De
todas las reacciones ante el remake frustrado del performance “El susurro de
Tatlin” de la artista Tania Bruguera el pasado 30 de diciembre la más llamativa
ha sido sin dudas la de sus colegas de la isla: un silencio público que -lejos de
la usual abulia ante cuestiones de actualidad- encubre un obstinado malestar. Cuando
cabía esperar al menos algún gesto de solidaridad gremial con una colega que ha
sido detenida tres veces en 48 horas todo lo que nos llegan son precisamente susurros.
A la par del desentendimiento aparente en los pasillos del universo cubano se
da rienda suelta a un sin número de maledicencias dictadas en buena parte por
ese sentimiento que en todo el mundo se conoce como envidia artística. Aparecer
en la portada de importantes medios internacionales y recibir respaldo de unas
cuantas instituciones universalmente reconocidas por no hacer nada (porque en
este caso si somos estrictos el performance ha corrido a cargo del Estado que
ha enviado tres veces consecutivas a la artista a centros de detención) debe
resultar frustrante para muchos artistas que se levantan todos los días con el
deseo de encontrar nuevas ideas con qué deslumbrar al público y los críticos.
Más
endémica y compleja de explicar es la reacción de aquellos que han tomado el
proyecto de la Bruguera como un ataque contra el estamento artístico como un
todo. Lo que viene a decir el susurro del gremio es que Tania Bruguera es la
gran aguafiestas de las celebraciones que se habían orquestado a raíz del
anuncio de normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los
Estados Unidos. Sus buenas razones tiene uno de los estamentos más prósperos de
la sociedad cubana en las últimas décadas. A las facilidades para la
exportación de su obra prácticamente sin intermediarios, a su acceso a los
mercados internacionales se le añade su cuasi monopolio del espacio de la crítica
social que en otros lugares deberían compartir con el resto de la sociedad
civil. Lo que en otras sociedades sería un derecho –el de la libertad de
expresión- al alcance de cualquier ciudadano en Cuba es un privilegio
circunscrito a los artistas y a los funcionarios del régimen sin que
necesariamente debamos confundir a unos con otros. Esas facilidades se le han
otorgado a partir del acuerdo tácito de que aquello que constituya crítica
social o incluso política no rebase los terrenos de lo que se considera el hecho
artístico. La Cuba actual es por tanto, para los artistas que han aprendido a
jugar las reglas de juego, el mejor de los mundos posibles. Sólo faltaba el
acceso abierto al mercado norteamericano del arte para que de la realidad casi
perfecta se entrara de lleno en el paraíso. “El susurro de Tatlin” en la Plaza
de la Revolución, una obra que en cualquier rincón del mundo pasaría
desapercibida por redundante, en Cuba -como era previsible- es toda una
provocación al régimen político pero para el gremio de los artistas constituye
un peligroso reto. Extender el privilegio de la libertad de expresión artística
a la condición de derecho accesible para cualquier ciudadano sin ser artista no
solo agrede la ilusión de que bastaba el gesto de Obama para acceder a
coleccionistas ávidos por un arte al que hasta ahora solo podían acceder de
manera limitada. “El susurro de Tatlin” deja en evidencia la condición
privilegiada de los artistas en Cuba y a su vez hace uso de ese privilegio para
convertirlo, así sea de manera simbólica, en derecho para el resto de la sociedad.
Visto así es difícil dar con un insulto mejor calculado.
No
es extraño que de todas las reacciones hasta el momento desde el gremio en la
isla, la más clara y articulada provenga de Lázaro Saavedra, quien en su
condición artista y de educador ha ejercido un impresionante magisterio artístico
y ético durante décadas. Sí sorprende que su lectura precoz del evento intente
reducirlo a “golpe mediático”, a nueva adición al currículum de Tania Bruguera,
como si toda obra no tiene como uno de sus destinos engrosar el currículum de
los artistas, como si la libertad
artística fuera ajena al destino de la libertad de una sociedad.
