qué?
Ginnie decidió ir al grano. El taxi se estaba acercando a la casa de Selena.
—No tengo ganas de cargar otra vez con el pago de todo el viaje—dijo—. No soy millonaria, ¿sabes?
Selena puso primero expresión de asombrada, después de ofendida:
—¿Acaso no pago siempre la mitad?—preguntó con ingenuidad.
—No—replicó Ginnie rotundamente—. Pagaste la mitad el primer sábado, a comienzos del mes pasado. Y desde entonces, nunca más. No quiero ser mezquina, pero estoy viviendo con cuatro dólares y medio por semana. Y de ahí tengo que...
—Yo siempre traigo las pelotas de tenis, ¿no es cierto? —preguntó Selena con tono desagradable.
A veces Ginnie sentía ganas de matar a Selena.
—Tu padre las fabrica o algo así—dijo—. No te cuestan nada. Yo no tengo que pagar hasta la más mínima cosa que. . .
—Está bien, está bien—dijo Selena levantando la voz y con un aire de suficiencia como para asegurarse la última palabra.
En forma displicente, se revisó los bolsillos del abrigo.
—Sólo tengo treinta y cinco centavos—dijo, fríamente—. ¿Es bastante?
—No. Lo siento, pero me debes un dólar sesenta y cinco. He llevado la cuenta de cada...
—Tendré que subir y pedírselo a mamá. ¿No puedes esperar hasta el lunes? Podría llevarte el dinero a la clase de gimnasia, si eso te hace más feliz.
La actitud de Selena no invitaba a la clemencia.

[Sigue]

5 comentarios:

  1. Todos los libros de J.D. Salinger para descarga gratuita:
    http://libroslibresmusicalibre.blogspot.com/2010/01/el-testamento-de-jdsalinger.html
    Rebeca
    rebeca1911@gmail.com
    libroslibresmusicalibre.blogspot.com

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  2. De poder, me habría disparado desde la otra orilla de mi mente; después, o antes, no lo tengo claro, intentaría vender la noticia, la exclusiva, pondría en todos los bordes de bolsillos manchados de… nicotina y llenos de bolígrafos en fila, mi nombre. Así aseguraría, si no llueve para entonces, que alguna chispa lo borre de mis escapadas en yate intentándome pescar multiplicado.

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  3. Frase de Salinger para la posteridad:
    "¡Aquello me mat'o!"

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