A continuación el inicio de una conferencia que leí hace unos meses en la Universidad de Maryland a invitación del poeta, ensayista y profesor Juan Carlos Quintero Herencia y que puede verse completa en su blog.
[Sigue]Tomando distancia: la literatura como exilio
Luego de haberle dicho a Juan Carlos Quintero Herencia cual iba a ser el tema de mi conferencia casi me arrepentí de inmediato. Evidentemente había escogido un mal tema, y un mal tema es aquel que apenas invita a la discusión, como este, que casi se demuestra por sí mismo desde el título. Y no solo por la larga tradición de exilios que incluye a casi toda la literatura judía, que no es poco, y va de Ovidio a Dante, de Joseph Conrad a Kundera y entre los que pueden encontrarse en el siglo pasado nombres tan ilustres como los de Thomas Mann, Hermann Broch, Witold Gombrowic, Solzhenitsyn, Hemingway, Scott Fitzgerald, Henry Miller, Djuna Barnes, Cezlaw Milosz, Nabokov, James Joyce, Samuel Beckett, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. Esta condición que veo como metáfora útil del hecho literario es definida por la Real Academia con una simpleza escalofriante: “Abandono de alguien de su patria, generalmente por motivos políticos”. Prefiero la definición más abarcadora e imprecisa de wikipedia que lo resume como “el estado de encontrarse lejos del lugar natural”. Y la prefiero a la de la academia que limpia, fija y da esplendor porque incluye un momento anterior a la política y las patrias.
Si nos remitimos al primer exilio que conoció la humanidad se hace aun más clara la identidad entre este y el hecho literario: me refiero al que marcó la separación de nuestros rudimentarios antepasados respecto a la naturaleza, el que rompió los lazos instintivos, biológicos, que ligaban al ser humano tanto a la naturaleza como al resto de sus congéneres. De esa ruptura y de la necesidad de repararla de algún modo emergió todo lo que nos hace distintivamente humanos: la cultura, el lenguaje, los mitos, la conciencia de la vida y sobre todo la de la muerte. Decir que todo impulso literario surge de ese extrañamiento o de otros similares (extrañamiento de la patria pero también del hogar, de la familia, de la raza, de la infancia, de ciertas inocencias y ciertas enseñanzas) es solo abundar en lo obvio.
Esa distancia de lo real que caracteriza al exilio metafórico de que estoy hablando es lo que diferencia por ejemplo a la literatura del periodismo pues, mientras el periodismo se define por su persecución de lo real que es el conjunto de todo lo que sucede y dura, la literatura depende de la búsqueda de lo verdadero que no es lo que sucede o dura sino lo que permanece. La verdad con la que lidia la literatura sin pretender que la confundan con ella es como diría Octavio Paz “el fondo del tiempo sin historia./ El peso del instante que no pesa”.
Muy bueno, no se puede decir mejor. No lo dijiste por modestia, pero el bastante más del 50% de lo que vale la pena de la literatura del islote caribe es fruto directo del exilio. Y el resto, del "exilio interior". Casi todo lo demás es área verde, así que lo de exilio y literatura en el caso de Cuba es hasta redundante.
ResponderEliminar¡Muy bien expresado!
ResponderEliminar(...me llevo el enlace a mi muro de Facebook). Gracias.
muy interesante
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