Hace
unos días el cineasta y escritor Manuel Zayas publicaba copia de la carta de
expulsión de la Escuela Internacional de Cine de uno de sus empleados, Boris
González Arenas. Según la carta se le expulsa por publicar artículos que
"se oponen al Estado Cubano" [las mayúsculas son de ellos]. Pero no
se trata de un intento de coartar la libertad de expresión, no señor. La carta
explica que los artículos de Boris "no son son solo la simple expresión de
un disenso crítico cuyo derecho a existir la EICTV defiende y defendería hasta
sus últimas consecuencias, sino que constituyen ataques frontales a los valores
humanistas que la escuela comparte y apoya". Concluye diciendo el POR
CUANTO más decisivo que "sus ideas son dispares y antagónicas con las que
fundamentan la labor de la EICTV".
¿Ataca Boris
a alguna minoría oprimida, exalta la mentira o convoca al asesinato? Un repaso a los artículos del
profesor expulsado nos hace ver puntos de vista que pasarían por bastante
humanistas en el resto del planeta: reclamo de mayores espacios de expresión,
crítica a la corrupción y el nepotismo y la ineficacia económica del Estado Cubano
[las mayúsculas esta vez son mías], denuncia de la represión de disidentes y
asuntos por el estilo. Vale preguntarse si los “valores humanistas” de la EICTV
incluyen el apoyo a la represión, la restricción de espacios de discusión o la defensa
de la corrupción estatal. Como quiera que acusan a las ideas de González Arenas de ser “antagónicas con las que fundamentan
la labor de la EICTV" de alguna manera los redactores de esta sentencia de
expulsión –y sin dudas los que los presionaron a dar ese paso desde la élite
del poder- pretenden contagiar con sus maneras represivas a todos los que se
han pasado por dicho centro, hacerlos cómplices de esta escandalosa medida represiva. Sería
bueno saber qué piensan al respecto quienes durante décadas han pasado por la
EICTV en cualquiera de sus funciones. Sobre todo qué sentido se le da al
concepto de humanidad dentro de aquél recinto en San Antonio de los Baños.
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Comentario de Boris González Arenas dejado en mi muro de facebook por Manuel Zayas:
Sobre mi expulsión de la EICTV
Amigos, solo he podido saber de las muchas muestras de afecto transmitidas por ustedes por segundas personas, pues mi entrada eninternet se ha vuelto demasiado esporádica como para detenerme en los debates creados.
Han sido días intensos, con demasiadas acciones en mi contra. Algunas, como mi expulsión de la escuela de cine, públicas y discutidas, otras, aún más infelices e individuales, que no vale la pena traer a cuento.
El capítulo de asedio en la EICTV, que ahora la seguridad del estado cubana busca concluir, tuvo su comienzo durante la dirección de Rafael Rosal años atrás. Agentes de esta institución paramilitar presionaron al director para que me expulsara aludiendo que desde mi puesto de trabajo yo colocaba los artículos en Probidad, el blog personal que un tiempo antes había abierto.
Rafael Rosal me llamó a su despacho y me comunicó la intención de la institución represiva y su determinación como director, contraria a mí despido, siempre que yo me comprometiera con no continuar publicando desde la escuela. Hecho este compromiso, nunca más publiqué desde la escuela los artículos de mi blog ni consulté la evolución del mismo.
No sé si todos pueden percibir este acto con la dimensión con que yo la percibo. Rafael Rosal no era mi amigo, ni compartía mis posiciones políticas e ideológicas, lo que hizo fue comportarse en aquellos días como un hombre justo, que es diferente. Otras acciones igualmente admirables tuvo el director conmigo, pero me limito a la que he narrado porque sentó un precedente importante.
Los organismos paramilitares cubanos no se exponen y Rafael Rosal los hizo evidentes. Por primera vez tuve noticias de cuán cerca seguían mis pasos y no es lo mismo sospecharlo que saberlo.
Por supuesto, aquellos hombres acostumbrados a tratar con una sociedad intimidada recibieron la determinación de Rafael Rosal como una afrenta. Más allá de sus errores de dirección, de los que ningún director o directora puede librarse, este gesto formidable influyó mucho en su suerte al frente de la escuela.
