Aparecen uno tras otro videos caseros de cubanos reunidos para debatir la nueva reforma constitucional. Llama la atención que un pueblo por lo general tan contenido y disciplinado una y otra vez le enmiende la plana a los redactores del texto. Y sobre todo que el objeto de su crítica sea precisamente uno de los artículos más “liberales” que presenta: ese que pretende limitar los mandatos presidenciales en Cuba a solo dos períodos de cinco años cada uno. Lo primero que se piensa es que tantos años de domesticación social no pasan por gusto. Que el yugo, por más apretado que resulte, crea vicio.
Así hasta que aparecen en el Noticiero Nacional nuevas imágenes de rechazo a penerle límite al mandato presidencial. "Es mi opinión personal" dice la señora que expone su desacuerdo. Un par de veces. Como si fuera algo de difícil digestión y necesario énfasis. No queda otro remedio que concluir que tantas críticas a la propuesta
personal de Raúl Castro de recortar los mandatos ha sido coreografiada por el
mismo que la propuso. Asumir que tan espontánea desobediencia ha sido ordenada desde arriba. No sería la primera vez -ni la segunda- que el régimen intenta disimular su perenne vocación totalitaria como mera aceptación de la voluntad popular. Sucedía en 1959 cuando la movilización para exigir la renuncia de Urrutia y el regreso de Fidel Castro y sucede ahora con los actos de repudio y las Brigadas de Respuesta Rápida. Y no es que dude del demostrado becerrismo de la sociedad cubana pero justo eso me hace dudar de tanta espontaneidad, de esa rebeldía ante la extraña liberalidad de sus amos.
Ah, el pueblo enardecido, todavía, aunque haya mermado algo el fervor romántico de la era de la gloria que se ha vivido. Lamentable, cómo dicen los políticos, pero encaja perfectamente en el cuadro. Ahora, esto es peccata minuta comparado a lo que equivale a lo mismo, y a peor, por parte de cubanoides de la "diáspora" que progresa. Y dicho sea de paso, admito la posibilidad de que no tengamos derecho ni al sarcasmo, sino sólo al bochorno, pero el sarcasmo es más llevadero, y no somos gente muy apta para el rigor.
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