Tres años atrás, cuando se jaleaba al estudiante Eliécer Ávila –protagonista de un debate con el presidente del parlamento cubano- como nuevo apóstol de la disidencia preferí mantener ciertas reservas considerando que:
*No solo su idea de la Cuba republicana es bastante más simple que la que nos hacíamos viendo San Nicolás del Peladero sino que sus nociones de aquellos primeros años de Revolución es lo suficientemente romántica como para ignorar que fue en ellos cuando se produjo la inmensa mayoría de los fusilamientos y el presidio político alcanzó varias decenas de miles de los cuales los batistianos fueron minoría. Tantos años de manipulación del pasado siguen pesando en la concepción del presente.
No se pasa de la noche a la mañana al campo “enemigo” a menos que sean los otros los que tomen la decisión por ti, algo que las autoridades inteligentemente tratan de evitar. Y es que no basta con criticar el régimen. Junto con la crítica hay que ir creando un nuevo Yo sobre valores distintos para poder liberarse definitivamente de la servidumbre previa. Un Yo que no tema ser llamado “apátrida”, “anexionista”, “contrarrevolucionario” o simplemente “malagradecido”. Que sepa sobrevivir no sólo a la amenaza y la persecución sino a la soledad y a la pérdida de espacio en la escenografía de la Nación tal y como la conciben sus diseñadores. Habrá que buscarse nuevos valores y nuevos vocabularios. La crítica externa debe ser también una liberación interna, una revisión hasta del propio sentido vital porque de lo contrario se corre el riesgo de sentir la tentación de regresar al redil, de lograr un nuevo pacto con el mismo régimen que semanas atrás te parecía intolerable porque fuera de este no encuentras espacio ni sentido.Pero Eliécer ha desmentido mis reservas y me alegra, sobre todo por él. Parece haber recorrido un tramo importante de una transformación irreversible. Eso es lo que demuestra su presencia en Estado de SATS, una plataforma de debate empeñada en reunir lo más agudo y atrevido de la incipiente sociedad civil cubana. Lo más interesante, a mi entender, no son tanto las ideas del graduado de informática reconvertido en heladero por cuenta propia sino el modo deslumbrado de verdad recién descubierta con que describe su arribo a ellas:
Ávila está dolido sobre todo porque “ya no cuentan conmigo”. Todavía cree que hay un camino de vuelta para él, que el nicho del que ha sido expulsado todavía lo está aguardando. No lo culpo: es joven y no conoce otra cosa que ese régimen con sus injusticias (que cree que puede ayudar a reparar) pero también con la protección que significa pertenecer a algo que lo ha sido todo para él, que hasta ahora ha constituido su razón de ser. Si no se entiende la profunda dependencia que crea un sistema como el cubano estaremos expuestos a una sucesión de entusiasmos y desengaños con cada nuevo crítico que surja dentro de éste. Y lo que es peor, a nunca liberarnos totalmente de las dependencias –directas o indirectas- que este genera.
Yo te confieso que he aprendido más en estos dos años y tanto que en mis 26 años de vida. […] [En la universidad] no había tenido la oportunidad que he tenido en estos dos años de madurar en millones de ideas y conceptos que yo mismo proclamé en un momento y que veo en la práctica que no funcionan. Ahora es que yo confieso que tengo los pies puestos sobre la tierra.A Eliécer el aprendizaje le llevó dos años de vida fuera de ese mundo paralelo que el totalitarismo erige para sus elegidos, esa escenografía donde todo está invertido empezando por el lenguaje. Donde los ridículos son “victorias morales” y la resignación “espíritu de resistencia”. Esta nueva versión del ex estudiante -cuya concepción de la historia cubana sigue siendo de una simpleza sobrecogedora*- es mucho más creíble por el esfuerzo que supone en Cuba dar con lo evidente y el valor para repetirlo donde todos te oigan. Porque más que en las respuestas que busca lo convincente de su discurso estriba en preguntas básicas. ¿Puede transformarse la economía de un país autorizando a vender croquetas? ¿Debe dejarse las transformaciones en manos de quienes han destruido la economía durante cincuenta años? ¿De dónde sale el dinero con el que funciona el Estado? ¿Qué le da derecho a disponer de él como le da la gana y encima hacer alarde de generosidad? O si se trata de asuntos más incómodos que la economía: ¿Por qué los que no son comunistas no tienen derecho a constituir sus propios partidos y ser representados a través de ellos en el parlamento? ¿Qué le da derecho a una camarilla de ancianos a mantener durante cincuenta años el monopolio absoluto del poder? Son preguntas más esenciales que aquellas que les hizo en su momento al presidente del parlamento cubano y que ya no podrá formularle. Pero ya eso importa poco. Por suerte existen iniciativas como Estado de SATS.
*No solo su idea de la Cuba republicana es bastante más simple que la que nos hacíamos viendo San Nicolás del Peladero sino que sus nociones de aquellos primeros años de Revolución es lo suficientemente romántica como para ignorar que fue en ellos cuando se produjo la inmensa mayoría de los fusilamientos y el presidio político alcanzó varias decenas de miles de los cuales los batistianos fueron minoría. Tantos años de manipulación del pasado siguen pesando en la concepción del presente.
