Asisto a la
presentación de una novela venezolana. Vale decir: a una reunión de exiliados
venezolanos. Vale decir: a un ritual colectivo de intervención post-traumática.
Todo muy familiar. Los mismos lamentos que uno escucha en las reuniones de
exiliados cubanos solo que el dolor se percibe mucho más fresco, más intenso. Por
lo demás todo idéntico: las mismas preguntas el mismo sentido de culpabilidad “¿Cómo
fue que caímos en esto?”, “¿Cómo no lo vimos venir?”. Igual convicción de que a
nadie le interesa escuchar su unánime desgracia, de que nadie los entiende. Las
mismas añoranzas por un país espléndido que ahora solo existe en sus recuerdos.
El mismo reconocimiento tardío de una grandeza que eran incapaces de reconocer
cuando la tenían frente a sí. Los mismos reproches por lo que se hizo o dejó de
hacer. La misma impotencia.
De pronto alguien
hace notar un mapa gigantesco que preside la sala. Un mapa en relieve del
archipiélago cubano. Yo nunca había visto con tanto detalle el contraste entre
la costa sur de Oriente y las elevaciones de la Sierra Maestra. O entre la
planicie camagüeyana y los lomeríos villareños. Los venezolanos ven otra cosa. Poco
importa que la novelista aclare que se trata del salón de clases de un viejo
profesor exiliado cubano que lo ha cedido para la presentación de la novela: en el silencio tenso que sigue a su aclaración se
palpa que para los allí reunidos aquel mapa equivale a la presencia onerosa del
opresor.
Todo el parecido a
las reuniones del exilio cubano, toda la solidaridad ante idénticos males se
diluyen ante el descubrimiento de que acá yo soy el enemigo.
Bueno, siempre conviene un chivo expiatorio. Y dicho sea de paso, los cubanos bien pudieran ver a Venezuela como enemiga, pues le ha servido de salvavidas al castrismo y lo sigue apuntalando, aunque muy venida a menos. Comprendo la sicología del caso, y por supuesto se trata de una tragedia, pero claramente auto-inducida. No me alegra ni me complace, pero tampoco siento gran lástima . Con todo lo idiotas que fueron los cubanos con Fidel, el Hugo era mucho más obvio, tanto como persona que como figura política, y así y todo lo pusieron en el poder. A los cubanos nadie vino a advertirles del peligro, sino todo lo contrario (véase al New York Times, por ejemplo), y ellos sí intentaron advertir a los venezolanos, los que no solamente los ignoraron sino que se burlaron de ellos. Está muy bien que ahora detesten al castrismo, ese parásito maligno, pero que miren a un exiliado cubano con ojeriza me parece bastante indecente.
ResponderEliminarLo que les debe molestar, después de tantas advertencias y tanto “a nosotros eso no nos pasa”, es el tener que escuchar el muy merecido: “I told you so.”
ResponderEliminarRecuerdo hace unos anos conoci a una Venezolana. Enseguida le dije lo mal que me sentia por la trajedia Venezolana o algo asi. Como cuando te encuentras un amigo y sabes que perdio un familiar. No se si debo haber sonado muy down. Lo que me sorprendio fue su respuesta: "Pero ustedes estan peor. Ustedes llevan como 50 anos en lo mismo." Lo cual evidentemente es cierto pero no sabia que habia alguna competencia.
ResponderEliminarlos cubanos...
ResponderEliminara mi me da vergüenza decirle a un venezolan@ que soy cubana.
que regreses a tu país y los oficiales de aduana en el aeropuerto sean todos policías de un país extranjero...