Cuando la oí por primera vez ya sonaba a palabra vieja. Castrismo. De una época en que todo se convertía en algo personal: machadismo, batistato. Ya nos pareciera redentor o atroz estábamos convencidos de que el régimen instalado en 1959 pertenecía a un nuevo tiempo, uno en el que las ideas eran más importantes que los apellidos. Estábamos convencidos que personalizar el régimen para admirarlo o juzgarlo era disminuir su alcance, igualarlo a los viejos caudillismos cuyos cuerpos se desintegraban apenas habían perdido la cabeza. Luego estaba el uso del apellido y no del nombre para designar el régimen todo, un hábito que delataba a gente ubicada en coordenadas lo suficientemente distantes como para creer que teníamos muy poco en común, con la que no nos podríamos poner de acuerdo ni en cómo llamar al dictador.
Pero he aquí como “castrismo” ya no sólo se ha vuelto un concepto útil sino obligatorio. Y no es únicamente porque ya hace mucho tiempo el régimen ha demostrado puede cambiar de ideología cuantas veces le haga falta para mantenerse en pie. Junto con la transferencia de poder del decano de los dictadores del planeta a su hermano llegó el convencimiento de que el régimen cubano estaba dispuesto a cambiar de nombre pero no de apellido. La palabra castrismo cubre esa variante tanto como la manoseada idea de que a algún heredero se está preparando dentro de la familia para asumir el mando. También cubre desde el despido de aquellos que se consideraban los sucesores políticos naturales del régimen hasta la reaparición física del fundador de la dinastía. El poder cubano ha hecho esfuerzos suficientes para que entendamos que no debe asociarse con otra cosa que con una misma familia. El resto es pura empleomanía. (Como aquellas abuelas que nunca dejaron de llamarle Rusia a la Unión Soviética los que le dieron vida a ese concepto demostraron ser intuitivos y proféticos). No encubramos entonces la naturaleza de un sistema que no se cansa de dar vueltas en torno a un mismo apellido: llamémosle castrismo.
Pero he aquí como “castrismo” ya no sólo se ha vuelto un concepto útil sino obligatorio. Y no es únicamente porque ya hace mucho tiempo el régimen ha demostrado puede cambiar de ideología cuantas veces le haga falta para mantenerse en pie. Junto con la transferencia de poder del decano de los dictadores del planeta a su hermano llegó el convencimiento de que el régimen cubano estaba dispuesto a cambiar de nombre pero no de apellido. La palabra castrismo cubre esa variante tanto como la manoseada idea de que a algún heredero se está preparando dentro de la familia para asumir el mando. También cubre desde el despido de aquellos que se consideraban los sucesores políticos naturales del régimen hasta la reaparición física del fundador de la dinastía. El poder cubano ha hecho esfuerzos suficientes para que entendamos que no debe asociarse con otra cosa que con una misma familia. El resto es pura empleomanía. (Como aquellas abuelas que nunca dejaron de llamarle Rusia a la Unión Soviética los que le dieron vida a ese concepto demostraron ser intuitivos y proféticos). No encubramos entonces la naturaleza de un sistema que no se cansa de dar vueltas en torno a un mismo apellido: llamémosle castrismo.
Del Kaztrizmo al Neokaxtrizmo thats all.
ResponderEliminarsi, hay que quitar eso de revolucionari-contrarevolucion, cubano-anticubano, hay que hacer este tipo de categoria para oponerse de manera elegante.
ResponderEliminaruna vez te declaras contrarevolucionario la palabra en si ya esta perjudicando (igual pasa con los blogueros), pero preferiria ir mas alla y llamarle Holocastrismo, no se, una sugerencia.
Casrtismo...castrense, castrados, castradores....(ca gones). No sale nada bueno por mas q lo intenten.. Le roncan los Castrones!...
ResponderEliminarLo que hay que hacer,para empezar, es ganarnos el respeto no diciéndonos oprimidos mientras desfilamos en uno de mayo por una caja de croquetas brindando una sonrisa a la prensa mundial.
ResponderEliminarSomos ratas amaestradas con síndrome de Estocolmo.
Y después, pensemos por qué en cincuenta años aun nos dejamos llamar gusanos en vez de demócratas, aceptando las reglas del flautista de Hamelin, aun siendo rata desterrada y libre pero sin patria.
Esteban Morales ve con malos ojos que Obama sea duro con el régimen y blando con el pueblo tiranizado
ResponderEliminarEs el colmo del cinismo.
lean:
http://estebanmoralesdominguez.blogspot.com/2010/08/cuba-estados-unidos-los-cinco-y-el.html
En su opinión, Obama ha "dividido en dos el bloqueo, como si ello fuera
posible", y de manera "inteligente" lo usa como "las dos tenazas de una
tijera contra Cuba". Según su tesis, el mandatario adopta de una parte
medidas que buscan facilitar el acercamiento con la sociedad civil cubana
y, por otra, "aprieta la mano contra el gobierno" cubano.