A Rafael Rosal le siguió en la dirección Jerónimo Labrada, quien ha debido dirigir la escuela con nuevas dificultades y pienso que la mejor muestra de que lo ha logrado, es que la escuela sigue ahí con buenos resultados académicos.
Hacia la EICTV no tengo más sentimientos que los de afecto y agradecimiento. Pero ninguna institución es sagrada, nunca he compartido cierta tendencia a considerar la escuela un santuario. Poco tienen de valor un almacén con treinta cámaras o una sala de estudios magníficamente equipada, sino tiene el creador la independencia y el apoyo para su trabajo, al igual que el personal que allí labora.
En Cuba, además, instituciones mucho más importantes carecen de agua potable e insumos mínimos para el desempeño laboral. El panorama general de la nación es desolador, de ahí que, bajo ningún concepto, he aceptado reducirme al entorno placentero de la escuela y al salario extraordinario que perciben sus trabajadores docentes, dentro de los que me contaba hasta el pasado cinco de enero de 2015.
Fue mi decisión y me enorgullezco de ello, pero sé que hay entre mis ex colegas de la escuela muchos que, desde sus criterios, han asumido un compromiso semejante. Algunos de esos excompañeros estaban en la reunión donde se me comunica mi expulsión y no pierdo de vista que también contra ellos, contra su prestigio social e intelectual, se montó aquél espectáculo. Para el castrismo no hay diferencias respecto del disenso. Aún el disentimiento que declara alguna filiación revolucionaria o castrista, es humillado de manera permanente. Personas a las que les he valorado sinceramente sus posturas críticas, fueron llevadas a esta reunión, no para expulsarme a mí, sino para humillarlos a ellos.
En estos años en la escuela lo que he sentido ha sido afecto y estimación, los que considero merecidos no por mi actitud política, al menos no de modo principal, sino por mi comportamiento cívico y fraterno.
Mi oposición frontal al castrismo, la dictadura deplorable que reduce mi país a la miseria y el desamparo legal, debía en algún momento procurarme alguna mala jugada que me dejara fuera de la escuela y esa ocasión se ha propiciado en el peor momento para aquellos que allí cooperaron con mi expulsión.
El 30 de diciembre del 2014 asistí a la plaza de la revolución para participar en el performance convocado por Tania Bruguera. La obra no se realizó pues la artista fue detenida desde la madrugada y a los que asistimos, cuando comenzábamos a marcharnos del lugar, nos detuvo un grupo de paramilitares que esperaban a la sombra nuestro acercamiento.
Estuvimos detenidos tres días, de los cuales cuarenta y ocho horas fueron ilegales. Se nos impidió además acceder al teléfono, al que todo detenido tiene derecho, por lo que estuvimos todo el tiempo incomunicados. Nuestra detención se agravó entonces con la incertidumbre familiar y la destrucción de las festividades planificadas en vísperas del nuevo año.
El día dos de enero salimos de la prisión y el día cinco comenzaron las clases en la escuela. En la tarde del día cinco, ya cerca de la hora de marcharme, fui llamado a la dirección general donde me esperaban Jerónimo Labrada y otras personas cuyos nombres hice públicos de manera inmediata. Allí se me comunicó que se había determinado mi expulsión del puesto de Coordinador de la Cátedra de Humanidades y se me entregó un documento legal ya redactado y firmado.
Entre las ofensas recibidas por estos días, esta fue la más indignante. Mis colegas, amigos, escucharon en silencio todo lo que dije. La molestia que me produjo aquél momento no me permitió ver que aquél silencio era, en algunos de ellos, la expresión de una gran vergüenza. Me entristecía tremendamente que la Seguridad del estado cubana hubiera logrado semejante humillación para todos.
Les sugerí que echarán atrás una decisión que los ofendía. Esperé por ello. Sólo Jerónimo Labrada hablaba, sus palabras evidenciaban que era el artífice del evento. Me negó que estuviera cumpliendo órdenes de la seguridad del estado y argumentó que mis escritos se habían vuelto más intensos contra el castrismo. Esto no es cierto y en los próximos días mostraré algunos escritos míos antiguos comparados con el que usó Jerónimo Labrada para fundamentar su decisión.
