La
posteridad es la última línea defensiva de los artistas. Esa que va olvidar si
le pegabas a tu pareja o abandonaste a tus hijos. Cien años después todos los
involucrados van a estar muertos y sería una majadería juzgar un poema o un
cuadro por lo que hizo su creador como padre o ciudadano. En esa majadería, por
cierto, fueron maestros los patrocinadores del realismo socialista y del arte
comprometido y volver a incurrir en ella sería añadirle perfidia a la verguenza.
Como si la estética y la ética no fuesen campos lo suficientemente
distinguibles. Como si fuéramos incapaces de reconocer que un bribón puede usar
muy bien sus pinceles o que un magnífico ser humano por mucho que se esforzara no
pudiese de pasar de poeta mediocre. El hecho de que muchos poetas mediocres
sean a su vez deshonestos, envidiosos o poco dados a la higiene personal no debe
confundirnos.
Así y
todo se insiste en la coartada de la eternidad. A ella están subscritos muchos
creadores cubanos y últimamente hasta profesionales de la religión. Como si ya hubiesen
pasado los cien años de rigor y vivieran en plena eternidad. Como si sugerirles
un tanto de compasión por su presente fuera un insulto a almas demasiado puras
hasta para interesarse en las exigencias del cuerpo. Con Cristo repiten –y el
clero, debo reconocerlo, con más derecho- que su reino no es de este mundo. Y bien
mirado tienen razón: los reinos de la creación y de la fe escapan aunque sea por
instantes a la dictadura de las circunstancias y esas levitaciones breves o
extensas son de agradecer. Incluso como espectáculo. Aunque dejen efectos
secundarios como en esos genios poseídos por la invención de mundos enteros que
apenas sí perciben los riesgos de cruzar la calle en medio del tráfico. Pero como
ocurrió con el arquitecto Gaudí ni su genialidad los exime de ser atropellados
por un tranvía.
No me
detendré en el contacto fluctuante con la realidad que tienen nuestros genios y
santos locales: etéreos en sus giras por el exterior y atentamente
terrestres cuando se trata de asistir a ceremonias laicas o religiosas a favor del
mismo poder que los oprime si de ellas pueden derivar algún -sin dudas merecido-
privilegio. Apenas me interesa recordarles que en una dictadura como la que
habitan el privilegio de tener voz pública se lo deben en buena medida a la
misma política que tan poco parece interesarles. En parte porque el Poder, consciente de la aridez de su
discurso necesita de vez en cuando de alternativas un poco más amables. Aunque sólo sea porque ningún pueblo admite 24 horas de mesa redonda. En parte
porque sus conciudadanos, privados de esa voz pública, esperan que cuando los artistas no les
dan la oportunidad de escapar por un rato de una realidad demoledora al menos expresen
sus anhelos más elementales. Si el arte o la fe deben evitar todo compromiso con
los intereses groseros del presente y practicarse con libertad y honestidad, el artista (o el religioso) en una sociedad
opresiva como la cubana existe en relación directa con las necesidades del
poder y las ansias y sufrimientos de su público. Y dado el estado de los
asuntos terrenales no se puede complacer a ambos al mismo tiempo. Una
disyuntiva tan fácil y tan difícil (y aquí es inevitable entrar en el terreno de
la ética) como decidir entre el bien y el mal. O al menos reconocer la falta de valor para hacerlo, sin buscarse coartadas.
Definitivamente
(al menos para nosotros para nosotros los contemporáneos) la posteridad no
puede ser coartada suficiente. Alá, por supuesto, es más sabio, pero ese es Su asunto.
asi mismo es todos ellos se creen céline.
ResponderEliminarbueno, solo los que se han enterado quien fue ese señor: no estoy seguro si esa informacion ha llegado a los alrededores de parraga.
ResponderEliminarTambién hay que tener en cuenta que los artistas a los que se refieren siempre los que proponen la coartada de la posteridad vivieron en un mundo de muy poca información. Esos intelectuales o artistas que fueron genios en sus carreras y abominables en sus vidas disfrutaron de épocas cerradas hace más de cien años pero no son las épocas que corren.
ResponderEliminarHace unos días un señor mayor se quejaba de que ya no existan líderes con vidas íntegras como los del pasado, yo me preguntaba si será que no existen realmente o es que lo que no existió en esas épocas fueron medios que cuestionaran las vidas de estos estadistas?
También hay que tener en cuenta que los artistas a los que se refieren siempre los que proponen la coartada de la posteridad vivieron en un mundo de muy poca información. Esos intelectuales o artistas que fueron genios en sus carreras y abominables en sus vidas disfrutaron de épocas cerradas hace más de cien años pero no son las épocas que corren.
ResponderEliminarHace unos días un señor mayor se quejaba de que ya no existan líderes con vidas íntegras como los del pasado, yo me preguntaba si será que no existen realmente o es que lo que no existió en esas épocas fueron medios que cuestionaran las vidas de estos estadistas?
También hay que tener en cuenta que los artistas a los que se refieren siempre los que proponen la coartada de la posteridad vivieron en un mundo de muy poca información. Esos intelectuales o artistas que fueron genios en sus carreras y abominables en sus vidas disfrutaron de épocas cerradas hace más de cien años pero no son las épocas que corren.
ResponderEliminarHace unos días un señor mayor se quejaba de que ya no existan líderes con vidas íntegras como los del pasado, yo me preguntaba si será que no existen realmente o es que lo que no existió en esas épocas fueron medios que cuestionaran las vidas de esos estadistas?
Bro, mi muela ha salido tres veces, pudieras quitar dos de ellas para no ser redundante.
ResponderEliminarteju, la segunda muela no la entendí muy bien.
ResponderEliminarpero coincido contigo en la primera y la tercera.