Miguel Correa, miembro de la generación del Mariel y de la revista del mismo nombre y autor de libros magníficos como Al norte del infierno y Furia del discurso humano le dedica unas palabras a El compañero que me atiende, libro que recoge, junto a textos de otros 56 autores su desternillante y terrible "Una persona decente".
HISTORIA NACIONAL DEL MIEDO
Por Miguel Correa
Bajo el sello de
Editorial Hypermedia acaba de aparecer la colección de textos cubanos más
representativos de la literatura cubana de la Revolución castrista, El compañero que me atiende. Su editor,
Enrique Del Risco, ha realizado un esfuerzo que
no se puede pasar por alto: casi todos los trabajos recogen el contexto
de ansiedad y desesperación que rodeaba a los autores no oficialistas de la
Cuba castrista. Para mí fue fácil presenciar la figura encorvada de esos
escritores, en el silencio de la madrugada, frente a la página escrita o en
blanco; muchos de ellos sin sospechar siquiera que escribirían textos heréticos
que terminarían por denunciarlos ante la
ley y que se utilizarían en su contra como “pruebas” del delito.
En el estudio
crítico o a forma de prólogo, Del Risco nos advierte que la sensación de terror
en que la creación literaria se ha desarrollado en los últimos siglos
(incluyendo el XIX, añadiría yo) no se limita exclusivamente a Cuba sino a todo
sistema que viola los derechos humanos como lo es el comunista. Parodiando a
José Lezama Lima, el poder siempre ha visto en los escritores a posibles
detractores o a enemigos de esos sistemas, así lo fue tanto en la Europa del
Este como en las dictaduras comunistas modernas. Ese ha sido el común
denominador entre todas ellas.
El título de la
colección parodia la frase de Padura que se utiliza como exergo al libro. Tener
a un “compañero” que me atiende no es más que un eufemismo para encubrir la
verdadera naturaleza de quien nos vigila y nos sigue los pasos: la Seguridad
del Estado. Todos los autores incluidos en la colección están vivos para el
otoño del 2017. De ahí que no aparezcan autores como Reinaldo Arenas, René
Ariza o Heberto Padilla. La colección
sólo abarca la narrativa.
Dedicarse a la
literatura en países sojuzgados por la opresión pudiera no entenderse a
cabalidad. “No escribas más”, pudiéramos ser aconsejados. O de este otro modo:
“Ese escrito tuyo te va a meter en un lío”. Pero el verdadero escritor sabe que
tiene cosas que decir, cosas que ni la tenebrosa Seguridad del Estado podría
persuadirlo de no hacerlo. Así funciona la mente de un escritor. No hay otra
manera: después lidiaremos con el miedo.
Ante todo, el texto.
Disfrutemos pues de este
libro antológico. Ahí están las voces de los que no pudieron conformarse con el
silencio, de los que no pudieron callarse sin emitir un juicio sobre su época, sobre su tiempo, sobre sus
vidas, al precio de su libertad o al precio de innombrables canalladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario