[Caricatura: Garrincha]
La moda egipcia, ese invento tunecino, está consiguiendo que muchos tengan visiones. Mareas de gente reuniéndose en una plaza y decidiendo a gritos el destino de los tiranuelos locales. ¿Y Cuba qué? Cuba es Egipto, gritan los metafóricos. Cuba no es Egipto, responden los que no se averguenzan de ser obvios y literales. Porque véase como se vea para que Cuba llegue a los niveles de libertad económica y política que existían en Egipto en tiempos de Mubarak tendría que pasar por reformas mucho más profundas que las que hoy promueve el gobierno cubano. El Egipto del que los manifestantes de la plaza de Tahrir estaban hastiados puede resultar una utopía para los cubanos de la isla. Pero, aunque entienda el impulso y la desesperación de los que han llamado desde la red a un levantamiento en Cuba, llamar a una insurrección en la que no se piensa -o no se puede- participar me parece, por decirlo con delicadeza, poco elegante.
Se puede discutir, como se ha hecho en estos días, sobre la posibilidad o la conveniencia de que en Cuba se reproduzca un proceso semejante al de Egipto. Y he aquí un curioso fenómeno: mientras disidentes e inconformistas de diversa índole se manifiestan cautos (cuando no totalmente reacios) ante la idea de que un buen grupo de cubanos se reúnan, digamos, en la Plaza de la Revolución y consigan por fin darle sentido al nombre de la plaza quien único en verdad parece creer en la posibilidad de que tal evento ocurra es el propio régimen. No lo dicen directamente, por supuesto, pero no dejan de insinuarlo. Lo dicen en el miedo evidente con que han seguido los acontecimientos, en el escamoteo de las noticias sobre los levantamientos o la velocidad (nula) con que las van dosificando. Reconocen su miedo al calificar a los manifestantes de títeres del imperialismo y luego, cuando estos consiguen derrocar al gobierno, al felicitarlos y alabar su espíritu revolucionario para buscar familiaridad con lo que antes rechazaban (y de paso nadie piense que la plaza de la Revolución tiene un nombre profético). El régimen cree en la posibilidad de una revuelta popular cuando lanza una desesperada campaña contra el llamado al alzamiento y le presta en su frenesí la única credibilidad que pueda tener hasta ahora. Pero hay una objeción que a mí me parece suficiente: el castrista es –como su fundador- un régimen paranoico y a los paranoicos no se les puede hacer mucho caso.
Los que descalifican estos llamados desde posiciones críticas hacia la dictadura se aferran al mantra incuestionable: “Cuba no es Egipto”. Pero también en 1989 se podía decir “Albania no es Alemania” lo cual era tan cierto como que los regímenes ambos países se vieron arrastrados por la misma marea del cambio. Aparentemente en Cuba no hay condiciones para una revuelta popular, esas que permitirían que las voluntades de los cubanos se sincronizaran y consiguieran desplazarse en un sentido común. No obstante, ejercer de profetas a partir de lo que los marxistas de bolsillo llaman “condiciones objetivas y subjetivas” es un mal negocio. (Si hoy a Reagan se le da algún crédito por la caída del muro de Berlín no es tanto por haberla previsto o incluso por contribuir de algún modo a que ocurriera sino por manifestar pública y famosamente su deseo de que el muro fuese derribado, por manifestar su confianza en lo que para cualquier analista serio era una imposibilidad).
A los que descreen en la posibilidad de una revuelta popular en Cuba no les faltan argumentos pero creo en cambio que hay un par de premisas que les sobran. Una de ellas es la de oponer a la protesta popular la búsqueda de “soluciones pacíficas y negociadas a los conflictos”. Por un lado -excepto por la respuesta del ejército- las protestas en la plaza de Tahrir encajan sin problemas en la definición de "solución pacífica". Por otro, salvo para la gente que confunde la vida con los videojuegos, todos preferimos las “soluciones pacíficas y negociadas” pero hay que tener en cuenta un detalle: para negociar hay que tener con qué. Aunque renuente a reconocerlo el régimen cubano sí negocia pero sólo bajo cantidades masivas de presión.
Otro argumento objetable es el que propone como programa político confiar las posibilidades de cambios a la decrepitud de los gobernantes. ¿Por qué empujar lo que se puede caer sólo? “La mejor insubordinación será entonces sobrevivir en pleno al Consejo de Estado”. Como lógica es irrebatiblemente cómoda pero basta pensar en los intereses que ha creado el castrismo por más de medio siglo para pretender que el régimen decidirá su disolución apenas entierre a sus fundadores (que por lo que se ve no tienen ningún entusiasmo por dejar su existencia terrenal a corto o mediano plazo). La espera pura y dura es el mejor modo de asegurar que se convierta en profecía aquello de que “Los hombres mueren, el partido* es inmortal”.