Si
algo resulta al mismo tiempo provocador y seductor en esta edición de “El
susurro de Tatlin”, más allá de la sensibilidad delicadísima de la policía
política local, es su manera tan elemental de poner en escena no ya la ausencia
de derechos civiles en la isla sino el compromiso del artista con el sentido de
su obra y con el contexto en que se instala y la tensión a que puede llegar la
relación entre arte y política, sus posibilidades y también sus limitaciones. “El
susurro de Tatlin” o “La perreta de Tania”, como quiera llamársele, no conquistará
nuevos derechos para los cubanos pero les cura –a nivel simbólico al menos- de
todas las distracciones actuales sobre su ausencia. Concuerdo con Lázaro Saavedra
en “todo arte político comienza pensándose ilusoriamente más como política que
como arte para al final terminar como siempre, siendo más arte que política”, o
sea, que resulta más gesto ilusorio y simbólico que actuación directa sobre lo
real. Lo que salva a este performance de la mera irresponsabilidad artística es
el modo en que la artista ha manifestado su responsabilidad con el resto de las
personas implicadas en este y el que haya puesto repetidamente en riesgo su
libertad con tal de asegurarse que fueran liberados los detenidos en el
proceso.
Por
otra parte la “vía inteligente,
evadiendo la censura o estructuras formales de control social” que le sugiere
Lázaro Saavedra a Tania Bruguera es, ni más ni menos, la fórmula que ha permitido la existencia
de un arte más o menos crítico en un sistema represivo sin conseguir un
especial avance en los derechos civiles. Ese es el tipo de sutilezas que quedan obsoletas ante el gesto frontal de Bruguera. Este performance marcará un cambio si no en la situación de los derechos civiles en el país, sí en el modo en que se concibe la relación en el enrarecido ambiente cubano entre arte, política y libertad de expresión, un cambio que es lógico que descoloque a los artistas acostumbrados a operar de acuerdo a las antiguas reglas de juego, cuando la mera ironía adquiría la condición de aventura redentora.
Es útil que estas objeciones provengan de alguien de la honestidad, el talento y el valor de Lázaro Saavedra porque nos obliga a buscar explicaciones bastante más profundas y complejas que el miedo, la envidia, el interés o la complicidad con el régimen. Y es que los cubanos, como gente que ha vivido oprimida toda su existencia, añoramos la libertad y los derechos sin tener una idea muy clara de lo que significan y hablamos de ellos como un ciego hablaría de los colores: podemos definirlos a la perfección a nivel conceptual pero siempre nos faltará la inmediatez decisiva del que los ha percibido a plena luz. Es desde esas tinieblas que Lázaro se pregunta “¿Son los derechos civiles uno de los tantos medios para hacer arte o es el arte un medio para luchar por los derechos civiles?” cuando está claro que se puede tener arte sin derechos o derechos sin recurrir al arte pero no podemos renunciar a uno en nombre de los otros ni viceversa sin renunciar a parte de nuestra humanidad. “El susurro de Tatlin” o el de los artistas cubanos pone en evidencia tanto la naturaleza represiva del régimen de la isla como las impotencias del arte frente a este pero también es un modo de recordarles al artista cubano esa parte de sí que han mantenido en silencio durante décadas, esa que lo hace descender del pedestal de los elegidos para convertirlo en nada menos que todo un ciudadano.
P.D.:
Muy recomendable slos artículos que han publicado sucesivamente en Diario de Cuba Néstor Díaz de Villegas y Elvis Fuentes.
