Ni siquiera de la
fecha de nacimiento puedo dar seguridad. Ecured, la Wikipedia del pobre, dice
que nació en 1953 pero un amigo me corrige afirmando que nació en 1957*. Tampoco
recuerdo cómo di con él aunque en aquellos días vivíamos a metros de distancia.
Hacía rato que había publicado su único libro, el que le había dado el premio
juvenil más importante del país y la condición oficial de escritor (que no de
escritor oficial, que eso nunca fue). Un libro con un título que todavía sonaba
subversivo –Nosotros vivimos en el submarino amarillo- en tiempos en que apenas
se levantaba la veda contra los chicos de Liverpool pero con cuentos que sobreviven a la veleidad de las prohibiciones. Porque Fajardo escribió cuentos de
becas y escuelas al campo cuando todavía no eran un subgénero del realismo
postsocialista, (esas cosas atroces empezando por los subgéneros) y podía
contarse aquella realidad andrajosa con frescura y penetración.
Cuando lo conocí ya Fajardo llevaba años de encierro en su caserón de La Víbora, acompañado de un perro
enorme y cocinándose el hígado lentamente (Pepe no tenía apuro para casi nada)
con los peores alcoholes del mercado en una época en que lo peor era lo único que había. Fajardo no
aprovechaba mis visitas para obligarme a leer algún cuento suyo (que es mucho
más de lo que puede decirse de la mayoría de los escritores) sino para ofrecerme
lo más espléndido que encontraba a mano: su alcohol asesino, espacio en alguna
antología que andaba preparando sobre el SIDA (y en la que no me animé a participar), la lectura generosa de mi último manuscrito en
aquellos días y, sobre todo, su conversación. Una conversación llena de muertos recientes, de suicidas que en aquellos años se habían convertido en epidemia, de desencantos algo más viejos que los suicidas pero también de mucho humor, un humor que parecía inmune a la muerte y al desencanto. Tuve la tremenda suerte de reencontrarme
con él hace un par de años en Miami pero ya para entonces era como recibir un
adelanto de la noticia que me dieron ayer: su cuerpo y su voz eran frágiles como
si cargara con muchos más años de los que llevaba acumulados aunque esa condición amable que
lo definía siguiera intacta.
Hoy, he vuelto como
por primera vez a su cuento más famoso. A reencontrarme con aquella voz que
iba a buscar al caserón de La Víbora hace muchos años. Me acerqué –lo confieso- como con los ojos
entrecerrados. Con el temor a encontrarme con algún detalle que no estuviera a
la altura de mi recuerdo de Pepe, alguna fractura donde antes todo parecía sólido. Pero en ese cuento en el que cubre su estructura
delicada y perfecta con salpicaduras de fango y gofio (un relato que puede leerse como "Una semana de Totico Denísovich y sus socios en la escuela
al campo") me di de bruces con la decencia del autor. Una decencia –en este
caso narrativa- no muy distinta de aquella con la que Pepe se acercaba al
mundo, empezando por sus amigos. Una decencia que protege sus palabras contra
el tiempo y les hace decir más cosas incluso que las que pudimos leer cuando
aparecieron impresas (eso también es mucho más de lo que puede decirse de la mayoría de los escritores). Y lo primero que nos dice Pepe es que la decencia misma no
es cosa barata. Sobre todo en los sitios donde más escasea.
*Otro amigo muy cercano a Fajardo, Luis Leonel León precisa que su fecha de nacimiento fue el 13 de febrero de 1957. Y la de muerte, al parecer, este 13 de diciembre.
[Puede encontrar el PDF del cuento -le falta una página, por cierto- aquí]
*Otro amigo muy cercano a Fajardo, Luis Leonel León precisa que su fecha de nacimiento fue el 13 de febrero de 1957. Y la de muerte, al parecer, este 13 de diciembre.