*Denominación científica del grupito siempre renovado de camajanes que han controlado la cosa cubana desde mediados del siglo XX.
La moda egipcia, ese invento tunecino, está consiguiendo que muchos tengan visiones. Mareas de gente reuniéndose en una plaza y decidiendo a gritos el destino de los tiranuelos locales. ¿Y Cuba qué? Cuba es Egipto, gritan los metafóricos. Cuba no es Egipto, responden los que no se averguenzan de ser obvios y literales. Porque véase como se vea para que Cuba llegue a los niveles de libertad económica y política que existían en Egipto en tiempos de Mubarak tendría que pasar por reformas mucho más profundas que las que hoy promueve el gobierno cubano. El Egipto del que los manifestantes de la plaza de Tahrir estaban hastiados puede resultar una utopía para los cubanos de la isla. Pero, aunque entienda el impulso y la desesperación de los que han llamado desde la red a un levantamiento en Cuba, llamar a una insurrección en la que no se piensa -o no se puede- participar me parece, por decirlo con delicadeza, poco elegante.
Se puede discutir, como se ha hecho en estos días, sobre la posibilidad o la conveniencia de que en Cuba se reproduzca un proceso semejante al de Egipto. Y he aquí un curioso fenómeno: mientras disidentes e inconformistas de diversa índole se manifiestan cautos (cuando no totalmente reacios) ante la idea de que un buen grupo de cubanos se reúnan, digamos, en la Plaza de la Revolución y consigan por fin darle sentido al nombre de la plaza quien único en verdad parece creer en la posibilidad de que tal evento ocurra es el propio régimen. No lo dicen directamente, por supuesto, pero no dejan de insinuarlo. Lo dicen en el miedo evidente con que han seguido los acontecimientos, en el escamoteo de las noticias sobre los levantamientos o la velocidad (nula) con que las van dosificando. Reconocen su miedo al calificar a los manifestantes de títeres del imperialismo y luego, cuando estos consiguen derrocar al gobierno, al felicitarlos y alabar su espíritu revolucionario para buscar familiaridad con lo que antes rechazaban (y de paso nadie piense que la plaza de la Revolución tiene un nombre profético). El régimen cree en la posibilidad de una revuelta popular cuando lanza una desesperada campaña contra el llamado al alzamiento y le presta en su frenesí la única credibilidad que pueda tener hasta ahora. Pero hay una objeción que a mí me parece suficiente: el castrista es –como su fundador- un régimen paranoico y a los paranoicos no se les puede hacer mucho caso.
Los que descalifican estos llamados desde posiciones críticas hacia la dictadura se aferran al mantra incuestionable: “Cuba no es Egipto”. Pero también en 1989 se podía decir “Albania no es Alemania” lo cual era tan cierto como que los regímenes ambos países se vieron arrastrados por la misma marea del cambio. Aparentemente en Cuba no hay condiciones para una revuelta popular, esas que permitirían que las voluntades de los cubanos se sincronizaran y consiguieran desplazarse en un sentido común. No obstante, ejercer de profetas a partir de lo que los marxistas de bolsillo llaman “condiciones objetivas y subjetivas” es un mal negocio. (Si hoy a Reagan se le da algún crédito por la caída del muro de Berlín no es tanto por haberla previsto o incluso por contribuir de algún modo a que ocurriera sino por manifestar pública y famosamente su deseo de que el muro fuese derribado, por manifestar su confianza en lo que para cualquier analista serio era una imposibilidad).
A los que descreen en la posibilidad de una revuelta popular en Cuba no les faltan argumentos pero creo en cambio que hay un par de premisas que les sobran. Una de ellas es la de oponer a la protesta popular la búsqueda de “soluciones pacíficas y negociadas a los conflictos”. Por un lado -excepto por la respuesta del ejército- las protestas en la plaza de Tahrir encajan sin problemas en la definición de "solución pacífica". Por otro, salvo para la gente que confunde la vida con los videojuegos, todos preferimos las “soluciones pacíficas y negociadas” pero hay que tener en cuenta un detalle: para negociar hay que tener con qué. Aunque renuente a reconocerlo el régimen cubano sí negocia pero sólo bajo cantidades masivas de presión.
Otro argumento objetable es el que propone como programa político confiar las posibilidades de cambios a la decrepitud de los gobernantes. ¿Por qué empujar lo que se puede caer sólo? “La mejor insubordinación será entonces sobrevivir en pleno al Consejo de Estado”. Como lógica es irrebatiblemente cómoda pero basta pensar en los intereses que ha creado el castrismo por más de medio siglo para pretender que el régimen decidirá su disolución apenas entierre a sus fundadores (que por lo que se ve no tienen ningún entusiasmo por dejar su existencia terrenal a corto o mediano plazo). La espera pura y dura es el mejor modo de asegurar que se convierta en profecía aquello de que “Los hombres mueren, el partido* es inmortal”.
