martes, 4 de septiembre de 2012

Conversación


-¿Viste? Se quedó la hija de Marino Murillo. Cruzó la frontera con México
-Interesante. ¿Y quién es el Murillo ese?
-Algo así como el jefe de la economía en Cuba.
-Déjame adivinar. La hija se fue de Cuba por razones económicas.
-No. Si el padre es el mandamás de la economía sería la misma candela que pedir asilo político. Se acogió a la ley de ajuste porque quería reunirse con el novio.
-Asilo sentimental entonces.
-Más o menos.
-Eso es bueno. Las nuevas generaciones se van diversificando. Ya no tienen que arrastrar la culpa de los padres.
-Ni los padres la de los hijos. Murillo sigue de superministro. Parece que no va a caer como su tocayo.
-¿Cuál?
-El Murillo de Berlín.
-No te hagas el chistoso que seguimos así y ahorita un hijo de Lincoln Díaz Balart se instala en La Habana y no pasa nada. Dice que se enamoró de una bailarina de Tropicana y con lo bien colocados que están sus primos seguro que le va bien.
-Bueno, Carlos Saladrigas era el hijo de un Primer Ministro de Batista y míralo tratando de meter cabeza.
-¿Por razones sentimentales?
-No. Económicas.
-Al final los únicos que hablan de política en Cuba son los disidentes.
-Pero no te creas que a esos los acusan de ser mercenarios. De andar en la oposición por razones económicas.
-¿Y eso es malo?
-Sí, en el caso de los disidentes es terrible. Imperdonable.
-¿Y si se les ocurre inventar la disidencia sentimental?
-Que ni lo intenten, que nadie se lo va a creer.

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