Les conté a todos, brevemente, sobre mi encierro, sobre la naturaleza pérfida de los paramilitares cubanos que ahora les convocaban a través del director general. Les aseguré que esa misma acción en octubre o mayo habría tenido otra significación, pero que producirla a solo tres días del fin de mi secuestro los humillaba y los hacía cómplices de un delito moral, el de criminalizar a la víctima.
Al notar que no había ninguna intención de reconsiderar la decisión, les dije que sus nombres serían hecho públicos por mí. Acto que considero absolutamente legítimo, desde el momento que las acusaciones argumentadas, son la de falta de confianza y declaraciones que atentan contra valores humanistas. La acusación es infame y busca dañar mi prestigio como ser humano.
Pronto a la escuela debe llegar un nuevo director, el candidato que se rumora no es cubano y sin dudas eso movió a la seguridad del estado, habiendo tenido la experiencia de la actitud de Rafael Rosal, a determinar mi salida. Esa desconfianza hacia la posibilidad de dirigir a los extranjeros fue la misma consideración que movió a Jerónimo Labrada a convocar un Consejo de Dirección amplio que, sin embargo, no incluyó profesores que no fueran de nuestro país.
Señalar a la escuela no es desacreditarla, a publicar los nombres no me mueve ningún rencor, y por medio de este escrito quiero dejar sentado que lo que deseo para los tiempos que vienen es mantener la serenidad y restablecer lazos de amistad corrompidos por estos eventos.
Estoy convencido de algo, si tenemos que poner fin al castrismo, no es por su historia, ya suficientemente criminal como para desautorizarlo, sino por su carácter antisocial, por la impunidad con que siembre saña y rencor, aún entre los vínculos más sagrados.
Quiero aclarar que la expulsión de la escuela no es legalmente un hecho. Se supone, lo que no conocí hasta días después por medio de abogados independientes consultados por mí, y luego me fue confirmado en la escuela, que tengo derecho a una plaza que no sea de funcionario y acorde con mi nivel académico. En teoría eso me permitiría continuar en la escuela, pero tales plazas están cubiertas allí. Esta argucia legal es demasiado rebuscada para mí y evidencia que en la preparación del evento ha habido una picardía particular. Aunque suene gracioso, yo no estoy legalmente expulsado de la escuela, pero si en la práctica. No obstante, de lo que se trata no es de seguir o no en la escuela, sino de impugnar la supuesta falta de confiabilidad por calumniosa y porque he dado sobradas pruebas, en el desempeño de mis funciones, de mi lealtad hacia la institución, a mis compañeros y a los alumnos.
Agradezco a todos tantas muestras de afecto, han sido un apoyo fundamental. El valor que han tenido los amigos, la atención legal y el seguimiento de la prensa independiente, me han hecho pensar en la suerte que me ha cabido de ser opositor por estos años. Treinta años atrás, en la cima de la influencia internacional del castrismo y su control del ciudadano cubano, esta misma actitud condenaba a muerte o a un largo presidio, todo ello en medio del escarnecimiento más infame y sin ninguna posibilidad de defensa ni expresión.
Boris González Arenas
14 de enero de 2015
Post data:
Comentario de Boris González Arenas dejado en mi muro de facebook por Manuel Zayas:
Sobre mi expulsión de la EICTV
Amigos, solo he podido saber de las muchas muestras de afecto transmitidas por ustedes por segundas personas, pues mi entrada eninternet se ha vuelto demasiado esporádica como para detenerme en los debates creados.
Han sido días intensos, con demasiadas acciones en mi contra. Algunas, como mi expulsión de la escuela de cine, públicas y discutidas, otras, aún más infelices e individuales, que no vale la pena traer a cuento.
El capítulo de asedio en la EICTV, que ahora la seguridad del estado cubana busca concluir, tuvo su comienzo durante la dirección de Rafael Rosal años atrás. Agentes de esta institución paramilitar presionaron al director para que me expulsara aludiendo que desde mi puesto de trabajo yo colocaba los artículos en Probidad, el blog personal que un tiempo antes había abierto.
Rafael Rosal me llamó a su despacho y me comunicó la intención de la institución represiva y su determinación como director, contraria a mí despido, siempre que yo me comprometiera con no continuar publicando desde la escuela. Hecho este compromiso, nunca más publiqué desde la escuela los artículos de mi blog ni consulté la evolución del mismo.
