Una vez el "compañero que me atendía", convencido en uno de sus interrogatorios que no podía sacar nada valioso de mí, me preguntó por dos compañeros de la facultad. Tuve que responderle: “Los dos son primeros expedientes en sus cursos ¿Qué problema tienen ustedes contra la gente inteligente?”. Ahora, con la detención del escritor Jorge Fernández Era los compañeros que lo atienden han contestado sin querer la pregunta que el mío no supo responder. Porque Fernández Era no es disidente, ni agente de la CIA ni ninguna de esas acusaciones que se suelen hacer en esos casos. Jorge es simplemente un tipo inteligente con el suficiente valor de poner por escrito lo que piensa y encima lo hace con una gracia tremenda, una gracia que está muy lejos de ser aceptada (para no decir entendida) por esos que lo atienden.
Y la respuesta a aquella vieja pregunta mía es que es perfectamente lógico que en un país dominado por gente bruta, cobarde y encima con una insuficiencia crónica de sentido del humor les dé por perseguir a quienes representan justo lo contrario. No es nada nuevo bajo el sol, por cierto. Ya Francisco de Quevedo lo decía cuatro siglos atrás: “Donde hay poca justicia, es un peligro tener razón”. Y la combinación de ser inteligente, honrado y tener sentido del humor es peligrosísima en medio de una tiranía como la que nos ha tocado, tan miserable y al mismo tiempo tan celosa de su imagen. El drama del tipo feo que usa todos los recursos a mano, incluido el soborno o la violencia, para que le digan que luce de lo más chulo. Y la mayor parte de la gente opta por complacerlo porque se le hace más fácil eso que lo contrario.
Porque lo otro que implica la frase de Quevedo es que donde hay poca justicia la mayoría de la gente, que en realidad no se hace muchas preguntas y las respuestas le dan igual, puede vivir sin preocupaciones si tiene asegurada techo y comida y si acaso cerveza y alitas de pollo los domingos. La tiranía nuestra, en cambio no se puede dar esos lujos no. Cuando más repartirá a sus mejores servidores una bolsita de comida como si fuera una condecoración y así y todo quiere que el común de los mortales la venere. Pero entonces se encuentra con gente inteligente y honesta que no cree que la bolsita de comida sea el precio justo por su alma. En esas está Fernández Era a quien me dicen que ya soltaron pero a quien como recordatorio de en qué país vive la frase de Quevedo cobró ayer la forma de una estación de policía.
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