El pasado martes participé en la presentación de la magnífica antología Cuba Queer editada por el estudioso Ernesto Fundora que reúne 27 obras teatrales en torno a la sensibilidad e identidad queer. Ahí va el penúltimo párrafo de mi presentación:
"Hoy, con una sociedad cubana razonablemente domesticada, cuando ya no se hace necesario utilizar la ecuación homosexual = contrarrevolucionario, se promueve la imagen del homosexual feliz. Un ser sin otro deseo que el de agradecer infinitamente la protección que le ofrece la hija de su antiguo represor. Sí, porque la hija del principal responsable de los campos de concentración de hace medio siglo es quien hoy monopoliza la voz del movimiento LGTBQ cubano. Especialmente delicada y compleja es la labor de los dramaturgos cubanos en medio de tanta “protección”. Conservar la esencia rebelde que define la condición queer, su resistencia a todo tipo de opresiones ya sean familiares, sociales o políticas, (como si no bastaran los demonios propios a la condición humana) ha sido una de las labores más arduas del actual teatro cubano, un esfuerzo que esta antología consigue reunir con brillantez"
"Hoy, con una sociedad cubana razonablemente domesticada, cuando ya no se hace necesario utilizar la ecuación homosexual = contrarrevolucionario, se promueve la imagen del homosexual feliz. Un ser sin otro deseo que el de agradecer infinitamente la protección que le ofrece la hija de su antiguo represor. Sí, porque la hija del principal responsable de los campos de concentración de hace medio siglo es quien hoy monopoliza la voz del movimiento LGTBQ cubano. Especialmente delicada y compleja es la labor de los dramaturgos cubanos en medio de tanta “protección”. Conservar la esencia rebelde que define la condición queer, su resistencia a todo tipo de opresiones ya sean familiares, sociales o políticas, (como si no bastaran los demonios propios a la condición humana) ha sido una de las labores más arduas del actual teatro cubano, un esfuerzo que esta antología consigue reunir con brillantez"
No es por defender a la princesa de los mocos, pero ella no tiene la culpa de que haya tanta gente dispuesta a comprarle el cuento--y hablo de gente LGTBQ. El castrismo tergiversa por naturaleza y siempre lo ha hecho, pero no puede crear comemierdas, oportunistas ni canallas, aunque por supuesto los utiliza y aprovecha. Yo no pierdo mi tiempo en culpar a la tipa, que simplemente hace lo propio, pero los que le siguen la corriente, a no ser que sean retrasados mentales, son despreciables (sobre todo los del exterior, que son los principales blancos del burdo embuste).
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