A América Latina debería evitársele ciertas vergüenzas. Ya las que produce por propia iniciativa son suficientes para encima incitarla a la comisión de otras peores. Como por ejemplo pedirle a políticos e intelectuales –se incluye un cocinero supongo que para aumentar el coeficiente de inteligencia- elaborar listas de personalidades ilustres del subcontinente. La primera impresión que uno se lleva al repasar la lista es que los latinoamericanos no saben leer. A la pregunta de cuáles "personajes han marcado la historia de sus países en los últimos veinte años" el resultado final es un catálogo en el que de los diez primeros nombres ocho corresponden a muertos. Y los otros dos son García Márquez y Fidel Castro cuya condición viviente parece ser puro malentendido. Incluyendo a los vivos dudosos los diez que encabezan la lista llevan cada uno como promedio 89 años fuera de este mundo. Y luego nos preguntamos sobre el por qué del atraso latinoamericano.
Las explicaciones no parecen ser muchas y ninguna se compadece de nuestras miserias: o -como en el peor realismo mágico- los muertos controlan nuestra vida; o somos incapaces de reconocerle algún mérito a los vivos; o aunque secretamente admitamos sus virtudes nos avergüenza hacerlo por escrito. La lista revela -además de la incapacidad de entender una pregunta- la renuencia latinoamericana a ser franco en las respuestas. ¿Por qué Simón Bolívar marcha al frente de la lista de los personajes que han marcado la historia latinoamericana en las dos últimas décadas cuando en realidad quisieron decir Hugo Chávez? ¿Por qué insistir en la confusión entre el Libertador y el Golpista Fracasado Reciclado en Presidente? ¿Por qué contar doble a Fidel Castro (primero como él mismo y luego como José Martí -el que no debió de morir pero murió-)? ¿Por qué disfrazar de Emiliano Zapata al subcomandante Marcos si el guerrillero posmoderno ya es todo máscara? ¿Qué influencia ha tenido el Che Guevara en las últimas dos décadas fuera de la industria de las camisetas y de los tatuajes? ¿Por qué mencionarlo cuando en verdad se tiene en mente a Gael García Bernal y Benicio del Toro? ¿Por qué tomar al pie de la letra a los que se hacen llamar guevaristas, martianos, zapatistas, bolivarianos? ¿Por qué no reconocer el lado original de su idiotez o su descaro?
Jorge Luis Borges, que pertenece a esa especie a la que se le digiere con demasiada lentitud –la literaria- es de los menos anacrónico de la lista. Al menos todavía está más vivo que García Márquez cuya principal influencia en los cuatro lustros pasados ha sido disuadir a los escritores de seguir su ejemplo. Se comprende menos la presencia de Andrés Bello, filólogo y redactor de una gramática ignorada con fiereza como lo confirma la lectura de cualquier periódico latinoamericano. Queda José de San Martín autodesterrado del mismo continente que había ayudado a liberar, tan inhabitable ahora como entonces. Y Benito Juárez, el autor de una de las frases más citadas y menos acatadas en estos lares: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Faltan los nombres de los verdaderos protagonistas de las dos décadas pasadas: Tirofijo, Maradona, Uribe, Daddy Yankee, Juanes, Carlos Ménem, Fujimori, Shakira, el Chapo Guzmán, el Chupacabras, los Kitchner, los Ortega. La idea de crear este listado aunque alevosa es instructiva. Nos dice cuánto abochorna a los latinoamericanos un presente al que tratamos de lustrar con el brillo tramposo del pasado. Igual se hubiera podido incluir a Hatuey, la Malinche, Atahualpa, Quetzalcoalt, Pizarro, la virgen de la Guadalupe, Manco Capac, Cortés y la Pacha Mama. Todo con tal de ocultarnos a nosotros mismos nuestra incansable inventiva para el horror.
H/T: Penúltimos Días
Las explicaciones no parecen ser muchas y ninguna se compadece de nuestras miserias: o -como en el peor realismo mágico- los muertos controlan nuestra vida; o somos incapaces de reconocerle algún mérito a los vivos; o aunque secretamente admitamos sus virtudes nos avergüenza hacerlo por escrito. La lista revela -además de la incapacidad de entender una pregunta- la renuencia latinoamericana a ser franco en las respuestas. ¿Por qué Simón Bolívar marcha al frente de la lista de los personajes que han marcado la historia latinoamericana en las dos últimas décadas cuando en realidad quisieron decir Hugo Chávez? ¿Por qué insistir en la confusión entre el Libertador y el Golpista Fracasado Reciclado en Presidente? ¿Por qué contar doble a Fidel Castro (primero como él mismo y luego como José Martí -el que no debió de morir pero murió-)? ¿Por qué disfrazar de Emiliano Zapata al subcomandante Marcos si el guerrillero posmoderno ya es todo máscara? ¿Qué influencia ha tenido el Che Guevara en las últimas dos décadas fuera de la industria de las camisetas y de los tatuajes? ¿Por qué mencionarlo cuando en verdad se tiene en mente a Gael García Bernal y Benicio del Toro? ¿Por qué tomar al pie de la letra a los que se hacen llamar guevaristas, martianos, zapatistas, bolivarianos? ¿Por qué no reconocer el lado original de su idiotez o su descaro?
Jorge Luis Borges, que pertenece a esa especie a la que se le digiere con demasiada lentitud –la literaria- es de los menos anacrónico de la lista. Al menos todavía está más vivo que García Márquez cuya principal influencia en los cuatro lustros pasados ha sido disuadir a los escritores de seguir su ejemplo. Se comprende menos la presencia de Andrés Bello, filólogo y redactor de una gramática ignorada con fiereza como lo confirma la lectura de cualquier periódico latinoamericano. Queda José de San Martín autodesterrado del mismo continente que había ayudado a liberar, tan inhabitable ahora como entonces. Y Benito Juárez, el autor de una de las frases más citadas y menos acatadas en estos lares: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Faltan los nombres de los verdaderos protagonistas de las dos décadas pasadas: Tirofijo, Maradona, Uribe, Daddy Yankee, Juanes, Carlos Ménem, Fujimori, Shakira, el Chapo Guzmán, el Chupacabras, los Kitchner, los Ortega. La idea de crear este listado aunque alevosa es instructiva. Nos dice cuánto abochorna a los latinoamericanos un presente al que tratamos de lustrar con el brillo tramposo del pasado. Igual se hubiera podido incluir a Hatuey, la Malinche, Atahualpa, Quetzalcoalt, Pizarro, la virgen de la Guadalupe, Manco Capac, Cortés y la Pacha Mama. Todo con tal de ocultarnos a nosotros mismos nuestra incansable inventiva para el horror.
H/T: Penúltimos Días