#DiarioParaLuisma día 37
Querido Luisma:
Estos son los días en que me dedico a escribir un resumen pretendidamente humorístico del año, algo que vengo haciendo por dos décadas. Son días en los que recopilo las noticias más absurdas que ha generado Cuba en los últimos doce meses para buscarles su lado cómico, o sencillamente para reforzar su absurdo, que es lo que más produce nuestro país desde hace demasiado tiempo. Y en los últimos años, estos son días en los que pienso en ti más que de costumbre, aunque solo sea porque tu nombre se me aparece por todas partes. Porque aparentemente no se puede contar la historia cubana de estos años sin hablar del acoso al que te somete el régimen, de tus prisiones, de tus huelgas de hambre y sed con las que nunca he estado de acuerdo y que muchos vivimos como si del sufrimiento de alguien muy cercano se tratara.
En estos días se me hace más visible lo distinto que somos. O más bien lo distinto que eres a esa parte en mí que se resiste a tomarse la realidad en serio, a la que firma sus textos como Enrisco. Porque mientras Enrisco, en sus funciones de payaso, juega con el absurdo cubano tú buscas darle sentido y, lo pretendas o no, consigues infundirle un dramatismo a la realidad cubana que hacía rato no tenía. Todo lo complica más el hecho de que hoy sea 24 de diciembre. El hecho de que esta sea la noche en que nos reunimos con nuestros seres queridos a replicar el ritual del cariño y el placer compartidos mientras centenares de cubanos como tú están en prisión desde hace cinco meses y medio (si no más) por exigir libertad y derechos a un régimen que se los niega, resumiendo así el absurdo más básico de ese país nuestro: a los que más se esfuerzan por nuestra libertad es a quienes se les priva de ella.
Recuerdo la primera vez que nos pusimos en contacto, en noviembre del 2017. Estaba en el aeropuerto de Miami, de vuelta de la presentación de la antología El compañero que me atiende en una librería que ya no existe. Esperaba a que llamaran para abordar el avión cuando a mi teléfono llegó un mensaje tuyo. Me tratabas de usted. Me pedías permiso y colaboración para presentar el libro en el que llamabas entonces el Museo de la Disidencia. Una presentación simbólica en la que se repartirían copias digitales del libro. Por supuesto que accedí sin pensarlo. Ya para entonces estaba más que enterado de tus proyectos y performances. “Este chama está en la que se cayó” me dije. Acababa de lanzar el libro en Miami y ya me proponías presentarlo en La Habana. El lanzamiento se hizo días después en Damas 955, sin que los compañeros que te atendían te ocasionaran excesivas molestias. Como para llevarnos la contraria. Incluso logramos que asistieran tres de los autores que habían contribuido a la antología desde la isla.
Estos son los días en que me dedico a escribir un resumen pretendidamente humorístico del año, algo que vengo haciendo por dos décadas. Son días en los que recopilo las noticias más absurdas que ha generado Cuba en los últimos doce meses para buscarles su lado cómico, o sencillamente para reforzar su absurdo, que es lo que más produce nuestro país desde hace demasiado tiempo. Y en los últimos años, estos son días en los que pienso en ti más que de costumbre, aunque solo sea porque tu nombre se me aparece por todas partes. Porque aparentemente no se puede contar la historia cubana de estos años sin hablar del acoso al que te somete el régimen, de tus prisiones, de tus huelgas de hambre y sed con las que nunca he estado de acuerdo y que muchos vivimos como si del sufrimiento de alguien muy cercano se tratara.
En estos días se me hace más visible lo distinto que somos. O más bien lo distinto que eres a esa parte en mí que se resiste a tomarse la realidad en serio, a la que firma sus textos como Enrisco. Porque mientras Enrisco, en sus funciones de payaso, juega con el absurdo cubano tú buscas darle sentido y, lo pretendas o no, consigues infundirle un dramatismo a la realidad cubana que hacía rato no tenía. Todo lo complica más el hecho de que hoy sea 24 de diciembre. El hecho de que esta sea la noche en que nos reunimos con nuestros seres queridos a replicar el ritual del cariño y el placer compartidos mientras centenares de cubanos como tú están en prisión desde hace cinco meses y medio (si no más) por exigir libertad y derechos a un régimen que se los niega, resumiendo así el absurdo más básico de ese país nuestro: a los que más se esfuerzan por nuestra libertad es a quienes se les priva de ella.
Recuerdo la primera vez que nos pusimos en contacto, en noviembre del 2017. Estaba en el aeropuerto de Miami, de vuelta de la presentación de la antología El compañero que me atiende en una librería que ya no existe. Esperaba a que llamaran para abordar el avión cuando a mi teléfono llegó un mensaje tuyo. Me tratabas de usted. Me pedías permiso y colaboración para presentar el libro en el que llamabas entonces el Museo de la Disidencia. Una presentación simbólica en la que se repartirían copias digitales del libro. Por supuesto que accedí sin pensarlo. Ya para entonces estaba más que enterado de tus proyectos y performances. “Este chama está en la que se cayó” me dije. Acababa de lanzar el libro en Miami y ya me proponías presentarlo en La Habana. El lanzamiento se hizo días después en Damas 955, sin que los compañeros que te atendían te ocasionaran excesivas molestias. Como para llevarnos la contraria. Incluso logramos que asistieran tres de los autores que habían contribuido a la antología desde la isla.
Luego participamos en otros proyectos, pero para entonces ya no nos tratábamos de “usted” sino de “hermano”, una palabra que hablaba de una cercanía mayor sin ser del todo justa. Porque luego de unas cuantas décadas oponiéndole a aquel régimen la consciente debilidad de los bufones la rabia la conservaba intacta pero no la esperanza. Son ustedes, los jóvenes que creen en que esa tierra todavía puede ser redimida, los que nos han devuelto la esperanza que la razón hace tiempo ha descartado. Son ustedes, los que alimentan la ilusión que ya habíamos perdido, una suerte de padres espirituales de muchos de los que, sin renunciar a la libertad, esta nos parecía una causa perdida en aquella isla. No es casual que ustedes, bajo un régimen que no desiste de ninguna de las injusticias sobre las que se erige, estén hoy presos. Solo la esperanza que ustedes mantienen viva hasta en calabozos que no es difícil imaginar horrendos puede hacernos creer que esa isla tenga algo a lo que llamarle “futuro”.
Solo falta decirte -sin que suene a demagogia- que esta noche tan especial nuestro pensamiento también está con ustedes. Que de algún modo estarán sentados a nuestra mesa.
Vaya este abrazo virtual por todos los abrazos reales que nos debemos.
Siempre he estado en contra de las huelgas de hambre, pues me parecen contraproducentes y suelen ser lo que los americanos llaman un no-win situation.
ResponderEliminar¡Excelente! Esperanza que se renueva en tu generación con estos jóvenes. Imagínate nosotros, la generación vieja histórica e intermedia. Dicen que eso es lo último que se pierde.
ResponderEliminarSaludos y Feliz 2022, con el beneplácito de Mr. COVID.