[Puede encontrar el PDF del cuento -le falta una página, por cierto- aquí]
De izquierda a derecha: Luis Leonel León, Enrique Del Risco, José Ramón Fajardo en el patio de la casa de Armando Tejuca, en Miami, septiembre de 2014 |
Enrisco:
ResponderEliminarAunque conozco que no soy "santo de tu devoción"(ignoro el motivo) deseo agradecerte tu texto sobre Pepe Fajardo. Mi amistad con él fue sólida. De hecho Ramoncito Fernández Larrea y yo fuimos sus mejores amigos a principios de los años 70.
Saludos,
Rodolfo González Almaguer
Me sorprende que pienses eso de mí. Si alguna vez no he sido lo suficientemente atento contigo -algo que no descarto con la velocidad que se vive por aca- te ruego que me disculpes. Y me alegro que compartamos amistad con alguien tan bueno como Pepe.
ResponderEliminarGracias por tu amabilidad. No hay nada que disculpar. Comprendo el frenesí de estos tiempos. Y aprovecho la oportunidad para reiterarte mi admiración por tu obra y por tu postura vertical en el tema de Cuba.Necesitamos a muchos Enriscos. Cualquier día de estos conversamos sobre nuestro querido Pepe Fajardo.
ResponderEliminarUn gran abrazo,
Rodolfo
¡Qué hermoso homenaje! Este es uno de los pocos libros que traje de Cuba. Mi cuento favorito de la coleccion es sobre el muchacho que aprende a bailar rock para conquistar a una chiquita y termina con una imagen de "la guitarra que Eric Clapton empuña furibundo."
ResponderEliminar¡Gracias por el recuerdo y feliz Navidad!
Gracias Teresa. Yo lamentablemente no tengo su libro conmigo.
ResponderEliminarBueno pues yo debo de haber sido uno de los personajes de ese libro, compartí con Jose Ramon ( Monchy, como le decíamos) esos años de Escuelas al Campo. Más nunca lo vi, nunca nos volvimos a encontrar, me he enterado de su muerte no sin pesar. Ahora no vivo en Cuba y me gustaría muchísimo leer "Nosotros vivimos en el Submarino Amarillo". Como lo puedo encontrar? En todos lados esta agotado. Mi email: miguelfernandez@inbox.com
ResponderEliminarComo puedo tener ese libro? Conocí a Monchy como le decíamos en la Escuela Edison, secundaria básica y compartimos escuelas al campo juntos, un amigo común me dijo que éramos unos de los personajes. Más nunca vi a Monchy después de aquello, supe de su muerte por el mismo amigo, no vivo en Cuba ahora. Mi email es : miguelfernandez@inbox.com
ResponderEliminarEnrisco. ¿ Puedes enviarme tu número de teléfono ? Necesito hacerte una breve consulta. Rodolfo Gonzalez Almaguer
ResponderEliminarRecien me entere del fallecimiento de Monchy. Como Miguel Angel, estudiamos juntos en el Edison y tambien un poco en el Pedagogico.
ResponderEliminarY si, recuerdo que una vez me hablo de que parte de "Nosotros vivimos en el submarino amarillo" era basado en aquellas vivencias de la Escuela al Campo del Edison.
Descanse en paz querido amigo !!!
lamento muchísimo su perdida, yo le conocí algunos años , en esa época ya bebía en exceso, recuerdo días después del partido béisbol cuba/ orioles en su casona de la víbora, en su biblioteca, son vivía con su tía, no recuerdo si materna o partena, siendo el asesor literario casa cultura arroyo ( lado funeraria maulines) estuve varias veces en actividades del 1 diciembre tema sobre el sida, le conocí x un amigo en común q' en aquella época era aficionado a la escritura hoy lamentable está enfermo mental en condiciones deplorables ( rene carrero loyola) muy amigo de pepe doy fe, tengo entendido q' vive en su casa czda bejucal edificio Pelayo, yo emigre 2007 , me enteré fallecimiento hace 2 años x internet, es una pena como se apagaba su vida producto de su adicción al alcohol, recuerdo una noche lo encontré en el portal del antiguo café colon tirado suelo en malas condiciones, retrocedí y le dejé en la PTA de su casa, siempre me hablada de Lourdes su mejor pero yo nunca le vi , fue una gran persona. carlosalbertosanchezheredia@gmail.com
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