Hablé
con Lorenzo García Vega -uno de los últimos sobrevivientes de Orígenes y su
gran desmitificador- apenas un par de veces. La primera vez, hará unos doce años,
fue, al menos para mí, memorable. Fui a su casa recomendado por el escritor Carlos
Victoria e ir recomendado por Carlos, alguien que era la encarnación misma de
la nobleza, resultaba una garantía. En esos días García Vega era una viejecito
menudo cubierto por una piel tersa y luminosa -como se conservan ciertas pieles
antiguas en el clima acondicionado de Miami- y decididamente ocurrente. Alguien
que se refería a Martí como el “Vargas Vila cubano” y a Cintio Vitier como “el
monaguillo de Orígenes”. Cuando se mencionó a Fidel fue más bien benévolo. Dijo
no desearle la muerte porque habiendo nacido el mismo año que el tirano sentía
por él una “solidaridad biológica”. Dijo además no entender el entusiasmo de
las nuevas generaciones con una figura como la de Jorge Mañach a la que en su
época ya se le veía como a un intelectual anacrónico.
Un par
de años atrás lo volví a ver en una feria del libro: contrariamente a muchos
ancianos que con el tiempo tienden a reducirse, desvanecerse, había engordado e
incluso me pareció más alto. Más alto y más huraño. Era un señor mofletudo de
boina y bastón como patriarca de aldea gallega que negó casi todo lo que yo
recordaba de nuestra conversación anterior. No sólo no lo recordaba sino ni siquiera
reconocía su estilo. Llegué a pensar que aquél viejito de mi primer encuentro
había sido invención mía, la atribución indebida e infundada de una visión del
mundo literario cubano demasiado irreverente para un señor muy viejo ocupado en
vivir en paz su posteridad literaria. Ahora leo una entrevista que tuvo con el
crítico Enrico Mario Santí que me recuerda a aquél viejecito chispeante de mi
primera vez y pienso que tal vez ese primer encuentro no me lo haya inventado
del todo. Leo la fecha de la entrevista -1996- y puede ser que en ella esté la
explicación. Más cerca de la muerte, o más bien, más lejos de la vida, el poeta
–por más que se hubiese la vida cultivando una imagen irreverente- se sentía más
responsable con su pasado, buscaba reconciliarse con él por el procedimiento de
ser más selectivo, de reconocerse sólo en cierto estilo, de olvidarlo todo
mejor. Y no me preocupa desmentirlo después de muerto: en esas contradicciones
se fundan los mitos, la única manera en que, a la larga uno va a ser recordado.
Éramos un grupo mítico, separados de la literatura. Eso es lo que le sucede a todos los literatos y no es nada nuevo. Lo especial en Orígenes es que, por las dificultades tremendas que teníamos, no podíamos alcanzar el triunfo. Luchamos mucho y realizamos una labor muy valiosa, eso fue una gran verdad. Éramos merecedores, en un medio hostil y eso fue una gran realización. Pero tuvimos la gran falla crítica de no analizarnos en muchas cosas.A fuer de no ser triunfadores, nos vestimos con una ética romántica de rechazo que era una mentira. Nos disfrazamos como héroes románticos que desprecian el triunfo. Me acuerdo que Cintio decía: "Gracias a Dios que vivimos en un país donde no existe la literatura". Pero cuando llegó el desbarajuste del castrismo y de verdad tuvimos que enfrentarnos a la realidad, en muchos de nosotros, algo de conquistar el triunfo literario, el héroe romántico se convirtió en una máscara un tanto ridícula.Se dio, pues el absurdo de que convertimos en telenovela lo que en verdad habíamos sido. Habíamos sido un grupo decente en un medio chusma y desvergonzado que hicimos una obra seria en medio del desprecio. Pero como teníamos que disfrazarnos de héroes románticos y no podíamos ver la realidad, sobrevino lo grotesco y la farsa. Como hijo de buen vecino, como humanos literatos que somos, aceptamos las prebendas que el castrismo podría traernos: Eliseo y El Caimán Barbudo.
Hace unos cuantos años converse con Lorenzo par de ocasiones , y desde el punto de vista Literario-Cultural, no me atreveria a calificarlo , pues ni mi aval llega a tanto , ni mi audacia me da para eso ; Pero desde el punto de vista humano , me dio la impresion de que sabiendo que valia real , se vendia a peseta .
ResponderEliminarValiera lo que valiera, lo que es invaluable es su gesto de criticar y desmitificar desde dentro la vaca sagrada de Orígenes, la vaca imaginaria de la República y la chiva tuerta y coja de la Revolu. Las tres cosas han generado más baba que un quimbombó que resbala, y Lorenzo fue el cronista de la yuca seca. Eso no es común en la burundanga autopajística (y valga la repugnancia) que pasa por literatura en el islote.
ResponderEliminarLezama nos dio un descanso de la vulgaridad y en un pais como el nuestro eso se agradece.
ResponderEliminar"Martí siempre conduce a Stalin. Hay que olvidarse de ese Apóstol delirante"
ResponderEliminarque crees de esto que el hombre dijo a Manuel?
la frase se corresponde con aquel primer encuentro que tuve con Lorenzo, no con el segundo, ya mas ceremonioso y sosegado. de Marti te puedo decir dos cosas: una que delirante y todo -porque lo era y sus escritos lo confirman- era un politico habilisimo. un politico con ademanes de mesias como corresponde a una nacion fantasmal pero encaminado a obtener resultados muy concretos y positivos. los cubanos y sobre todo los martianos (los de su epoca y los de ahora) se aferran al delirio en vez de al ser concreto que fue y ahi esta el peligro. porque marti puede ser una droga, una droga mas bien blanda comparada con otras pero de las drogas blandas se suele pasar a las duras y creo que de eso es lo que habla Lorenzo en su carta o al menos en lo que yo estaria de acuerdo. Marti no es Stalin ni es Fidel porque para llegar a ellos le sobran unos cuantos escrupulos que se le notan por todas partes. relee en el diario el fusilamiento de Masabo. no lo justifica. apenas intenta describirlo y la mirada se le enreda en el pantalon del ejecutado azotado por el viento. no es la descripcion que haria un sociopata sin escrupulos.
ResponderEliminarSi, como hablabamos los otros dias, marti seria un ejemplo de alguien que no ha encontrado una "causa" por la cual vale la pena hacer cualquier atrocidad...Marti nunca llega al vulgarsismo levitista.
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