*Denominación científica del grupito siempre renovado de camajanes que han controlado la cosa cubana desde mediados del siglo XX.
Brutal post mi socio. Enrique eres un filtro. En pocas palabras lo has dicho todo. Estoy contigo más de acuerdo que en desacuerdo en esto. El régimen de La Habana sabe qué el levantamiento se puede dar. Por eso sus reacciones de estos días. Y yo sigo viendo pirámides y camellos por todos lados broder.
ResponderEliminarmuy acertado tu analisis ojala mucha gente entre a leerlo entre ellos Yoani que es la que mas leen los cubanos en el extanjero para que piensen muy bien que una guerra no se echa para perder sino para ganar
ResponderEliminar¡Ahi tá!
ResponderEliminarEso.
Saludos!
La geografia es simple: Egipto no esta a 90 millas...ese es el meollo. Poner el pescueso en el bloque por esta gente? mejor yo solo me largo.
ResponderEliminaradelante …muchas iniciativa se puede hacer …escribir el nombre zapata vive a todo lo largo de cuba ..hacer llamada telefonica a los centro de trabajo del estado .y decir abajo la dictadura …zapata vive ..carteles sabanas..tirar proclama es decir papeles que digan zapata vive ..escritore y artista ..hacer un busto de zapata y ponerlo en uno le los pico ..es decir montaña alta de cuba ..llevar poluver .gorra todo que diga zapata… cambio ..poner piedra .tronco de arbol en medio del caminos para parar el trafico..paro general en cuba ….libertad y democracia ..
ResponderEliminarpara el anonimo anterior, bárbaro, muchas ideas te vienen a a mente, pero hacen falta acciones, si no te hubieras ido todas esas ideas las podias poner tu, con tu pellejo, en practica...
ResponderEliminarMuy bueno el post, ya me siento menos solo porque como Mickey, yo también veo pirámides y camellos por todos lados.
ResponderEliminarTambién veo la escultura que cuelga de un edificio en plena Plaza habanera y ya no es del carnicero argentino, pero de Zapata Tamayo.
Los cubanos de la isla no pueden, no se atreven a hacer presión, nosotros sí.
¡A apretar la olla!
cuando la gente se tiro en el 1994 ..nadie tenia celular y mucho meno internet .a nadie le importaba quien se comia un jamom en miami o francia ..nadie ganaba nada ..solo querian libertad ....la libertad esta inventada primero que la internet..solo el ansia de libertad hace un pueblo libre...no sus justificaciones..antonio maceo no estubo en la guerra chiquita de cuba .estaba en el exilio .y nadie puede decir ..nada..ya es hora
ResponderEliminarMuy elocuentemente pensado!...No se puede hacer algo en lo que no se ha pensado; porque el miedo a pensar ya es parte de nuestro pueblo...ya no nos acordamos de el...Ojala muchos lean tu blog;ayudaria muchisimo...Gracias.
ResponderEliminarMe asombra lo desinformado que están nuestros "intelectuales" ahora que tienen a su disposición todo el caudal de la prensa "libre". Enrisco todavía no se ha enterado de que en Egipto hay un hambre de tres pares de cojones, que mientras Mubarak se embolsillaba la bicoca de 50 mil millones de dólares, la gente vive en una espantosa miseria, hambre, enfermedades, analfabetismo. Ese era el paraíso capitalista en Egipto. Algunos datos: # Analfabetismo: 32,8% en varones y 56,4% en mujeres.
ResponderEliminar# Escolarización en tercer grado: 28,5%. El PIB percápita de Cuba es un 50% superior al de Egipto. Enrisco se la está fumando verde.
"El hecho de que seas paranoico, no sigifica que no te esten persiguiendo".
ResponderEliminarKurt Cobain
Los del plan de insubordinación sobrevivendo en pleno al consejo de estado no se dan cuenta que ahora tienen 40 años y en un pestañazo van a tener 65 y los dos viejitos, a este paso, van a seguir estando ahí, llenos de bolsitas y mangueras, pero ahí y sus parientes mandando en nombre de ellos. Porque estos sobrevivientes hace 15 años tenían 25 y se podían dar el lujo de esperar porque el tiempo era de ellos y así, esperando, se le han pasado 52 años a muchos.
ResponderEliminarMuy bueno el comentario. Es cierto que en los levantamientos siempre se derrama sangre y eso es repudiable. ¿Pero cuánta sangre de hermanos, padres y amigos se ha derramado y se sigue derramando en Cuba bajo la dictadura? ¿Es menos roja esa sangre que la sangre que se pueda derramar en una sublevación pacífica? ¿Soy poco decente si ansío un cambio que pare toda esta angustia aún cuando no estoy en la isla? Cuando me fui todavía había campo socialista y pensar en una sublevación era una quimera. Ahora parece factible ¿Qué hago? ¿Cómo ayudo?
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