Es de agradecer que el Premio Nacional de Literatura independiente Gastón Baquero (solo un lugar tan enrarecido como lo es Cuba justifica la tautología de llamarle a la literatura "independiente"), es de agradecer, decía, que el premio recaiga en ese monumento a la decencia llamado Rafael Almanza. A él a su vez le agradezco la confianza que tuvo en el proyecto "El compañero que me atiende". Tanta como para entregarme en tiempo record un extenso y conmovedor texto, de los más conmovedores que contiene la antología. Se lo agradezco aun más pensando que su respuesta inmediata a la propuesta fue un rotundo "no": no veía bien posar de víctima cuando había tantos que habían sufrido una represión mucho más violenta. Tuve que explicarle que no se trataba de un memorial de agravios sino de un intento de reconstruir ese totalitarismo de andar por casa del que hemos sido testigos los escritores cubanos durante décadas. Fue entonces que accedió y me envió a los pocos días el texto del que para celebrar su premio redundante les ofrezco un fragmento:
"Y ahí es donde comienza la leyenda del compañero que nos atendía. No lo vimos más. Otros personajes le sustituyeron. Para nada quiero dar a entender que el asunto con Daniel y conmigo fue la causa de su desaparición. De todas maneras lo iban a tronar, el nuevo grupo necesitaba su propia gente. Por otro lado, el país se hundía en la desesperación del llamado Período Especial y los jóvenes de la plástica citadina empezaban a sublevarse y hasta amenazaron ir con carteles a Villa María Luisa si no nos soltaban. El hecho es que no vimos más a Fredy y comenzaron las evaluaciones populares. Nunca manifesté odio contra esta persona. Caucásico como yo, lo veía como un hijo de guajiros como yo, que debía andar cantando décimas por los montes, en compañía de Samuel Feijóo y de Rafael Almanza, y no participando de la represión de las libertades de Guáimaro, que le hubieran permitido vivir su propia vida y cantar lo que le diera la gana, en aras de un proyecto político que lo había condenado a la pobreza, a perder a su hijo por suicidio y a ganarse el repudio de sus mejores conciudadanos. Ahora me duele no haber hablado por última vez con él en la Caridad, pero me negué por honor y porque lo vi como un cobarde, incapaz de oponerse a un abuso que yo sabía que su concepto masculino de la vida no podía tolerar. ¿O sí se opuso, pero solo ante sus colegas? Me queda la duda. La leyenda incluye el rumor de que fue finalmente expulsado de la Seguridad cuando lo encontraron blanqueando expedientes de los opositores. Al parecer eliminaba documentos, pruebas, cuando ya sabía que le quedaba poco. Es muy improbable que alguna vez sepamos si es la verdad o no, aunque debiéramos averiguarla, y hasta es posible que sea el invento de alguien que quiere mejorar su imagen o se niega a considerar que era un hombre bajo, o lo jubilaron por enfermedad o por incapacidad para reprimir, pero lo interesante de esta leyenda es que resulta creíble para aquellas personas a las que molestó. Cuando en la escuela me decían que Cristo no era sino una leyenda, yo pensaba: el problema es que es una leyenda. Una hilera interminable de mártires cristianos durante dos milenios mantiene la increíble leyenda. Creemos en el Bien. Creemos que Fredy pudo haberles dicho que detener a Almanza y a Morales era una estupidez, y una mariconá. Creemos que blanqueó los expedientes creados por él mismo, para que su sustituto no usara sus posibles maldades o investigaciones certeras en contra de esas personas a las que no odiaba. Creemos todo eso porque nunca le tuvimos odio y porque algo en esa persona era valioso, el escritor de las décimas se imponía al soldado, por mucho que él se esforzara en reprimirlas. Él no lograba reprimir con eficacia, porque él mismo reprimía lo mejor de sí, las décimas y las críticas que le acudían a la garganta, y tal vez ya se había dado cuenta, demasiado tarde, que había perdido lo mejor de sí mismo"
P.D.: Otros autores de la antología han recibido dicho premio: ellos son Jorge Olivera, Ángel Santiesteban, Manuel Díaz Martínez y María Elena Cruz Varela
Pero Almanza no eras tu?
ResponderEliminarJa, ja. Abrazotes. Yoyi