Solo recordarles
que el régimen de Pinochet tan (justamente) condenado por todo el mundo estuvo
tres veces menos tiempo en el poder que el castrismo (17 por 60 años), mató
tres veces menos personas (3000 por 9000, sin contar los muertos en el mar
tratando de escapar) y cuando propuso un plebiscito para continuar en el poder
fue radicalmente distinto a la votación en Cuba este domingo.
Mientras en el
plebiscito chileno se decidía entre que Pinochet siguiera en el poder (o no),
en el caso cubano se elige entre aprobar (o no) una constitución marrullera e
inconsistente que sustituiría a otra no menos marrullera e inconsistente. Constituciones
ambas que empiezan reconociendo que existe un partido político por encima de
las reglas de juego que propone. Mientras Pinochet permitió a la oposición que
hiciera propaganda a favor del NO durante quince minutos diarios por televisión
a lo largo de un mes, el castrismo hace propaganda en sitios inimaginables a
favor del SÍ mientras persiguen con saña a la más mínima manifestación en pro
del NO. Pinochet aceptó a regañadientes (y bajo presión norteamericana) el
resultado adverso y no hay la más pequeña esperanza de que el actual régimen
cubano haga lo mismo.
No digo lo
anterior para enaltecer la inexistente bondad de Pinochet sino
por dos cosas. Una para recordar la diferencia entre un tirano de los de toda
la vida y aquel que controla una maquinaria estatal montada de acuerdo al
diseño de Marx y Lenin. Entre dictadura a la vieja usanza y totalitarismo.
Lo otro es
recordarles que el domingo el régimen cubano no arriesga mucho, si acaso un
rapapolvo popular que puede maquillar a la hora de publicar las cifras. Los
cubanos con acceso al voto sí arriesgan bastante. Arriesgan, como poco, el
poderse mirar a espejo a la mañana siguiente sin sentir la humillación de haber
dicho SÍ a lo que hace mucho tiempo en la intimidad le dicen NO. En decirle Sí
a un régimen que continuamente te dice NO en todas las circunstancias, las más decisivas y las más ridículas
. Y ahorrarse esa y todas las humillaciones que se deriven de
ella no es poca cosa.
Nadie podría colocarlo de un modo más claro y preciso que tú, mi presidente.
ResponderEliminarHugo Pezzini
Muy bueno. Efectivamente, no es comparable la dictadura de Pinochet con el totalitarismo marxista-leninista de los Castro aunque mucho les pese a los promotores de las muy cómodas falsas equivalencias. Por desgracia, al pueblo cubano hace rato que no le molestan los Castro. Es lo que da el no conocer otra cosa. Nacieron con el apellido Castro al mando y por lo visto se van a morir con el apellido Castro al mando.
ResponderEliminarQué se lo digan a la Bachelet, esa zorra taimada, que prácticamente se corrió durante una visita a La Habana cuando le dijeron que el viejo monstruo la recibiría en persona.
ResponderEliminarNo se puede, o mejor dicho, no se debe hablar de Pinochet sin tener muy en cuenta que salvó a Chile del comunismo y lo puso en camino de mejorar y progresar mucho. Lástima que no hubo un Pinochet cubano que hiciera lo mismo por Cuba, si es que no se podía lograr eso de mejor manera. Y dicho sea de paso, aunque no me refiero al autor de este post, nadie que condena a Pinochet y no condena a Fidel Castro es respetable ni tiene credibilidad alguna, lo cual incluye a mucha gente.
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