Es útil que estas objeciones provengan de alguien de la honestidad, el talento y el valor de Lázaro Saavedra porque nos obliga a buscar explicaciones bastante más profundas y complejas que el miedo, la envidia, el interés o la complicidad con el régimen. Y es que los cubanos, como gente que ha vivido oprimida toda su existencia, añoramos la libertad y los derechos sin tener una idea muy clara de lo que significan y hablamos de ellos como un ciego hablaría de los colores: podemos definirlos a la perfección a nivel conceptual pero siempre nos faltará la inmediatez decisiva del que los ha percibido a plena luz. Es desde esas tinieblas que Lázaro se pregunta “¿Son los derechos civiles uno de los tantos medios para hacer arte o es el arte un medio para luchar por los derechos civiles?” cuando está claro que se puede tener arte sin derechos o derechos sin recurrir al arte pero no podemos renunciar a uno en nombre de los otros ni viceversa sin renunciar a parte de nuestra humanidad. “El susurro de Tatlin” o el de los artistas cubanos pone en evidencia tanto la naturaleza represiva del régimen de la isla como las impotencias del arte frente a este pero también es un modo de recordarles al artista cubano esa parte de sí que han mantenido en silencio durante décadas, esa que lo hace descender del pedestal de los elegidos para convertirlo en nada menos que todo un ciudadano.
P.D.:
Muy recomendable slos artículos que han publicado sucesivamente en Diario de Cuba Néstor Díaz de Villegas y Elvis Fuentes.
Brillante y luz. LUZ BRILLANTE. El miedo a perder los privilegios y sus máscaras oportunistas es muy grande. Y hablo músicos, pintores, escritores, actores y sobre todo payasos que no se cansan de disentir en cada fiesta particular de oído en oído o sea susurrando. Todos.
ResponderEliminarAnte una obra de tal osadía y atrevimiento como esta de Tania Bruguera, es, “normal“ que aparezcan reacciones hostiles y contraproducentes, porque a cualquiera que conozca el nivel de represión que existe en Cuba con respecto a la libertad de expresión, este performance le toca la más profunda fibra del miedo, y la primera lectura es esa de acusar a la artista de estar poniendo en riesgo a los que participen de la obra.
ResponderEliminarEn este sentido, inconscientemente se puede hacer uno cómplice de la censura, ya que se convierte en eco de ese miedo y lo expande como un grito de “cuidado, es peligroso“, lo cual lo pone a menos de un paso de convertirse en verdugo acusador. Esta es una estrategia común de toda dictadura, el hecho de que el instinto de sobrevivencia básico que todo humano tiene le impida atreverse y arriesgarse a dar pasos de gigante, y el común de los mortales se conforme con -no está de más la redundancia- el lugar común de aceptar lo que hay, de no cruzar más allá de ciertos límites, de quedarse en algún lugar “seguro“.
Pero esta obra de Tania está diseñada precisamente para todo lo contrario, como bien dice la autora en su manifiesto:
“Esta obra, de agudo impacto político, ha sido concebida como una estructura abierta que presiona los límites de las instituciones en el poder, donde la responsabilidad está en el público quien para participar tiene que asumir su rol ciudadano integrado al proceso político de manera activa. El privilegio de expresión, con sus limitaciones, que tienen los artistas en Cuba es cedida al espectador que ejerce una suerte de democracia momentánea, casi como un ensayo de lo que podría ser una sociedad plural y tolerante a la discrepancia como parte de un proyecto de sociedad civil.“
Así y todo, Tania Bruguera ha transgredido incluso ese acápite de que “el público sea responsable“ y se ha hecho responsable ella misma de ese público, el cual “gracias“ a los órganos represivos de un sistema obsoleto y cegado por el miedo a desmoronarse, usó su fuerza para arrestarlo y de ese modo intentar acallarlo. Con este gesto de impecable elegancia, sus críticos se habrán quedado a lo menos, mudos, y quizá entonces les habrá aflorado el tímido de deseo de haberla apoyado desde un inicio en lugar de unirse a la paranoia reaccionaria.
