miércoles, 24 de abril de 2013

El legado de Alfredo Guevara

La famosa anécdota que cuenta que cuando al Primer Ministro chino Zhou Enlai le preguntaron qué pensaba de la Revolución Francesa respondió que todavía era demasiado pronto para opinar de ella no aplica para el caso de Alfredo Guevara por las mismas razones que en los de Fidel Castro o Alicia Alonso: su larguísima existencia más que física, geológica, ya permite tomar la suficiente distancia para evaluar sus acciones. A esta altura puede determinarse que la herencia más duradera del fundador del ICAIC no es ni dicha institución, ni esa mezcla de pretensiones “artísticas” y chabacanería que es el cine cubano o ni siquiera su manera singular de colgarse la chaqueta de los hombros que pese a su insistencia nunca llegó a adquirir el rango de moda. Su mayor legado, el que sospecho más persistente y duradero, es de cierta concepción de la cultura cubana o más valdría decir de la Alta Cultura de la Revolución Cubana (dicho sea con mayúsculas para que ese conjunto de meras palabras parezca importante) que puede notarse en polémicas tan apartadas en el tiempo como las que rodearon al documental “PM” en 1961 o al reguetón al inicio de la segunda década del siglo XXI.

La famosa polémica que precedió las “Palabras a los intelectuales” fue, además de una lucha por el poder (cinematográfico) entre el grupo de Lunes de Revolución y el del ICAIC, una riña estética: la de cineastas forjados en una de las escuela europeas más pujantes del momento, la italiana, a donde habían ido a estudiar el núcleo de fundadores del ICAIC frente la más anglosajona o directamente filonorteamericana lidereada por Guillermo Cabrera Infante, Néstor Almendros y otros que habían pasado fructíferas etapas de formación en los Estados Unidos. Si fue Fidel Castro quien se encargó de fijar de una vez y para siempre los límites de la política cultural (el dentro y el contra, el todo y la nada) fue este Guevara quien se encargó de infundirle un tono: ese que se pretendía refinado pero que encarnó en la forma más vulgar del elitismo, la que representa al pueblo por el curioso procedimiento de darle la espalda y suplantarlo con una versión épica o romántica pero escandalosamente falsa.

 Frente a los borrachitos de “PM” el ICAIC enarbolaba campesinos infelices o jubilosos de acuerdo a la temporada de la Historia que se tratara, a milicianos enérgicos, a brigadistas dispuestos y obedientes hasta en sus desobediencias, a chivatos glorificados por el martirologio. No es de extrañar que la película más emblemática del cine cubano tenga por protagonista a un burgués frustrado y distante observador en funciones. Una cultura que se había “nacionalizado” a partir del reconocimiento de sus raíces por parte de las vanguardias locales desde las décadas del veinte y del treinta se reeuropeizaba en nombre de la batalla entre el socialismo y el capitalismo, entre el arte verdadero y el comercialismo, entre los rezagos del pasado y el futuro luminoso. Así como lo popular se rebajó a turístico y decadente, todo el cine cubano anterior a 1959 desapareció por decreto y Alfredo Guevara devino en fundador del cine nacional en un vuelo sin escalas de los hermanos Lumiere al ICAIC. De un cine sobrecargado de números musicales y cantantes y comediantes de moda se saltó al de imágenes de una severidad recién conquistada acompañadas con música electroacústica o cantautores quejosos pero combativos. Y a eso se le llamó progreso.

Habría que reconocer que como jefe de proyeccionistas Alfredo Guevara tuvo más fortuna que como pastor de cineastas. Se impuso, gracias a la intervención de su viejo cómplice en la universidad –el entonces primer Ministro Fidel Castro-, en una polémica con la ortodoxia de los viejos comunistas lo que permitió que en los años siguientes además del cine “socialista” se pudieran estrenar en Cuba producciones del capitalismo decadente. Su gran mérito fue defender que entre una y otra muestra del realismo socialista se pudiesen ver películas de Fellini o Antonioni. Pese a las potencialidades norcoreanas del comunismo criollo las pantallas habaneras fueron siempre mucho más abiertas que las de Pyongyang o hasta las de Moscú. Fue así cómo Alfredo Guevara se convirtió en un modelo a seguir de intelectual liberal sin ser lo uno ni lo otro.

En cuanto a la producción de cine se encargó de remedar los experimentos de Fidel en la ganadería con resultados parecidos: híbridos que reunían lo peor de sus fuentes de inspiración con uno que otro ejemplar que trataba de redimir a la manada. Decidir cuál sería la Ubre Blanca del cine cubano es tarea algo más difícil. En cambio si alguien le echa en cara su esterilidad cinematográfica yo seré el primero en defender su contención. Cualquiera que se haya asomado a sus libros sabe lo mucho que le debemos agradecer por tanto silencio.

