Se vuelve al viejo tema, el de los viajes a Cuba. Ya sea para hablar de la falta de derechos implícita en cada viaje o para calcular cuánto dinero supone al año el total de los viajes para el régimen encargado de violar dichos derechos. Sobre el viajar o no a Cuba con lo que ello supone sus defensores y detractores tienen de su lado argumentos bastante sólidos. Los últimos dirán –con razón- que pagar miles de millones de dólares al mismo régimen que mantiene secuestradas a las familias cubanas es cuando menos inconsecuente y contradictorio y cuando más –ya que tan bien se le da el negocio- lo alienta a seguir actuando del mismo modo. Los primeros dirán por un lado que ayudar y ver a sus familias bien vale el precio del chantaje. Por otro que el castrismo se ha alimentado demasiado tiempo de la división de las familias para seguirle haciendo el juego. Reconectar los lazos familiares sería una pequeña victoria sobre la época en que los cubanos de la isla debían de renegar de sus parientes en el extranjero.
Y mientras se ofrecen argumentos de uno y otro lado –eso cuando no se intercambian insultos- todo sigue más o menos igual. Proponer o exigir a los cubanos que viven en el exterior que dejen de visitar o enviarle dinero a su familia con la promesa de que en un par de meses el castrismo caerá sin remedio es además de inviable –si el pedido viene de parte de quien no tiene hijos, padres o abuelos en Cuba- inmoral. Recordemos que una de las primeras leyes de cualquier ética demanda que no se debe imponer a otros lo que uno no esté dispuesto a cumplir en igual medida. No menos importante es la justificada sospecha que recae sobre esos patriotas que ponen siempre esa abstracción patria por delante de su familia concreta.
Lo que sí no está de más que todos los cubanos que vivimos del lado de acá empecemos a preguntarnos hasta cuándo estamos dispuestos a renunciar a derechos concretos como el de entrar a nuestro propio país cada vez que deseemos sin pagar impuestos abusivos ya sea en dinero o en silencios. No le demos vueltas al asunto: tanto los que viajan como los que han desistido de hacerlo estamos renunciando a ese derecho fundamental. Bastante menos importante que determinar la superioridad moral de unos sobre otros sería pensar en modos de exigir de manera colectiva y organizada la restitución de esos derechos. Ese paso tan elemental es usualmente frenado por una realidad: los que viajan evitan meterse en problemas y los que usualmente se meten en problemas han renunciado a viajar. En lo único que están de acuerdo es que es para resolver ese problemilla es mejor esperar que a un par de viejos les dé la gana de morirse. Y es un vicio preocupante que pretendamos dejar la solución de nuestros problemas colectivos en manos de la biología de la misma manera que los individuales se los confiamos a la geografía.
Y mientras se ofrecen argumentos de uno y otro lado –eso cuando no se intercambian insultos- todo sigue más o menos igual. Proponer o exigir a los cubanos que viven en el exterior que dejen de visitar o enviarle dinero a su familia con la promesa de que en un par de meses el castrismo caerá sin remedio es además de inviable –si el pedido viene de parte de quien no tiene hijos, padres o abuelos en Cuba- inmoral. Recordemos que una de las primeras leyes de cualquier ética demanda que no se debe imponer a otros lo que uno no esté dispuesto a cumplir en igual medida. No menos importante es la justificada sospecha que recae sobre esos patriotas que ponen siempre esa abstracción patria por delante de su familia concreta.
Lo que sí no está de más que todos los cubanos que vivimos del lado de acá empecemos a preguntarnos hasta cuándo estamos dispuestos a renunciar a derechos concretos como el de entrar a nuestro propio país cada vez que deseemos sin pagar impuestos abusivos ya sea en dinero o en silencios. No le demos vueltas al asunto: tanto los que viajan como los que han desistido de hacerlo estamos renunciando a ese derecho fundamental. Bastante menos importante que determinar la superioridad moral de unos sobre otros sería pensar en modos de exigir de manera colectiva y organizada la restitución de esos derechos. Ese paso tan elemental es usualmente frenado por una realidad: los que viajan evitan meterse en problemas y los que usualmente se meten en problemas han renunciado a viajar. En lo único que están de acuerdo es que es para resolver ese problemilla es mejor esperar que a un par de viejos les dé la gana de morirse. Y es un vicio preocupante que pretendamos dejar la solución de nuestros problemas colectivos en manos de la biología de la misma manera que los individuales se los confiamos a la geografía.
hola enrisco. creo que tanto los que no viajan a cuba como los que lo hacen estan de acuerdo en que el dinero que hay que pagar por pasaporte, carta de invitacion, estancia en el estranjero, etc es un abuso. es un buen punto de partida. lograr que una gran mayoria de cubanos se ponga de acuerdo en algo. ahora, como explotar eso? que se puede hacer en la concreta para poder cambiar eso?
ResponderEliminarpanchito
Alli deje a TODOS hace este mes 40 an~os ya y no he vuelto a poner un pies, no espero volver y asi me es bien facil ni tener que hacerme la pregunta...usteden pues sigan ese dilema sin logica ni respuesta..
ResponderEliminarHace un tiempo un politico de aquí se enfrascaba en cerrar todas las agencias de viajes a cuba. Su razón era (es) un total contrasentido. El pueblo (y ahi metía a todo el pueblo) de cuba no quiere apoyar la dictadura con su dinero, después hacia cálculos de cuanto reciben los castro por concepto de envios y viajes y la cifra enorme entonces tiraba por tierra (a mi entender) el presupuesto anterior. Si tantos cubanos se aprestan para enviar comprar y llenar aviones a razón de 10 por dia, en plena crisis, entonces cómo es posible que esos mismos cubanos no están dispuestos a ayudar la dictadura? creo que sin preguntar no se pueden hacer leyes. la ética muchas veces se ha demostrado queda a un lado cuando se le pregunta a los pueblos.
ResponderEliminarYo creo que el factor irse a cuba de visita es algo tan necesario para una gran mayoría de cubanos como lo es irse de cuba en forma definitiva. El linaje es automático y los cubanos de don nadie se convierten en señores con estos dos pasos, primero te vas y después regresas. sin regreso no hay estatus. allá son reverenciados tanto que no soportan después la mas mínima muestra de ninguneo (la palabrita) una vez que regresan al imperio. El imperio es muy bueno materialmente pero no se soporta la nulidad. no importa si hay que pagar en exceso, que todo sea por la gloria vivida en un vecindario allá en la finca. muchos hay (me incluyo) que van a ver un rato a su gente sin muchas bolsas de regalos, pagando los absurdos impuestos, cambiando dinero por la alegría de ver a sus hermanos y familiares. pero creo que somos pocos. Entonces solo me queda pensar que no hay quórum para comenzar a luchar por mis derechos. De sobre esta decirte que admiro tu espiritu.