Exelente articulo, es primera vez que entro en su blog, pero le aseguro que continuare haciendolo, gracias!
ResponderEliminarmuy buena valoracion! coincido plenamente, yo opine en DdC con una opinion mas pesimista que esta (mi criterio es que su impresion sobre la situacion de Cuba es totalmente basada en la ingenuaidad) pero ahora suscribo totalmente esta opinion. Del lobo un pelo!
ResponderEliminarRIGHT ON!!!!
ResponderEliminarSeñores este comentario de Eliecer puede sonar simplista, pero es un muchacho joven que se está enfrentando al régimen con preguntas simples para gente simple como él y que en definitiva son los que un dia cambiarán ese sistema, hay que apoyarlo y a medida que madure entenderá mejor la historia, por favor, unamos a los pocos que hacen algo, no le hagamos el juego al régimen
ResponderEliminarno le resto meritos. muy al contrario, se los reconozco uno a uno. pero me preocupa que lo quieran empujar a que se convierta en lo que todavia no es. el muchacho es valiente y tiene unas cuantas ideas claras pero todavia esta en plena evolucion. que el decida a donde quiere llegar.
ResponderEliminarMuy buen análisis, te felicito Enrique. Creo que Eliecer es un muchacho muy valiente y sobre todo inteligente que sabe exponer sus criterios sin arriesgar la libertad. Expresó que muchos, incluso dentro del régimen, están de acuerdo o coinciden con sus ideas,por lo que creo no lo podrán tocar. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCuando oí las entrevistas de Eliecer en Estado de Sats ,me quedé asombrado. Teniendo en cuenta el estado actual de la educación en Cuba y los cambios que ha dado el habla popular en los últimos años, nadie puede poner en dudas que estamos ante un joven fuera de serie, no solo por lo bien que utiliza el idioma sino por la espontaneidad y por el hecho de no tener necesidad de pensar ni razonar mucho para soltar lo que piensa y exponerlo sin dificultades, preámbulos ni espacios dubitativos. Desgraciadamente hay algunos blogs como el de Zoe Valdés donde lo radical de la forma de pensar de muchos de los que escriben y comentan, no les permite ver mas allá de los postulados radicales que ellos mismos patrocinan sin dar paso a los grises, o solo negro o solo blanco. Me alegra mucho su enfoque. Soy cubano-chileno y habitualmente he escrito bastante al blog de Zoe Valdés, pero hoy en dia, soy "moderado" en mis comentarios, o lo que es lo mismo, no me publican ni uno.
ResponderEliminarMe gustaria aclararle a Eliecer que Cuba no "tuvo que alinearse" con ningun bando, Cuba no fue invadida por los tanques sovieticos al finalizar la guerra. Cuba era una isla a miles de kilometros y como la mayoria de los paises una economia de mercado con instituciones democraticas. Fue la decision de Fidel Castro como unica via para aduennarse del pais y sus ciudadanos y quedarse para siempre en el poder.
ResponderEliminarEste joven Eliecer me recuerda un colega de estudios, allá por el año 1968, en la muy selecta y elitista Universidad Técnica Federico Santa María en Chile. Tan selecta que la universidad tenía solamente 500 alumnos en total, en 4 facultades. Otra originalidad, que fue la que permitió la llegada a ella del colega que les hablo, es que el ingreso se basaba solamente en los resultados de la Prueba de Aptitud Académica, la que no medía conocimientos sino habilidades. Las notas de secundaria no eran tenidas en cuenta.
ResponderEliminar"Mi Eliecer" chileno llegó a la universidad que estaba situada en la sofisticada ciudad balneario Viña del Mar (famosa por su festival de la canción) directamente desde la localidad campesina donde había vivido toda su vida y cursado todos sus estudios.
Era un joven campesino por todos lados, con el vocabulario y la dicción propias de los campésinos, los que constrastaban sonoramente (es el caso de decirlo) con nuestro clasista vocabulario de burguesitos urbanos. Pero no teman, no hubo conflicto ni tragedia, acogimos a nuestro Eliecer con buen corazón. Claro que al poco tiempo nos dimos cuenta que bajo su aspecto simple, sus maneras simples, su trato simple, su vocabulario simple, se escondía una inteligencia extraordinaria, la que le permitía en las clases, cuando todos los demás estábamos abrumados por la complejidad de la materia, dedicarse a dibujar los rostros de nuestras colegas y a escribirles poemitas.
Eliecer Ávila me recuerda a ese colega de estudios. Parece simple, pero no lo es. Para mí, que él tiene muy claro que una cosa son las ideas complejas y otra cosa la forma de explicarlas. Creer que la forma es igual al contenido es una equivocación muy recurrente entre los intelectuales. Cuando digo esto no pretendo desconocer las lagunas que tiene este muchacho y que son evidentes. Lo extraordinario es que con todas esas lagunas haya sido capaz de elaborar una visión personal muy lúcida de lo que es el régimen en el que vive, la que explica con una simplicidad desarmante, pero que es muy eficaz.
Como mi antiguo colega, Eliecer conserva sus maneras de campesino. Pero no hay que equivocarse: NO ES un campesino.