Hasta la semana
pasada, mi hija, al salir para la escuela solía olvidársele cerrar la puerta de
la casa. Se lo recordaba de todos los modos posibles, pero al siguiente día reincidía.
Me inventé una broma. Unos secuestradores habían entrado en la casa y me habían
llevado. Un día incluso me aparecí en casa con la cabeza vendada diciéndole que
los secuestradores me habían cortado una oreja.
Pero nada.
El jueves pasado, de
nuevo. La puerta abierta.
“Tenemos secuestrado
a tu padre. Cuánto quieres pagar por él?” le escribí en un mensaje, en inglés.
Entré en una de mis
clases y al salir me había respondido. En español.
“Volví a dejar la
puerta abierta? Lo siento mucho”
“Me no comprender Spanish” le repliqué y añadí en inglés cuánto estaría dispuesta a
pagar por su adorable padre. Y entré a la siguiente clase.
Y así en medio de la
clase mi mujer se asomó a mi aula con cara angustiada.
La policía se había
enterado de mi secuestro y andaba investigando el asunto. Ahora mi mujer tenía
a la policía al teléfono para que yo los convenciera de que se trataba de una broma.
Trabajo me costó. Al parecer la policía no se deja convencer muy fácilmente
cuando tiene un caso de secuestro entre manos. Pero lo conseguí. Le dije que lo
sentía. Luego dije que no lo sentía. No podía ser que se tomaran en serio algo
que obviamente era una broma. Así de pesado puedo ponerme.
Al colgar mi mujer
me informó que había sido mi hija quien había llamado a la policía. Antes había
intentado comunicarse con la casa, con el abuelo, con la mamá y como nadie le contestó
le anunció a la policía que su padre había sido secuestrado.
Vaya manera de enterarse
que tu hija es definitivamente americana, esa especie tan poco preparada para
lidiar con la incertidumbre. Alguien que no teme llamar a la policía al menor
contratiempo. Diferente a unos padres que se lo pensarían mil veces antes de
inmiscuir a la policía en el asunto. Incluso después de recibir por correo un
dedo cortado y una nota explicando cuánto deberían pagar si esperan ver el
resto del cuerpo.
Es temprano para
cantar victoria pero hasta ahora mi hija no ha vuelto a dejar la puerta
abierta.
Se impone una antología sobre el arte de criar gringuitos. Podríamos llamarla "El chama que no me atiende".
ResponderEliminarLo que puedo decir como disculpa de mi adorada sobrina es que nosotros vivimos condenados a la ilegalidad por un sistema que no daba ninguna otra opcion al respecto, y la buena de Lila no ha tenido esa triste suerte. Tambien, todo hay que decirlo, a todos no nos ha tocado un padre tan jodedor como tu.
ResponderEliminarUn abrazote, Yoyi
Muy probablemente te añadieron a alguna base de datos policíaca. No estoy juzgando los acontecimientos, pero sí son las cosas que posiblemente "will haunt you" si en un futuro decides aspirar a un puesto público. :-) Pero al parecer funcionó pedagógicamente. Saludos.
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