No sé si todos pueden percibir este acto con la dimensión con que yo la percibo. Rafael Rosal no era mi amigo, ni compartía mis posiciones políticas e ideológicas, lo que hizo fue comportarse en aquellos días como un hombre justo, que es diferente. Otras acciones igualmente admirables tuvo el director conmigo, pero me limito a la que he narrado porque sentó un precedente importante.
Los organismos paramilitares cubanos no se exponen y Rafael Rosal los hizo evidentes. Por primera vez tuve noticias de cuán cerca seguían mis pasos y no es lo mismo sospecharlo que saberlo.
Por supuesto, aquellos hombres acostumbrados a tratar con una sociedad intimidada recibieron la determinación de Rafael Rosal como una afrenta. Más allá de sus errores de dirección, de los que ningún director o directora puede librarse, este gesto formidable influyó mucho en su suerte al frente de la escuela.
A Rafael Rosal le siguió en la dirección Jerónimo Labrada, quien ha debido dirigir la escuela con nuevas dificultades y pienso que la mejor muestra de que lo ha logrado, es que la escuela sigue ahí con buenos resultados académicos.
Hacia la EICTV no tengo más sentimientos que los de afecto y agradecimiento. Pero ninguna institución es sagrada, nunca he compartido cierta tendencia a considerar la escuela un santuario. Poco tienen de valor un almacén con treinta cámaras o una sala de estudios magníficamente equipada, sino tiene el creador la independencia y el apoyo para su trabajo, al igual que el personal que allí labora.
En Cuba, además, instituciones mucho más importantes carecen de agua potable e insumos mínimos para el desempeño laboral. El panorama general de la nación es desolador, de ahí que, bajo ningún concepto, he aceptado reducirme al entorno placentero de la escuela y al salario extraordinario que perciben sus trabajadores docentes, dentro de los que me contaba hasta el pasado cinco de enero de 2015.
Fue mi decisión y me enorgullezco de ello, pero sé que hay entre mis ex colegas de la escuela muchos que, desde sus criterios, han asumido un compromiso semejante. Algunos de esos excompañeros estaban en la reunión donde se me comunica mi expulsión y no pierdo de vista que también contra ellos, contra su prestigio social e intelectual, se montó aquél espectáculo. Para el castrismo no hay diferencias respecto del disenso. Aún el disentimiento que declara alguna filiación revolucionaria o castrista, es humillado de manera permanente. Personas a las que les he valorado sinceramente sus posturas críticas, fueron llevadas a esta reunión, no para expulsarme a mí, sino para humillarlos a ellos.
En estos años en la escuela lo que he sentido ha sido afecto y estimación, los que considero merecidos no por mi actitud política, al menos no de modo principal, sino por mi comportamiento cívico y fraterno.
Mi oposición frontal al castrismo, la dictadura deplorable que reduce mi país a la miseria y el desamparo legal, debía en algún momento procurarme alguna mala jugada que me dejara fuera de la escuela y esa ocasión se ha propiciado en el peor momento para aquellos que allí cooperaron con mi expulsión.
El 30 de diciembre del 2014 asistí a la plaza de la revolución para participar en el performance convocado por Tania Bruguera. La obra no se realizó pues la artista fue detenida desde la madrugada y a los que asistimos, cuando comenzábamos a marcharnos del lugar, nos detuvo un grupo de paramilitares que esperaban a la sombra nuestro acercamiento.
Estuvimos detenidos tres días, de los cuales cuarenta y ocho horas fueron ilegales. Se nos impidió además acceder al teléfono, al que todo detenido tiene derecho, por lo que estuvimos todo el tiempo incomunicados. Nuestra detención se agravó entonces con la incertidumbre familiar y la destrucción de las festividades planificadas en vísperas del nuevo año.
El día dos de enero salimos de la prisión y el día cinco comenzaron las clases en la escuela. En la tarde del día cinco, ya cerca de la hora de marcharme, fui llamado a la dirección general donde me esperaban Jerónimo Labrada y otras personas cuyos nombres hice públicos de manera inmediata. Allí se me comunicó que se había determinado mi expulsión del puesto de Coordinador de la Cátedra de Humanidades y se me entregó un documento legal ya redactado y firmado.
