Texto leído anoche ante el pueblo de West New York reunido para la ocasión:
Quiero darles la bienvenida a todos los convocados aquí a
celebrar un día como mañana. Porque no sé si recuerdan que hace 29 años y 364
días a un grupo de alemanes posmodernos les dio por deconstruir el muro de
Berlín. Un muro erigido décadas antes para proteger al Berlín comunista de la
envidia capitalista. Estamos reunidos por eso y porque hace 51 años y 364 días
la señora Magda Arrocha tuvo a bien dar a la luz pública al autor de estas
palabras y de buena parte de los platos que se están comiendo hoy.
La idea de esta celebración no es el culto de mi más bien
penosa personalidad. Ni mucho menos mi intención es restregarles a los pobres
autores de mis días uno de sus mayores errores en sus vidas mayormente decentes,
casi ejemplares. Cualquiera comete un error y rectificar es de sabios. Y doy fe
que mi a padre no le faltó sabiduría e hizo todo lo que pudo para rectificar su
error, chancleta en mano. Sin embargo hay cosas irremediables a menos que tenga
el temple de ese gran inspirador de padres arrepentidos que fue Herodes. Y el
viejo tiene bastante de Cocodrilo Dundee, si Cocodrilo supiera usar la
chancleta tan bien como lo hacía él, pero en cambio no tiene suficiente de
Herodes.
Amante de la historia desde pequeño siempre me preguntaba
por qué mi madre no había tenido a bien desovarme un día con mayores
resonancias históricas. Tenía amigos que habían nacido el primero de enero, el
13 de marzo, el 26 de julio, el 10 de octubre mientras que yo debía conformarme
con la insignificante fecha del 9 de noviembre. Hasta que justo en la noche del
9 de noviembre de 1989, la misma en la que yo me disponía a celebrar el 22 aniversario
de mi natalicio, a un grupo de alemanes les dio por ejecutar el performance más
importante de la historia posmoderna desmontando simbólica y literalmente el
muro más famoso del último siglo.
Treinta años después el muro de bagazo reforzado con soya
que rodea mi isla natal sigue en pie pero en cambio tengo mucho que celebrar. La
primera de ellas es estar del lado de acá del muro. Y sobre todo hacerlo con
todos ustedes y entre ellos, especialmente, mis padres que, arrepentidos y todo
del mayor error de sus vidas, han terminado por encariñarse con él. A ellos y a
todos los demás les agradezco que estén aquí hoy ayudándome a despachar toda
esta comida. Esperemos que haya cocinero para rato. Muchas gracias y que siga
la fiesta.
¡Felicidades! Un abrazo.
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