“No hay enemigo
pequeño” deberían haber pensado los seleccionados mientras cantaban el himno y
comprobar que sus rivales les sacaban un pie de estatura. (Esto es como
promedio: Messi parecía directamente hijo de los islandeses). Pero no. Mientras
cantaban aquello “Oíd, mortales, el grito sagrado ¡Libertad, libertad,
libertad!” seguramente estaría calculando cuántos goles les meterían a un
equipo que se estrena en la historia de los mundiales. Un equipo que representa
a una nación de poco más de trescientos cincuenta mil habitantes y en el que
cada jugador tiene además una ocupación seria por si eso de caerle a patadas a
una pelotica les falla: el técnico es dentista, el portero, cineasta y el delantero Jón Dadi trabaja en una
gasolinera. Y los jugadores
argentinos, que en su vida se han dedicado a otra cosa que a patear la pelotica
(si piensan en Maradona -sentado ayer entre el público- les advierto que
catador de cocaína no es una profesión) se preguntarían si entre aquellos
descendientes de vikingos no habría un jardinero que quisiera cortarles el
césped. Y en eso sonó el silbato del árbitro.
No obstante, el silbato no debió sonar demasiado
fuerte. Al menos no como para despertar a Messi que se quedó pensando si en el
videojuego FIFA 2019 luciría más natural de lo que es en realidad. Mientras
tanto el juego seguía su curso. Argentina atacaba e Islandia contraatacaba. Kun
Agüero anotaba por fin su primer gol en mundiales luego de irse en blanco en
los dos anteriores. Y a los pocos minutos lo imitaba uno de esos ordeñadores de
osos polares para empatar el juego. Los argentinos se paseaban por la cancha
con su superioridad de millonarios subcampeones mundiales y los vikingos
novatos no se dejaban impresionar. Por fin uno de los jugadores argentinos –Meza-
decidió desequilibrar el partido del mejor modo que pudo. Esto es dejándose
caer en el área chica. El árbitro pitó penal y Messi pareció despertarse: pidió
el balón para lanzar él la falta. Falsa alarma. Seguía dormido y pateó el balón
sonámbulo que el cineasta islandés pudo atajar sin problemas. El resto del
partido transcurrió del mismo modo pero ya sin más goles. Los únicos que
ganaron fueron las aerolíneas islandesas que ahora deben estar vendiendo
pasajes a Rusia al resto de los compatriotas que quedaban en la isla.
Nada de increíble lo que hicieron los islandeses, este equipo no vino a Rusia para cosechar simpatías y sí a ganar juegos, y si no lo hacen, no será por falta de esfuerzo. Y Argentina vuelve a su rol acostumbrado, una plantilla rebosante de talentos individuales que unidos son como un dulce de leche que se corta. Me da cierta pena con Messi, posiblemente es su último chance a un título de campeón mundial.
ResponderEliminarYa me extrañaba que no colgarses tus viñetas sobre la Copa. Saludos.
El problema de creerse superior y recostarse a ello es que, aunque se sea, el fallo siempre luce mucho peor y es prácticamente imposible de justificar.
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