“Descalificar la integridad de una acción como "El susurro de Tatlin" por las imaginadas intenciones de sus protagonistas (todos encarcelados) es un inaceptable acto de cinismo. En esa línea alguno podría denigrar también a José Martí insinuando que arremetió contra el ejército español motivado sólo por el ansia egocéntrica de ingresar heroicamente a la historia. Acabemos con estos delirios: la paranoia es reaccionaria.“
Gustavo Buntinx
Para mí está aclaro a estas alturas que si queremos cambiar un país para bien, si queremos todas esas libertades a la que cualquier persona de esta tierra debe tener derecho, pues tendremos que conquistarlas, luchar por ellas y enfrentar el riesgo de esta lucha de forma pro-activa, aportando y creando con voz propia más que reaccionando ante las obras de los demás o incitando a los demás a hacer lo que nosotros no hacemos. La pasividad no conduce a ningún cambio, hay que trascender el miedo, es el único camino.
Mas claro ni El susurro... Siempre he dicho que un pais no es sus artistas pero ellos aseguran que Cuba nace de sus ideas y trueques por debajo de la mesa. Gracias Enrique.
ResponderEliminar
ResponderEliminarNo quisiera ser redundante. Este texto tuyo, Enrique es, sobre todo, SANO. Y digo sano para todos los niveles de lectura y aristas posibles del término. Supongo que eso lo sabrá agradecer Saavedra.
El triste silencio desde el acomodo, (para esto y para todo) de los artistas plásticos de la isla, es algo sabido, pero no des-cubierto, ni trabajado por “la crítica cubana” hasta el momento. Es mérito de Enrisco alumbrar sobre eso.
Los lastimosos cotos de poder (entendido como “poder vivir”) que sienten amenazados esos artistas, explican la diferencia, por ejemplo, entre aquella aguda segunda generación de los 80 y estos artistas institucionalizados de hoy. Y resulta que para mostrar eso, también sirve el metaperformance de Tania.
Me quedo, también, con algo que ya había pensado, pero que has dicho mejor: “El susurro de Tatlin” o “La perreta de Tania”, como quiera llamársele, no conquistará nuevos derechos para los cubanos pero les cura –a nivel simbólico al menos- de todas las distracciones actuales sobre su ausencia.
el
Los micronfonos no se abren ni se dejan abandondos, sino me creen preguntele a Ceaușescu. Lo paradojico de todo esto es que si se hubieran abierto, por dos horas, Cuba seguiria siendo un pais totalitario y al no abrirse sigue siendo un pais totalitario. No conozco mejor definicion de la tautologia. En eso lleva la razon Lazaro Saavedra. El cambio se da respecto a la opinion publica internacional, que no se hayan abierto supuso un escandalo de dos horas y que se hubieran abierto una euforia que no tendria fin, en esto lleva razon Enrisco.
ResponderEliminarAy, nosotros los cubanos con ese afán de “lo tengo to pensao” Nadie se deja arrastrar por los acontecimientos. Todos tenemos nuestra explicación a priori y así vamos a seguir porque el que pone los acontecimientos siempre va a ser el mismo. Somos un cumulo egoísta de actores.
ResponderEliminarPor muchas razones, que aquí no explico por falta de espacio, Tania Bruguera es de las que practican el viejo dicho: "Que hablen; bien o mal, pero que hablen". Es ingenuo, o muy bien calculado, pensar que a estas alturas (y a cualquier otra) le iban a permitir el performance de la Plaza. Quizá si lo hubiera convocado para un lugar más pequeño y menos emblemático, hubiera logrado llevarlo a cabo, pero, claro, sin el revolico mediático y las detenciones que se produjeron.
ResponderEliminarPor supuesto que le hubieran permitido hacer un performance de salon, eso esta descontado pero parafraseando a la vieja sacarocracia: Sin revolico mediatico no hay pais. En Cuba hay arte de sobra. Lo que hace falta es un poco de pais habitable para todo el mundo.
ResponderEliminarquien es tania bruguera ?
ResponderEliminarhttp://www.nuevoaccion.com/articulos/de-los-archivos-de-nuevo-accion-lo-prometido-es-deuda-recuento-de-quien-es-el-padre-de-tania-bruguera/