Entre las ofensas recibidas por estos días, esta fue la más indignante. Mis colegas, amigos, escucharon en silencio todo lo que dije. La molestia que me produjo aquél momento no me permitió ver que aquél silencio era, en algunos de ellos, la expresión de una gran vergüenza. Me entristecía tremendamente que la Seguridad del estado cubana hubiera logrado semejante humillación para todos.
Les sugerí que echarán atrás una decisión que los ofendía. Esperé por ello. Sólo Jerónimo Labrada hablaba, sus palabras evidenciaban que era el artífice del evento. Me negó que estuviera cumpliendo órdenes de la seguridad del estado y argumentó que mis escritos se habían vuelto más intensos contra el castrismo. Esto no es cierto y en los próximos días mostraré algunos escritos míos antiguos comparados con el que usó Jerónimo Labrada para fundamentar su decisión.
Les conté a todos, brevemente, sobre mi encierro, sobre la naturaleza pérfida de los paramilitares cubanos que ahora les convocaban a través del director general. Les aseguré que esa misma acción en octubre o mayo habría tenido otra significación, pero que producirla a solo tres días del fin de mi secuestro los humillaba y los hacía cómplices de un delito moral, el de criminalizar a la víctima.
Al notar que no había ninguna intención de reconsiderar la decisión, les dije que sus nombres serían hecho públicos por mí. Acto que considero absolutamente legítimo, desde el momento que las acusaciones argumentadas, son la de falta de confianza y declaraciones que atentan contra valores humanistas. La acusación es infame y busca dañar mi prestigio como ser humano.
Pronto a la escuela debe llegar un nuevo director, el candidato que se rumora no es cubano y sin dudas eso movió a la seguridad del estado, habiendo tenido la experiencia de la actitud de Rafael Rosal, a determinar mi salida. Esa desconfianza hacia la posibilidad de dirigir a los extranjeros fue la misma consideración que movió a Jerónimo Labrada a convocar un Consejo de Dirección amplio que, sin embargo, no incluyó profesores que no fueran de nuestro país.
Señalar a la escuela no es desacreditarla, a publicar los nombres no me mueve ningún rencor, y por medio de este escrito quiero dejar sentado que lo que deseo para los tiempos que vienen es mantener la serenidad y restablecer lazos de amistad corrompidos por estos eventos.
Estoy convencido de algo, si tenemos que poner fin al castrismo, no es por su historia, ya suficientemente criminal como para desautorizarlo, sino por su carácter antisocial, por la impunidad con que siembre saña y rencor, aún entre los vínculos más sagrados.
Quiero aclarar que la expulsión de la escuela no es legalmente un hecho. Se supone, lo que no conocí hasta días después por medio de abogados independientes consultados por mí, y luego me fue confirmado en la escuela, que tengo derecho a una plaza que no sea de funcionario y acorde con mi nivel académico. En teoría eso me permitiría continuar en la escuela, pero tales plazas están cubiertas allí. Esta argucia legal es demasiado rebuscada para mí y evidencia que en la preparación del evento ha habido una picardía particular. Aunque suene gracioso, yo no estoy legalmente expulsado de la escuela, pero si en la práctica. No obstante, de lo que se trata no es de seguir o no en la escuela, sino de impugnar la supuesta falta de confiabilidad por calumniosa y porque he dado sobradas pruebas, en el desempeño de mis funciones, de mi lealtad hacia la institución, a mis compañeros y a los alumnos.
Agradezco a todos tantas muestras de afecto, han sido un apoyo fundamental. El valor que han tenido los amigos, la atención legal y el seguimiento de la prensa independiente, me han hecho pensar en la suerte que me ha cabido de ser opositor por estos años. Treinta años atrás, en la cima de la influencia internacional del castrismo y su control del ciudadano cubano, esta misma actitud condenaba a muerte o a un largo presidio, todo ello en medio del escarnecimiento más infame y sin ninguna posibilidad de defensa ni expresión.
Boris González Arenas
14 de enero de 2015
No. Cuando se reprime por ser pura mierda disfrazada de humanidad.
ResponderEliminarla misma PINGA de siempre!!
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