Hace ya 159 años que vino al mundo esa superstición antillana llamada José Martí. Miento: la superstición nació mucho después, en los días alrededor de su muerte, cuando se comenzó a sospechar que con él desaparecían los planos del país futuro. Esa esa quizás una de las principales razones de la permanente ansiedad cubana: no la muerte de su demiurgo más persistente y famoso sino la acumulación de planos en torno a la arquitectura de la futura –ahora pasada- república. Todo lo conseguido siempre nos supo a poco hasta que optamos por la opción más radical, la más falsa y así pasar de los planos de la torre de Babel a la realidad de un edificio de microbrigadas en ruinas. A partir de ahí hemos debido de conformarnos con lo que aparezca y culpar a Martí de todo lo que nos falta o sobra, de no acercarnos siquiera a la idea más humilde –es un decir- que podamos tener de nosotros mismos.
Es fácil culparlo en un pueblo experto en muchas artes pero no en la de la responsabilidad. Y eso –responsabilidad, además de sentido de los límites propios- es lo que se necesita para aquilatar a Martí en sus valores más perdurables que no son los de Mesías o Embaucador Supremo. Ver en él al escritor brillantísimo e imcompleto, al político sagaz con ademanes y jerga de predicador, al sublime ilusionista -sentimental y escrupuloso- que prefirió morir antes de descubrir el sombrero vacío de donde nos prometió que sacaría un conejo, al inventor entre nosotros de la literatura infantil para adultos, del antiimperialismo con fines periodísticos y del republicanismo con fines religiosos (o viceversa). Al traductor, en fin, de ciertos principios de ética universal y de geopolítica a un lenguaje bíblico- modernista que nos disputamos por controlar como si en ello nos fuera el destino, como si se tratara de cualquier objeto sagrado en la saga de Indiana Jones. A quien en sus estrechos 42 años hizo más y deshizo menos de lo que cualquiera de nosotros va a conseguir en toda su vida entre otras razones –y aquí volvemos al gesto irresponsable- porque desconoció la sospecha permanente que nos ha dejado su ejemplo.
(Ilustración: "Wrinkled Martí" de Geandy Pavón. Oleo sobre lienzo 48" x 36".)
Marti el mejor cubano, con virtudes y defectos.
ResponderEliminares verdad aunque hay que reconocer que la competencia esta floja.
ResponderEliminar...y a este paso seguirá siendo EL MEJOR DE LOS CUBANOS por toda la eternidad.
ResponderEliminar¡¡Pobre Martí, si levantase la cabeza y viera lo que han hecho con su 'sueño de República!!
Muy bueno, el único homenaje que se le puede hacer al muerto siempre insepulto (y no hablo aquí del coma) es tratar de librarse de él para poder alguna vez mirarlo con cierta naturalidad. Como bien dices Martí, a diferencia de nosotros, no era martiano, cargaba con muchos pesos pero no con el de "cumplir" con un mito tan cacharreado que lo más cercano que hemos tenido en los últimos años es Armando Calderón. Si tratamos de no ser "martianos" nosotros (con lo que inmediatamente nos calificarán de anexionistas, terroristas y pedófilos) a lo mejor alguna vez tendremos una república, no "como la soñó Martí" sino normal, con elecciones y eso.
ResponderEliminarvilipendiado por unos, aplaudido por otros y utilizado por todos a su mejor conveniencia
ResponderEliminarabrazos
Una pregunta que me surge es: necesitamos a Marti? Me gustaria pensar que no, que se puede re-intentar la creacion de una identidad que no se asiente en esos hombros, por gigantes que nos parezcan. Y que, de esa manera, a partir de esa exclusion, uno no necesitaria el gesto (manido por demas) de intentar renacer el mito solo que del lado del antiheroe: un marti con defectos, un marti mas humano, etc, etc. Mi opcion seria la de un pais donde Marti solo se le ensene a los ninos en la escuela y que solo algunos estudiosos se dediquen al concienzudo deber de leerse sus obras escogidas o completas, por amor al arte.
ResponderEliminarLeer a Marti es un placer. Siempre que lo hago me maravillo de su genio y grandeza. Pero a mi no me afecta la manipulacion demagogica (que por cierto empezo antes del 59) y cuando leo su obra tambien veo que era un ser humano con defectos como todos. Ojala los cubanos de la isla, deliberadamente embrutecidos y vulgarizados durante los ultimos 50 annos, leyeran mas a Marti, no solo los bocadillos que el regimen selecciona a conveniencia.
ResponderEliminar"...que prefirió morir antes de descubrir el sombrero vacío de donde nos prometió que sacaría un conejo..."
ResponderEliminarEsta frase deberia pasar a la historia
Marti fue muchas cosas pero nunca mago. Si los cubanos de antes y de ahora no hemos sido capaces de construirnos un pais decente no sera porque Marti no pudo sacar un conejo del sombrero, sino porque somos unos ineptos.
ResponderEliminarversion corta: no use la palabra "mago" sino mucho mas ambigua, ilusionista. poso de mesias, señalo la tierra prometida pero en realidad era un politico -y en este caso lo digo sin animos de ofender- alguien cuya materia principal no era el futurod el que hablaba sino el presente. el gran problema de marti ha sido el martianismo y los martianos, gente que se lo toma demasiado en serio, literalmente como si fuese texto sagrado algo escrito para resolver asunto meramente politicos, o sea, contingentes e inmediatos. lo que propongo, como otros han hecho antes es verlo como el hombre sensible, brillante y consistente que fue y no como un semidios. y si no te gusta mi opinion -como diria Groucho Marx- no te preocupes. tengo otras.
ResponderEliminarI get it. Solo digo que el hombre fue genial pero no era su responsabilidad darnos un pais. Mira lo que tenemos por creernos que un hombre podia darnos un pais.
ResponderEliminarversioncorta: o porque somos unos conejos.
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