miércoles, 31 de agosto de 2022

Gracias Gorby

 



Mijaíl Gorbachov pasará a la historia entre el equívoco de haber sido un gran ingenuo o un gran visionario. La ingenuidad de creer que el comunismo era reformable o la astucia de simular que lo creía para llevar a cabo su desmontaje. A esta última versión se aferró en los últimos tiempos para esquivar la triste trascendencia de los tontos útiles. Cuesta creer, no obstante, que un régimen tan sofisticado en la detección de la disidencia fuera capaz de prohijar y llevar hasta su máximo liderazgo a quien soñaba secretamente con destruirlo.

Más creíble es la opción de la ingenuidad: pensar que un régimen incapaz de asumir la realidad en toda su extensión generara incluso entre las clases más altas un autoengaño tan completo como para no sospechar hasta qué punto su descomposición le impedía emprender con éxito cambios verdaderos y profundos. Esto nos llevaría a la conclusión -bastante saludable- que el llamado socialismo real es irreformable y solo funciona a costa de reducir la realidad a sus necesidades y no al contrario. Mientras que Gorbachov parecía convencido de que la salvación del régimen comunista estaba en la democracia política y la funcionalidad económica la realidad demostró justo lo contrario: que un régimen creado sobre el control de la sociedad por un solo partido y de toda la economía por el Estado sería incapaz de tolerar aunque fuera un poco de libertad política y de racionalidad económica sin implosionar.

Poco nos importaban aquellas disyuntivas en la asfixiante Cuba de los 80. Esperanzados por la perestroika Gorby era nuestro héroe y Novedades de Moscú -con sus denuncias de los crímenes de Stalin y hasta de Brezhniev, sus llamados inequívocos a ser más libres- era el órgano oficial de nuestra libertad recién encontrada y eso nos bastaba. También quisimos creer que el socialismo realmente existente en Cuba no era incompatible con la libertad a la que aspirábamos y la prosperidad que nos había sido esquiva hasta entonces. Y mientras los jefes de comités de bases de la Juventud Comunista decían cada vez con más fuerza que Gorby era un infiltrado de la CIA nosotros defendíamos su inocencia y con ella la nuestra. Porque lo cierto es que alguna vez creímos que aquello tenía arreglo.


Después hasta para los más ingenuos fue quedando claro que no había democratización posible dentro de los márgenes de aquel sistema y mucho menos voluntad de su dirigencia para llevarla a cabo. Cuando Gorbachov por fin visitó el país en abril de 1989 ya Novedades de Moscú llevaba meses de prohibición efectiva y todo lo que venía de la Unión Soviética -incluido el camarada secretario general del PCUS- había sido rodeado por un impenetrable cordón sanitario. Ya se le trataba con la reserva con que se le trata a un enemigo casi declarado. Ya para entonces se nos iba acabando nuestra terca ingenuidad: si el monopolio de un ramo de la industria por una sola empresa no era una buena idea, como nos decían del capitalismo, el control de toda la sociedad por el Estado -incluidos los medios de comunicación para expresarse- era bastante peor. Todo aquello que discutíamos en teoría hasta 1989 la causa número 1 bastó para llevarlo al terreno de los hechos. Después de aquellos fusilamientos ejemplares lo de menos era el pretexto del narcotráfico. Lo que quedaba claro era que el régimen era alérgico a los cambios yq que recurriría a cualquier medio para evitarlos.

Independientemente del grado de conciencia, del alcance que se proponía con sus reformas lo cierto es que Gorbachov dio inicio a uno de los cambios más positivos en la historia universal en el último siglo, y de los menos cruentos. Que esos cambios no alcanzaran a la para él lejana isla de Cuba no significa que nos fueran indiferentes. Gracias a Gorbachov, y a la confusión que generó en la ortopedia castrista el aire de cambios que soplaba desde la sacrosanta URSS, vinimos al mundo de la conciencia en medio de una libertad ridícula en otros ambientes, pero desconocida por generaciones de cubanos. Tal clima propició desde la eclosión de la llamada plástica de los 80, a la aparición de grupos como Paideia y Tercera Opción, el movimiento de humor teatral, la Semana de Cine Soviético convertida en acontecimiento subversivo, revistas como Albur o Naranja Dulce, un mínimo relajamiento en los medios que hicieron posible El Programa de Ramón o A Capella, la salida de las catacumbas de varios grupos de rock nacional, el grupo El Establo y el resto de la generación literaria conocida como "los novísimos", la generación de músicos que se forjó en la peña de 13 y 8, el rescate de muchas obras censuradas anteriormente y, entre ellas, la fundamental de Virgilio Piñera y otros muchos fenómenos que ahora no recuerdo y que se manifestaron más allá del ámbito cultural, incluyendo el estudiantil y el laboral. Cierto que tales movimientos encontraron muchísima resistencia, tanto como que sin el clima que propició la perestroika habrían sido impensables. 

Si no llegamos a ser libres como sociedad al menos muchos de nosotros pudimos experimentar el vértigo de la libertad y en adelante supimos que sin ella la vida carecía de sentido. Por la porción en todo ello que le toca, independientemente del grado de conciencia que tuviera en ello, deberíamos agradecerle a Gorby todo lo que hizo por nosotros. Sin aquellos años que Gorbachov ayudó a modelar, nuestra vida sería diferente y, considerando la idea romántica de que somos humanos en la medida en que somos libres, bastante peor.

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