Un texto de César Reynel Aguilera tomado de Penultimos Dias:
Ojo, no pinta
Para Milo
César Reynel Aguilera
Y sigue el miedo a la oscuridad. Un miedo viejo que hemos pagado con creces y cruces. Ya perdimos dos guerras de independencia por ese “factor negro”, por ese mismo fantasma, que el castrismo usa hoy para desalentar los inevitables cambios de la sociedad cubana.
Esa es otra de las enseñanzas que nos deja el affaire Pánfilo. Fidel Castro, como todo buen hijo de hacendado, le teme a los negros. Por eso siempre los ha tenido a raya, por eso reprimió durante tantos años las religiones afrocubanas y sólo se atrevió a autorizarlas cuando supo que las tenía bien penetradas. Por eso se ensaña hasta el absurdo con los opositores de piel oscura, asesina jóvenes que intentan robarse una lancha, y le da dos años de prisión a un hombre que pide comida. El pecado original es ser negro: carne de cañón para luchar por los derechos de una raza allende los mares, nunca en monte propio.
Que eso suceda en Cuba es algo que podemos aceptar si tomamos en cuenta que se trata de un país que ha vivido, durante las últimas cinco décadas, de espaldas al mundo, aislado y ajeno a los grandes cambios que ha vivido nuestro planeta, uno de ellos, quizás de los más importantes, es la emancipación de una raza que ya cuenta con uno de los suyos, de los nuestros, como presidente del país más poderoso del mundo. Recordemos que si en los EE UU la población de origen africano es alrededor del diez por ciento del total de sus habitantes, en Cuba esa cifra ronda la mitad. No en balde el castrismo tiembla, no en balde los castristas intentan conjurar el efecto Pánfilo.
Lo que resulta chocante, triste y vergonzoso, es que ese terror castrista por el “factor negro” encuentre eco no ya entre sus voceros en el exterior sino en portales que se ufanan de ser sitios para la reunión y el acercamiento de los cubanos. Cuando uno lee descripciones de Pánfilo que no van mas alla del borracho, vago y marginal, en un país que lleva medio siglo usando la marginación como arma de castigo y juego político, en una economía con altísimas tasas de subempleo y desempleo, en una sociedad con alarmantes niveles de alcoholismo; uno no puede menos que sentir la incomodidad de una pregunta: ¿existirán todavía personas que miran con añoranza aquella práctica de los pueblitos del centro de la isla, aquella tradición de matar las tardes paseando por el parque, con los blancos por dentro y los negros por fuera, o al revés?
Los estereotipos raciales, usados para describir a Pánfilo, van más allá de los insultos personales y se utilizan, también, para anunciar el fin, la decadencia, o la irremisible pérdida de una cultura, la nuestra, la de todos, que para algunos sólo puede ser blanquita, organizada, y de ser posible, castiza.
No tiene sentido detenerse ahora en el análisis de estos castristas que intentan meternos miedo con el “factor negro”. Los Glenn Millers de la cultura cubana pueden entonar cuantas serenatas a luz de la luna quieran, al final ese patrimonio que pretenden defender les hará saber, con muchos colores, negro incluido, que eso no es jazz.
Lo importante ahora es celebrar la liberación de Pánfilo, y recordar dos cosas. Una es que haber sido discriminados —por orientación sexual, o capacidad intelectual, digamos— no inmuniza contra el ejercicio de la discriminación. Todo lo contrario, obliga a los que la han sufrido a vigilarse constantemente, a escoger bien sus palabras, y a ser muy cuidadosos para no regalar a los demás lo que se ha sufrido en carne propia.
La otra cosa es desarraigar de una vez, y por todas, el miedo al “factor negro”. Nada de esencialmente malo hay en ese color. Como dice mi amigo Alexis Romay: En la dulce y tibia oscuridad de sus vientres, todas las madres fueron negras.
César Reynel Aguilera
Montreal
Levanto mi copa por Milo: LeChaim!
ResponderEliminarQue los ojos del mundo puedan ver más allá del expectro...
Rectificación (eso es exactamente lo que soñamos):
ResponderEliminarespectro