viernes, 22 de noviembre de 2013

20 años, 290 palabras, una pregunta

Hace ya 20 años recibí una llamada comunicándome que mi libro era considerado para ser publicado en la primera edición de aquél proyecto editorial que se dio en llamar Pinos Nuevos. Sólo que había un problema. O varios. Entre los textos que conformaban el libro había varios que consideraban incómodos y querían discutir conmigo cuáles debían ser excluidos del libro. Me hice una lista mental sobre cuáles cuentos estaría dispuesto a ceder a la censura y cuáles consideraba innegociables. Por suerte -para el libro- los del jurado andaban preocupados por un par de cuentos del primer listado, el de los prescindibles y acepté que fueran publicados sin ellos. Ahora me encuentro con uno de aquellos cuentos y no entiendo qué peligros vieron los miembros de aquél jurado en este puñado de líneas. Y me pregunto más. Me pregunto si a la luz generosa de las reformas raulistas o proceso de actualización del socialismo cubano –un proceso que este relato de alguna manera anticipa- este cuentecillo les parecería publicable. 

"La zorra rabona y la conciencia social"

La zorra jefa rabona pierde la cola. El simbolismo y la connotación ideológicas de la irreparable pérdida hacen pensar en una tragedia colectiva. Los mejores médicos, llamados en secreto, se encogen de hombros ante la imposible restitución. Como la prótesis no es recomendable en medio de tanta suspicacia, la primera de las zorras decide afrontar la pérdida en todas sus consecuencias. Para ello prepara un discurso contundente. No deja de tener en cuenta que hasta ese día la posesión de la cola se ha visto como una cuestión de principios. Mencionará entonces las difíciles circunstancias en que hubo que tomar medidas contra aquellos que por una razón u otra habían renunciado a su cola. Explica, casi con convicción, cómo a través de los años el extenso y peludo apéndice iba convirtiéndose en obstáculo del desarrollo de toda la raza. También menciona el que el desmedido orgullo que generaba la tenencia de la cola, ha terminado por inducir a la adopción de conductas equívocas, contrarias a nuestros principios. Finalmente, propone a toda la manada la renuncia de tan superfluo artefacto en aras del porvenir. Para terminar, recomienda que esta tarea se emprenda con el entusiasmo de siempre; aunque advierte de los peligros del extremismo.
El primero en resentirse es el mercado negro de colas postizas. Ante el desenfado mayoritario de los ahora descubiertos muñones traseros, las zorras, que hasta el momento se habían aferrados a colas y principios, se sienten aturdidas. Sin saber contra qué molestarse, van a amputarse su ahora inútil apéndice con fingido entusiasmo. Siempre habrá alguna renuente, es cierto, pero se espera que con el tiempo comprendan lo necesario de ese paso. Si no, ya se verá qué hacer con ellas.

3 comentarios:

  1. Si en lugar de la cola la zorra hubiera perdido la barba con seguridad te lo hubieran publicado porque era menos directo.

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  2. Bro:

    El cuento sigue siendo bueno y el regimen malo. No ha cambiado nada en todo este tiempo!

    Abrazotes,
    Yoyi

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