Hace casi
una década escribí un texto llamado “El Nóbel y yo” refiriéndome al momento más
cerca que he estado de ganar el famoso premio sueco. No es exactamente que
estuviese entre los nominados sino que se lo habían otorgado a Imre Kertész, escritor
húngaro que no sólo conocía a una buena amiga mía de la misma nacionalidad sino
que en sus años mozos le había
propuesto matrimonio pero “mi amiga, haciendo honor a la tan comentada intuición
femenina, le dijo que no. Esperar 40 años por una llamada desde Suecia y
mientras tanto andar de puntillas por la casa para que el marido pudiera
escribir sus obras maestras, no le parecía demasiado atractivo”. En lugar de aceptar al futuro premio Nóbel de Literatura amiga prefirió casarse en aquellos tiempos con Endre Szemerédi, un
matemático que acaba de recibir el premio Abel, el equivalente al Nóbel de las
matemáticas “por sus
contribuciones fundamentales en matemática discreta y en teoría de las ciencias
de la computación, así como en reconocimiento del profundo y duradero impacto
de estas contribuciones a la teoría aditiva de números y la teoría ergódica”
y que está dotado con 800.000 euros. Cuando conocí a Endre tuve que darle la
razón en preferirlo: además de genio en las matemáticas es un tipo
simpatiquísimo. Y, encima, luego de este premio debo reconocer que la intuición
femenina es algo muy serio.
P.D.: Este premio sin embargo confirma la tesis
fundamental de mi artículo: que el idioma húngaro no existe sino es una broma ideada
para tomarle el pelo al resto de la humanidad y que si los húngaros son tan
inteligentes que a cada rato le dan premios Nobel es porque en vez de hablar en
un idioma más o menos real en realidad se comunican a través de fórmulas
químicas y físicas. Y por lo visto también matemáticas.
Como se parece el tipo ese de la foto a Montoro.
ResponderEliminarconooo, tremenda botadera...! teoria ergodica? que es eso chamaco?
ResponderEliminarsandokan
Bien por Endre, aunque a mí me interesan más sus contribuciones a la teoría patafísica de los multinomios ovoidogonales, o su teorema endomicronanorítmico, que tiene aplicaciones cruciales en la megaesfera pentatoidal asintótica. Pero todo es cuestión de gusto.
ResponderEliminarbueno cubasno (y de paso a sandokan), te ilustro otra arista del personaje. a un amigo comun lo invito la mujer en su casa y Endre lo recibio en la puerta. el hungaro le preguntó: Te gusta Castro? nuestro socio le dijo que por supuesto que no. Ah muy bien, dijo el matematico, porque si te gustaba no te iba a dejar entrar.
ResponderEliminary eso es algo que siempre me ha intrigado. los matematicos, que siempre parecen estar en otro mundo, las cosas basicas las tienen bastante claras.
En cuanto a su idioma, los propios húngaros lo dicen: lo inventó el diablo un día en que estaba borracho.
ResponderEliminarte acuerda de una novela que se llamaba epepeh o algo asi?
ResponderEliminarHay algunos que dicen que los húngaros explican la paradoja de Fermi.
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