La resistencia del gobierno cubano a aceptar que la ayuda ciudadana llegue a los afectados por el tornado del domingo no es nada nuevo. Cuba es así: un lugar donde es más fácil enviar toneladas de ayuda a un "país hermano" afectado por un terremoto que hacerle llegar un saco de arroz a un vecino de Regla o Santos Suárez. Porque en la lógica de funcionamiento del sistema cubano nunca interesará lo que el pueblo necesite si al mismo tiempo sospecha que podrá beneficiar a su enemigo. El enemigo externo, el interno, o ese gran enemigo que es la posibilidad que el pueblo se le vaya de control. O que sospeche siquiera que se puede valer por sí mismo.
Los años te obligan a acumular experiencias y a hacer algo con ellas, exigirles que te ilustren en alguna medida. Como por ejemplo la epidemia del dengue de 1981. En principio el gobierno decidió ignorarla, supongo que para no darle armas al enemigo. Por lo inaceptable que era que en Cuba, Territorio Libre de todo Mal, una epidemia pudiera llevarse decenas de vidas en cuestión de semanas. Cuando al fin Fidel Castro se resignó a reconocer la existencia de la epidemia en toda su extensión, a siete semanas de haberse iniciado, esta había afectado a “273 404 ciudadanos y nos ha costado 113 vidas, de ellas 81 niños”. La buena noticia era que podía echársele la culpa a la CIA y su infinita maldad y la batalla contra el dengue y su agente transmisor, el mosquito Aedes aegypti, se convirtió en guerra epidemiológica contra el imperialismo.
En aquellos días muchos se preguntaban en voz baja cuántas muertes podrían haberse evitado de haberse dado antes la voz de alarma. De haberle advertido de que aquellos síntomas que estaban experimentando un cuarto de millón de cubanos podían ser mortales. Pero, comentarios idchos en voz baja que en nada afectaron aquella magnífica de convertir una epidemia en componente natural de la épica revolucionaria.
En cambio el tornado del domingo es para el gobierno una mala noticia en toda regla. No por los destrozos causados en la población sino por lo detectables que son a simple vista. No podrá esperarse a que se apruebe la nueva constitución para mencionar la catástrofe. El tornado azotó La Habana, el sitio con mayor concentración de celulares y cámaras de todo el territorio nacional y con mayor conexión a internet. A diferencia de 1981 cuando enviar una foto del desastre al exterior te costaba larga dieta de fijador de vitamina D. Ahora tenemos contrapropismo, incluido el de la compasión y nuestros artistas no esperan porque el Estado vaya a resolverlo todo. Quieren sentirse como un Bono cualquiera y ayudar a los tercermundistas de su ciudad, al menos los más urgidos. Y se tropiezan con la incomprensión de las autoridades cuya psiquis anda encasquillada en aquel supuesto dengue imperialista.
Porque las prioridades del Estado son otras. Como ha advertido el ministro de comercio exterior, a la campaña que trata de aprobar la nueva constitución por abrumadora mayoría no la distraerá ningún tornado. Si acaso habrá que arreglárselas para que el tornado ayude a promover la campaña. Demostrar cómo el gobierno salvador provee la ayuda que solo puede ofrecer un Estado socialista como le gusta llamarse este sistema de los generales, por los generales, para los generales.
Pero tal objetivo, el de que el tornado les ayude a promover su campaña, se complica no solo ante la notoria incapacidad del gobierno para lidiar con los destrozos del tornado sino también para aceptar ayuda ajena, aunque provenga de los mismos cubanos, dentro o fuera de la isla. Porque aceptarla equivaldría a reconocer que no se basta para hacer frente a la catástrofe, a mostrar debilidad. Y de mostrar debilidad a la rendición no hay más que un paso. ¡Pobre del psicoanalista que tenga que lidiar con los traumas de la Revolución!
La otra mala noticia es que no pueden culpar al imperialismo del tornado. Pero algo se les ocurrirá. De momento dicen que la nueva constitución es como una gran sombrilla. Con lo mucho que ayudan las sombrillas en los tornados, claro.
hijaputancia y maricona al maximo por 60 años.
ResponderEliminarComo siempre, Enrique, un gran artículo. Esta vez me dejaste confundido cuando escribiste "incomprensión de las autoridades". ¿No habrás querido escribir "deshumana intolerancia" o "despiadada intransigencia" de las autoridades...? Un saludo.
ResponderEliminarLa misma mierda oficialista de siempre reciclada por la enésima vez. Supongo que el sistema tendrá que derrumbarse, aunque no sea por otra cosa que aburrimiento y cansancio.
ResponderEliminarEn La Habana, el primer brote de Dengue conocido sería en 1981 sin embargo yo salí de Cuba a finales de 1979 y recuerdo que un par de años antes en Santiago la primera epidemia de Dengue fue tal que en el Hospital Provincial casi no había asistencia porque la mayoría de los médicos estaban en cama tumbados como un gran porciento de la población, entre ellos yo. Recuerdo que muchos ancianos murieron en esa oportunidad (así de eficiente ha sido el control de las noticias por la dictadura porque sobre esto en La Habana ustedes por lo visto ni se enteraron).
ResponderEliminarA mi me gustaría recordarles a los generales-empresarios-miserables que cuando el terremoto de 1985 en México el PRI (la dictadura perfecta según Vargas Llosa), no se ocupó de atender a los damnificados y se desarrolló una gran solidaridad entre la población. Ese fue el principio del fin del PRI. A los lectores de estas líneas les pido ecuanimidad. A la dictadura cubana le queda menos que lo que duró PRI después de aquella tragedia. El asunto se dirime en Caracas actualmente...y ayer botaron a pedradas a Diaz Canel de Regla.
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