El crítico Justo J. Sánchez intentó en estos días un epitafio: “Vivió en el poder absoluto la contradicción de ser Oscar Wilde en tierra de los Van Van”. La frase es sin embargo más rotunda que precisa. No sólo porque un homosexual con aspiraciones artísticas está tan cerca de Wilde como cualquier bizco con resabios filosóficos de Jean Paul Sartre sino porque Cuba antes de ser la tierra de los Van Van fue la de Matamoros, Piñeiro, Lecuona, Arsenio Rodríguez y Benny Moré. Los Van Van, Buenavista Social Club o el reguetón es lo que todavía puede producir el país a pesar de medio siglo de intervencionismo estatal, de ofensivas contra los “rezagos del pasado” y de experimentación diversa con la cultura nacional atendiendo a caprichos personales convertidos en ley.

Sería fácil y hasta útil emprenderla contra el gusto más o menos kitsch de Alfredo Guevara que propició tanta cursilería con ínfulas, contra su rechazo a la vitalidad de la cultura en nombre de la corrección (ya fuera política o estética), contra su confusión entre arte y propaganda, cultura y festivales pero todo esto oscurecería el sentido (¿profundo?) de su legado. Su herencia se hace presente cada vez que un funcionario de la cultura trata de darle un aspecto liberal a la obediencia estricta de las órdenes de los que mandan como intentó hacerlo Abel Prieto, quizás su más ajustado discípulo, hoy ya pasado a retiro. El legado de Guevara consistió sobre todo en que la destrucción de una cultura y de un país completo adquiriera un aire renovador de manera que en medio de las ruinas todavía se consiga hablar de una ganancia espiritual, la del espíritu de la Revolución o de cualquier otro. Atendiendo a sus deseos cremaron su cuerpo y las cenizas resultantes fueron esparcidas en la escalinata de la universidad de La Habana. Su espíritu en cambio está por todas partes.

14 comentarios:

  1. Alejandro Fernandez24 de abril de 2013, 13:02

    Me caen mal los comentarios de "muy buen articulo...bla, bla..." como si el articulista necesite del aval del comentarista. Solamente dire que este me ha gustado muchisimo, cada parrafo es un deleite.
    Ese personajillo es uno de los que mas aborresco de toda la manada por todo lo que muy bien has dicho.

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  2. Gracias, por decir tantas verdades necesarias que ojala sirvan, para rescatarnos de las ruinas de ese espiritu que anda por todas partes.

    Bravo!

    a tomas

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  3. La cosa fue asi en 1992. Mario Garcia Joya me llevo donde Julio Garcia Espinosa quien me llevo a otra casa para arreglar un Mac que resulto ser de Alfredo Guevara.

    Cuando terminaba el trabajo que desde luego pagaron en dolares llamo Alfredo desde Brasil para saludar... a sus perritos.

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  4. No vale la pena dedicar mas cuartillas a este infeliz. Este Guevara es un funcionario de la época de los Van Van, que eran unos músicos regulares de la época del hermano de Raul.

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  5. Oye chico ese Alfredo Guevara no es familia de Alfredito Rodriguez. A mi siempre me sonaron parecidos.

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  6. No soy dado a la lisonja, pero de todo lo que he leido sobre el "
    tema" es lo mejor. Ya paso la pagina. Gracias.

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  7. Me alegra mucho saber que sus cenizas "fueron esparcidas en la escalinata de la UH "...porque alli mismo,detras del Alma Mater, tire' tremenda orinada el dia de mi graduacion !!

    Exelente articulo!

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  8. El tipo, siendo "gay," fue perrita faldera toda una vida de los que montaron los UMAP y jodieron a otros "gays" con mil veces más talento que el suyo, como Virgilio Piñera y Lezama Lima. Su "legado" también incluye haber firmado la carta apoyando que mataran a los tres muchachos negros en el 2003 por intentar huir de la finca del Mayoral Castro. Miserable reptil.

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  9. Excelente articulo desnudando la cultura comunista cubana a traves del yugo impuesto por los Castros por mas de medio siglo.
    Felicitaciones Enrisco.
    Agustin

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  10. Alfredo Guevara E.P.D.Intelectual.? , Cineasta?, humm... Tenues ilusiones de caballo kp2

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  11. La crema y nata de la Alta Cultura de la Revolución Cubana firmó la infame carta de apoyo a su amo por haber matado a tres hombres negros por intentar largarse de Cuba "ilegalmente." Adjunto la lista para los interesados. Noten la presencia de Eusebio Leal, los ultra-devotos Fina García Marruz y Cintio Vitier, y a la cabecera, por supuesto, la Prima Bruja Assoluta (con el perdón de la Bruja Consorte, Dalia "Rizitos de Oro" Soto):

    Alicia Alonso
    Miguel Barnet
    Leo Brouwer
    Octavio Cortázar
    Abelardo Estorino
    Roberto Fabelo
    Pablo Armando Fernández
    Roberto Fernández Retamar
    Julio García Espinosa
    Fina García Marruz
    Harold Gramatges
    Alfredo Guevara
    Eusebio Leal
    José Loyola
    Carlos Martí
    Nancy Morejón
    Senel Paz
    Amaury Pérez
    Graziella Pogolotti
    César Portillo de la Luz
    Omara Portuondo
    Raquel Revuelta
    Silvio Rodríguez
    Humberto Solás
    Marta Valdés
    Chucho Valdés
    Cintio Vitier

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  12. A Oscar Wilde se le debe una disculpa urgente.

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  13. Y no van a barrer mas la escalinata?

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